Tal día como hoy del año 1641, hace 383 años, en la falda de la montaña de Montjuïc, en Barcelona, y en el contexto de la Guerra de Separación de Catalunya (1640-1652/59), el ejército aliado catalanofrancés derrotaba a los tercios hispánicos y los ponía en desbandada. Ese enfrentamiento, que sería denominado Batalla de Montjuïc, sería la primera victoria militar catalanofrancesa en ese conflicto. Hasta entonces, los tercios hispánicos, que habían iniciado la invasión del Principat dos meses antes, contaban por victorias sus enfrentamientos con los catalanofranceses. Pero la Batalla de Montjuïc no solo sería la primera de una serie de victorias catalanofrancesas, sino que, además, tendría una repercusión extraordinaria en el desarrollo de ese conflicto.

El ejército catalán fue comandado por Francesc de Tamarit, consejero-protector del Principat, y estuvo formado por nueve regimientos de infantería y artillería de la Coronela de Barcelona (compañías de ciudadanos armados y encuadrados por gremios), tres regimientos de Fusellers de Catalunya (compañías de mosqueteros, llamadas Miquelets, reclutadas en las villas y ciudades del país) y dos regimientos del Brazo Militar (compañías de caballería del estamento nobiliario del país). En conjunto totalizaban 6.000 efectivos. El ejército francés fue comandado por Henri Robert de Serinhan, y estuvo formado por un regimiento de infantería, siete batallones de caballería y una compañía de Mosqueteros del rey de Francia, que totalizaban 2.000 efectivos.

Los hispánicos, confiados por su superioridad numérica (totalizaban más de 20.000 efectivos) y su moral intacta (no habían sufrido ninguna derrota desde el inicio del conflicto), cometieron varios errores de estrategia que acabarían pagando de forma carísima. Durante las primeras horas de combate, los hispánicos perdieron más de 1.500 efectivos y buena parte de sus mandos. Al día siguiente, el comandante hispánico —el sanguinario Los Vélez, que había masacrado a la población civil catalana en el camino de Tortosa a Barcelona— ordenaba la retirada. En la humillante retirada hispánica hasta Tarragona fueron fustigados por los miquelets catalanes, que les provocaron más de 1.000 bajas. Y al llegar a Tarragona, unos 8.000 soldados hispánicos desertaron.

Francisco Manuel de Melo, uno de los mandos supervivientes de la derrota hispánica, dejaría escrito: "Las banderas de Castilla, poco antes desplegadas al viento en señal de su victoria, andaban caídas y pisadas a los pies de sus enemigos, donde muchos ni por trofeos y adornos del triunfo las alzaban; en tanta desestima se redujeron. Las armas perdidas por toda la campaña eran ya en tanto número, que pudieron servir mejor de defensa, que en las manos de sus dueños, por la dificultad que causaban en el camino: solo la muerte y la venganza alabada en la tragedia española parece, se deleitaban en aquella horrible representación". Pocas semanas más tarde, el conde-duque de Olivares, ministro plenipotenciario hispánico, acababa con la carrera militar de Los Vélez.