La imagen de Ramón Tamames soñoliento, si no dormido, y de Santiago Abascal bostezando en algún momento de la moción de censura presentada por Vox a Pedro Sánchez, son la expresión más clara del esperpento español vivido este martes en el Congreso de los Diputados. Un nonagenario economista en su momento de gloria convirtiendo la cámara de la soberanía popular en una bufonada que no sirve de nada, carece de utilidad alguna y que no es otra cosa que un timo. No voy a entrar en valorar cómo lo hizo Tamames, que realmente poco importa y nadie recordará dentro de unas horas, más allá de las hemerotecas que todo lo registran. Y aquella parte de la prensa de Madrid que antes era de derechas y que ahora tiene que ser catalogada directamente de ultra y que ha abordado esta moción de censura como una cosa seria, defendiendo al candidato y mirando de acorralar a Pedro Sánchez mientras le daban minutos de televisión para que utilizara en beneficio propio.

En algún momento de estas dos jornadas de debate, cabe esperar que los socialistas le den las gracias a Vox. Nada le viene mejor a Pedro Sánchez que confrontarse con la ultraderecha y utilizar el típex para hacer desaparecer de la pantalla al Partido Popular. Alberto Núñez Feijóo es un político con lagunas y poco querido en Madrid. Eso que en la capital se llama periférico, que no es otra cosa que, en su esquema de poder, de segunda división. Algo parecido, incluso en su aversión al poder mediático de la capital, a Rajoy, aunque este, pese a ser también gallego, hizo casi toda su carrera en Madrid. Muy diferente a José María Aznar, que, aunque hizo carrera política en Castilla y León, había nacido en Madrid, estudiado en el colegio religioso del Pilar, licenciado en la Universidad Politécnica y funcionario de Hacienda como inspector de Finanzas del Estado.

Pues bien, aunque la moción de censura se presentaba contra el gobierno del PSOE y Unidas Podemos, en realidad, Vox la ha presentado contra el PP. A Pedro Sánchez, enfundado en su traje azul eléctrico, no le ha hecho ni cosquillas y a Yolanda Díaz, su vicepresidenta y candidata del nuevo proyecto político a la izquierda de los socialistas, de nombre Sumar, poder continuar con su campaña de presentación a la ciudadanía. Vox, mientras tanto, ha escogido para la moción a un candidato que no le representa y dudo que le haya ayudado a captar votantes. La derecha extrema no necesita de excomunistas maquillados, ni de economistas con un cierto renombre en el pasado. Solo hace falta leer El Mundo, ABC o La Razón o escuchar a Jiménez Losantos o a Carlos Herrera para saber que este pase del Congreso de los Diputados ha sido un simple espectáculo de varietés

Una ópera bufa que, eso sí, le ha servido al estado español, y eso es mucho más grave, para ningunear a la Comisión del caso Pegasus del Parlamento Europeo. La displicencia con que ha sido tratada por el gobierno español casa poco y mal con la presidencia de la Unión Europea, que asumirá en el segundo semestre de este año Sánchez. No deja de ser un fraude, negarle información para que pueda investigar, negarle cualquier contacto con alguno de los 22 ministros que componen el gobierno español, anularle en el último minuto una entrevista con la Comisión de Defensa porque había la moción de censura, en definitiva, hacerles luz de gas. Europa se construye de muchas maneras, pero como seguro que no se le ayuda es ignorando al Parlamento Europeo y llenándose al mismo tiempo la boca de grandes parrafadas sobre el europeísmo.

O, a lo mejor, la moción de censura y el trato a la eurocomisión no son otra cosa que una España en blanco y negro que no acaba de pasar página. La nostalgia de Polonia o Hungría frente a los discursos de querer ser como Francia o Alemania.