A Pedro Sánchez hay que reconocerle una habilidad innata para mover el tablero político e intentar propiciar —con éxito o no, esto es otra cosa— el mejor escenario posible para sus intereses personales. Este lunes en que deberíamos estar hablando del batacazo descomunal que se ha pegado el PSOE en las elecciones municipales y españolas, que no guarda parangón con ninguna de las situaciones vividas antes desde que llegó Felipe González al gobierno de España en 1982, el todavía presidente del Gobierno ha hecho un rápido movimiento del tablero de juego y ha anunciado la convocatoria de elecciones españolas para el próximo 23 de julio. Consigue con ello varios efectos: elimina cualquier debate sobre si debe dejar de ser el cartel electoral, ya que disuelve inmediatamente el Parlamento y coloca al partido en modo campaña electoral. Coge a la izquierda del PSOE sin los deberes hechos entre Sumar y Podemos e instala el debate de que solo si todas estas formaciones concentran el voto en los socialistas se puede detener la llegada del Partido Popular y de Vox tras las próximas elecciones españolas.
También evita un desgaste agónico en el Parlamento donde para sacar adelante leyes que tenía encarriladas hubiera tenido que hacer concesiones, ya que su cabeza huele a pólvora quemada. Es cierto que renuncia al lustre de ejercer la presidencia de turno de la Unión Europea que tendrá España en el segundo semestre, pero también hace evidente de que es una presidencia rotatoria que quizás está sobrevalorada. Para el Partido Popular no es un mal escenario el movimiento de ruleta rusa de Sánchez —cuando antes mejor— pero en buena lógica tampoco es ideal. Los populares no podrán desplegar todo el poder municipal y autonómico conquistado este domingo y tendrán por delante una negociación pública de alcaldías y autonomías, negociando a través de los medios de comunicación con Vox.
El anuncio sorpresa de Sánchez tiene, como pasa en una partida de billar americano, consecuencias colaterales y una de ellas pasa por la ciudad de Barcelona. No es exagerado decir que el candidato de Junts, Xavier Trias, tiene un porcentaje más alto de posibilidades de ser investido alcalde cuando se constituya el Ayuntamiento de Barcelona el próximo sábado 17 de junio, ya que las dos opciones de arrebatarle la alcaldía son bastante más difíciles. El tripartido de izquierdas por el que abogaron Collboni y Colau la noche electoral precisa de Esquerra y cuesta ver a Oriol Junqueras dando luz verde a una situación como esta. También es verdad que al PSOE le interesa ir a las españolas con las mínimas mochilas posibles en Catalunya y le interesa más aplazar a septiembre un debate sobre los pactos en Barcelona.
El PP, que sería aritméticamente otra opción con Collboni y Colau y que algún entorno socialista ha explorado, no se prestará a ello con la mirada puesta en las españolas, ya que la consigna será que a los socialistas ni agua. Queda la incógnita de que es lo que querrá Esquerra, que tras la debacle electoral del domingo puede tener la tentación de amarrarse a una mayoría con Trias que le permita presentar que hay dos Junts, el pragmático y el que decidió salir del Govern. Pero bueno, esto está a día de hoy muy verde y todo apunta a que las conversaciones sobre Barcelona irán a un ritmo lento para explorar las diferentes opciones.
Un último apunte sobre las repercusiones de las españolas del 23 de julio en Catalunya. Es evidente que el formato político en el que se celebrarán ayuda más a los dos grandes partidos españoles. Esto ya se ha visto en otras elecciones en las que el PSOE se jugaba mucho, casi la vida, y el Partido Popular tenía opciones de llegar a la Moncloa, como será en esta ocasión. Además, está el tema Vox, sin descartar que Ada Colau encabece las elecciones por Barcelona de la candidatura de Yolanda Díaz. En este contexto, el espacio de Esquerra y Junts se hace más pequeño y los dos partidos han de decidir con que artillería quieren concurrir a los comicios. Junts ha puesto encima de la mesa una candidatura con Esquerra y la CUP, que aparentemente tiene poco recorrido y recuerda mucho a operaciones políticas ya realizadas. Nadie ha explicado si se ha hablado antes con los republicanos y los cupaires o si se han enterado por los medios de comunicación. Veremos en las próximas horas si tiene recorrido, pero, en principio, tiendo a ser bastante escéptico sobre sus posibilidades. No obstante, la batalla externa e interna del mundo independentista no será tan solo sobre personas, sino también sobre estrategias y políticas.