Tal día como hoy del año 1775, hace 250 años, en el contexto de la guerra de la Independencia de Estados Unidos, las tropas del ejército continental (los independentistas norteamericanos), comandadas por el general Richard Montgomery, ocupaban la ciudad de Montreal, capital de la colonia británica de Quebec, que abarcaba el valle del río San Lorenzo y las orillas de los tres Grandes Lagos. La colonia de Quebec había formado parte del Imperio francés de ultramar hasta la Paz de París (1763), que ponía fin a la guerra de los Siete Años (1756-1763) —el primer conflicto europeo que se libraba, también, en campos de batalla del continente americano—. En esa paz, que certificaba la derrota francesa, París la había entregado a dominio británico.

La sociedad quebequesa —de lengua y cultura francesas, pero sometida a dominación británica desde 1763— no había secundado la revolución independentista americana. No obstante, a medida que el ejército norteamericano ganaba posiciones, los líderes locales abrazaban la causa y parecía que Quebec —al que los británicos llamaban Canadá desde 1763— se convertiría en la decimocuarta colonia independentista. A medida que tomaban el control del territorio, los mandos militares norteamericanos detenían y encarcelaban a algunos quebequeses que, si bien representaban una minoría, eran radicalmente partidarios de conservar el vínculo político de la colonia con el Imperio británico y eran un polo de disidencia importante.

La sociedad quebequesa no vio con buenos ojos que los norteamericanos arrestaran a algunos de sus vecinos, aunque estos no compartieran el objetivo político de la mayoría, y se produjo una escalada de tensión. Los mandos militares norteamericanos intentaron rebajarla desarmando a las milicias locales, formadas por civiles combatientes veteranos de la guerra de los Siete Años, pero lo único que lograron fue alimentar el conflicto. Finalmente, pasado el invierno de 1775-1776, el ejército británico contraatacó. Desembarcó en Ciudad de Quebec (al este de Montreal), y los norteamericanos, hostigados por las milicias locales y amenazados por un contingente militar muy superior, tuvieron que retirarse.