Poco podía prever José Montilla, president de la Generalitat entre 2006 y 2010, que su divisa propagandística Fets, no paraules tendría, con el paso de los años, una evolución, en parte incomprensible, en que lo que se acabara imponiendo fuera exclusivamente el relato como eje vertebrador de la explicación de la actividad política. Los gobiernos —y también los que no gobiernan— planifican preferentemente lo que dirán, cuál será la reacción de la opinión pública, aunque, con el tiempo, se vea que detrás de aquellas palabras haya, sobre todo, humo, un gesto para salir del paso. El martes, el Congreso de los Diputados aprobó una iniciativa legislativa que tenía como objetivo embargar armas a Israel y, sobre todo, ocupar una posición mediática de respuesta a las atrocidades del gobierno de Benjamin Netanyahu. La iniciativa de Sumar, Esquerra Republicana, Podemos y BNG encontró el apoyo del PSOE y Bildu y más tarde el del PNV y Junts per Catalunya.

No han pasado ni 24 horas para conocer la nula efectividad de lo votado en el Congreso y ni tan siquiera ha tenido que ser desde la oposición, sino que ha sido la ministra de Defensa, Margarita Robles. El Ministerio de Defensa ha salido al paso señalando que eso no será posible y que lo que Pedro Sánchez había querido impulsar era un nuevo gesto, como en su día el reconocimiento del Estado de Palestina o la petición para que el país de Benjamin Netanyahu deje de participar en festivales como Eurovisión o competiciones deportivas internacionales como los Juegos Olímpicos, donde ya se adoptó una iniciativa en relación con Rusia por la invasión de Ucrania, o los mundiales de diferentes disciplinas deportivas. No será viable, aseguran en Defensa, evitar que entre en España material bélico israelí de este tipo y argumentan que lo importante es lo simbólico y enviar un mensaje político en contra de la masacre de palestinos. Reconozco que no es fácil acostumbrarse a eso que se llama nueva política o política líquida, en que nada es ni verdad, ni tangible, sino que de lo que se trata es de quedarse con el relato. En este caso, una acción contundente desde el Congreso, aunque carezca de efectividad alguna.

Reconozco que no es fácil acostumbrarse a eso que se llama nueva política o política líquida, en que nada es ni verdad, ni tangible, sino que de lo que se trata es de quedarse con el relato

No se sabe muy bien como, estos debates han orillado otros tan importantes como los presupuestos de un país. ¿Se puede gobernar sin presupuestos? Evidentemente que sí, como lo demuestra la historia de los últimos años. ¿Es lo mejor gobernar sin presupuestos? Evidentemente que no. Los presupuestos fijan las prioridades políticas y definen la orientación de un gobierno. Esto de los decretos de prórroga presupuestaria ha pasado de ser una excepción a una cosa regular para corregir las discrepancias políticas que pueda haber y sortear la ausencia de mayorías parlamentarias. Esquerra Republicana ha apretado al Govern de Salvador Illa sin ahogarlo, pero dejándole claro que son ellos los que le permiten ir sacando adelante la gobernación del país. Oriol Junqueras, que ya es gato viejo en la política y conoce como hacer imprescindible sus votos, facilita que haya gobierno, pero no está tan claro que ayude a Illa a gobernar. El gobierno es monocolor del PSC, pero la gobernación incorpora los colores de ERC y de los comunes.

Eso se ve en muchas cosas. Un ejemplo de ello ha sido el anuncio del cierre de manera inminente la oficina de ACCIÓ Exterior en Tel Aviv, dependiente de la Conselleria de Empresa que dirige el independiente Miquel Sàmper. La explicación de una respuesta a las acciones de Netanyahu —denunciables desde todos los puntos de vista— es más que discutible, ya que son oficinas de ayuda empresarial a los catalanes que quieren invertir en aquel país y viceversa. Estamos hablando de un mercado en que Catalunya exporta a Israel más del doble de lo que importa y que en 2024 las exportaciones fueron de 593,79 millones de euros, el doble que los 254,7 millones importados. Más allá de estos números, los comunes de Jessica Albiach pueden estar muy contentos por el logro conseguido, pero, a lo mejor habría que haber preguntado a los empresarios catalanes que invierten allí o, incluso, al conseller de Empresa, que hasta la fecha no ha dicho ni pío, ni ha estado en el acuerdo. Esta decisión debe ser tan discutible o tan opinable que no he leído que ningún otro país de la Unión Europea haya cerrado nada en Israel y es de sobras conocida la posición de la UE contra las acciones del gobierno de Netanyahu.