El estrepitoso fracaso de Sébastien Lecornu como primer ministro de Francia que ha dimitido este lunes, después de 27 días en el cargo e incluso antes de su primer Consejo de Ministros, es posible que haya puesto punto y final a las cabriolas de Enmanuel Macron, que ha necesitado cinco primeros ministros desde su reelección en 2022 y el cuarto en poco más de un año. Macron le ha dado a Lecornu, tras su dimisión, una prórroga de 48 horas para que intente definir una plataforma de acción y de estabilidad para el país, algo que nadie sabe a ciencia exacta qué es, ya que el primer ministro dimisionario le habría pedido explícitamente al presidente de la República ser relevado aun a costa de pasar a la historia como el más breve desde la Segunda Guerra Mundial. Aparentemente, a Macron solo le queda la opción de disolver la Asamblea Nacional y convocar nuevas elecciones legislativas que intentaran poner punto final a la situación de bloqueo actual en la que los dos extremos, Marine Le Pen a la derecha y Jean-Luc Mélenchon a la izquierda, impiden un gobierno que de estabilidad a la V República.

El presidente francés no solo no encontró la solución en la convocatoria de las legislativas, sino que ahondó un poco más en la crisis

Francia atraviesa una situación realmente excepcional en la que su sistema político, pensado para evitar situaciones de inestabilidad como la actual, es incapaz de dar una respuesta cuando hay tres bloques irreconciliables, el tercero sería, con todos sus matices, el macronismo. Lo cierto es que hoy Francia está abocada a un ajuste presupuestario sin precedentes, unas renuncias importantes a su estado de bienestar y a un programa de consensos imposibles con estas medidas tan draconianas. Macron ha intentado darle la vuelta a la tortilla, primero con el adelanto de las legislativas, que se celebraron en junio de 2024, después de que Le Pen ganara la primera posición en las elecciones europeas. El presidente francés no solo no encontró la solución en la convocatoria de las legislativas, sino que ahondó un poco más en la crisis. Consiguió parar a la ultraderecha en la segunda vuelta, pero a cambio de que Mélenchon de la Francia Insumisa se convirtiera en el nuevo referente de la izquierda. Desde entonces intenta gobiernos imposibles de centro que busquen algún tiempo de entendimiento con la formación de Le Pen, algo tan difícil de juntar hoy por hoy como el agua y el aceite.

Mélenchon se ha visto desplazado, sin opciones de liderar el gobierno, como pensaba tras la noche electoral, y su principal prioridad ha pasado a ser la dimisión de Macron, cuyo mandato acaba en 2027. De hecho, ya ha presentado una moción de destitución del presidente de la República firmada por 104 parlamentarios y que será examinada por la mesa de la Asamblea Nacional, aunque tiene pocos visos de prosperar. De hecho, hasta la fecha ninguna moción de destitución contra un presidente ha prosperado, como reflejan los últimos precedentes de 2016, la impulsada por Los Republicanos (derecha) contra el presidente socialista François Hollande y la de 2024 impulsada por LFI contra Macron. En este clima político, es significativa una encuesta encargada estas últimas horas por el diario francés Le Figaro en la que una mayoría de franceses piden la dimisión de Macron en un porcentaje muy cercano al 80% y todo eso con un índice de rechazo a su presidencia cercano al 70%.

Estamos, por tanto, ante unas horas claves en Francia, ya que ello coincide con una Europa que va a trompicones, donde Alemania tienen también sus problemas y el canciller democristiano Friedrich Merz no consigue despegar en las encuestas y la ultraderecha AfD le acecha peligrosamente, y en el Reino Unido los sondeos de opinión le dan a los populistas de Nigel Farage opciones de ganar las elecciones y acabar con el bipartidismo de conservadores y laboristas. Eso por no hablar de Italia, Holanda y otros países. Por todo ello, la estabilidad francesa es imprescindible, y hoy está muy lejos de poderla garantizar Macron. Es posible que intente sacarse un nuevo conejo de la chistera, pero cuesta mucho de ver que pueda escaparse de una convocatoria electoral, ya que acaba de comprobar que con cualquier apaño que haga solo ganaría unas semanas y el Elíseo necesita mucho más que eso. Todo ello mientras el plan de austeridad es inaplicable y Francia se precipita hacia un futuro también económico incierto.