Aunque la muerte del líder opositor ruso Alexéi Navalni viene a sumarse a todo un reguero de adversarios o simplemente de críticos a Vladímir Putin, todo el mundo sabe que, en el fondo, es muy diferente a todas las que se han producido antes. Por el momento escogido, el líder ruso mantiene un conflicto abierto con la mayoría de países del planeta por su invasión de Ucrania, que le han marcado como un tirano despótico al que hay que aislar para que su influencia negativa no se expanda. Pero, también, por el protagonista Navalni, auténtico quebradero de cabeza del Kremlin, que, sabiendo que sería detenido por Moscú, no dudó en regresar después de salvarse milagrosamente de un envenenamiento del servicio de inteligencia ruso FSB en 2020.

Se salvó milagrosamente por su rápido traslado a Alemania. En el momento de su envenenamiento, Navalni se distinguía por sus denuncias del régimen corrupto de Putin así como de su camarilla, un grupo de selectos dirigentes de su entorno que se han enriquecido durante estos años. Cuando regresó a Moscú desde Alemania, fue detenido y juzgado —es un decir— con una condena de 19 años de prisión, que inicialmente cumplió en una cárcel de la capital rusa. La crueldad subió un escalón, al tiempo que crecían las protestas por su condena y su popularidad en el interior de Rusia, cuando hace un mes fue trasladado a una prisión de máxima seguridad en la región del Ártico ruso, de nombre Lobo Polar, ubicada en los Urales, a más de 1.900 kilómetros de Moscú, y que alcanza temperaturas de -30 °C.

La muerte de Navalni a los 47 años descabeza el papel de la oposición, pero Putin paga un precio muy alto

La muerte de Navalni a los 47 años descabeza el papel de la oposición, pero Putin paga un precio muy alto. Su mensaje grabado por si le acababan matando, "No os rindáis", va a tener su recorrido en una sociedad cada vez más alejada de la dictadura impuesta por Putin. La declaración de su viuda, Yulia Navalnaya, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, culpando directamente a Putin y pidiendo unidad en la lucha "contra el mal" que representa, ha sido seguida en varias capitales occidentales y se han producido protestas callejeras en diferentes ciudades rusas.

A estas alturas, Putin no tiene dudas de que no van a hacer falta autopsias para que le responsabilicen de la muerte de Navalni. La lista de muertes que son responsabilidad suya es tan extensa que es imposible que no sea acusado por la comunidad internacional. Desde la periodista Anna Politkóvskaya del diario opositor Nóvaya Gazeta, acribillada a balazos en el hall del edificio donde vivía en 2006, hasta la última, la sospechosa caída del avión donde viajaba el líder del Grupo Wagner Yevgueni Prigozhin, el año pasado. La lista de cadáveres es muy extensa y en las circunstancias más dispares. Las potencias occidentales han resaltado que tomarán represalias contra Putin. Veremos.