El Partido Nacionalista Vasco ha enviado a la jubilación forzosa a Iñigo Urkullu, quien ha sido su máximo representante institucional como lehendakari desde el año 2012. En una decisión sin muchos precedentes, ya que Urkullu quería continuar, el PNV ha demostrado con un ejemplo práctico qué es una bicefalia en una formación política: prima el partido por encima de cualquier otra cosa. Así, el Euzkadi Buru Batzar, presidido por Andoni Ortuzar, había decidido esta misma semana que Urkullu no debía afrontar el ciclo electoral vasco, con comicios autonómicos el próximo año, ya que en julio se cumplirán los cuatro años de legislatura. Aprobada la decisión del partido, se le había comunicado este jueves a Urkullu, que se ha encontrado fulminado y sin poderlo anunciar, puesto que la noticia se ha filtrado este viernes.

Obviamente, es una decisión arriesgada, puesto que cambiar el cartel electoral siempre es atrevido, y más si el nivel de aprobación con el que cuenta en la sociedad vasca es de un aprobado alto del 57%. Pero es más que comprensible si se repasan los resultados del PNV en las pasadas elecciones municipales y españolas de hace unos meses. Bildu ha empatado técnicamente con el PNV y está en condiciones de disputarle la primera posición en los comicios vascos. Ya no es una utopía la victoria de los abertzales, sino una posibilidad real, y ello está en el ambiente de la sociedad vasca. Además, el PSE maneja buenos datos internos para ellos y superiores a los 10 que ahora tiene. La subida de Bildu (que tiene 20 parlamentarios) y del PSE amenazan el reinado del PNV, a quien no le valdrían los 31 que tiene en la actualidad.

El candidato o candidata ofrecerá una primera idea de si hay un viraje o no hacia posiciones más nacionales

Urkullu encarna la vía más autonomista del PNV y se le ha situado como un político con mejores relaciones con los populares que con los socialistas. Intentó jugar un papel en 2017, actuando aparentemente de puente entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont, pero ese supuesto papel neutral se desvaneció rápidamente y ha condicionado las relaciones entre el PNV y Junts hasta hace muy pocos meses. De hecho, han sido prácticamente inexistentes durante estos años y se recompusieron totalmente el pasado verano después de una visita de Ortuzar a Waterloo.

Es obvio que con la marcha de Urkullu se completa un ciclo político y se abren muchos interrogantes respecto a la propia actuación política del PNV. El candidato o candidata —Itxaso Atuxa, presidenta del partido en Vizcaya, ha sido el primer nombre en circular— ofrecerá una primera idea de si hay un viraje o no hacia posiciones más nacionales o, por el contrario, el PNV realiza un mero maquillaje de cartel electoral. Parece difícil que sin virar hacia postulados de mayor vigor en defensa de la nación vasca pueda desprenderse del aliento que nota de Bildu en el cogote. Habrá que esperar a disponer de más información para realizar un análisis más definitivo.