Quizás lo más destacado del acto de toma de posesión del 132 president  de la Generalitat, el republicano Pere Aragonès, fue una inteligente combinación de expresar su voluntad de abrir una nueva etapa, con la imagen gráfica de su antecesor en el cargo, Quim Torra, colocándole el collar que le convierte en la máxima autoridad de Catalunya. Una declaración política clara y nítida con la voluntad de expresar que la inhabilitación del anterior president por parte del Tribunal Supremo por colgar una pancarta en el Palau de la Generalitat, no tiene ningún efecto a la hora de plasmar la continuidad de las instituciones catalanas. Un president entrega el mando a otro president. Una fuerte carga simbólica que prescinde de actos de represión del Estado.

El segundo gesto importante fue la presencia de varios presos políticos que cumplen condena en Lledoners: Oriol Junqueras, el presidente de Esquerra y mentor de Aragonès, el presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, y Jordi Sànchez, encarcelado como presidente de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y actualmente secretario general de Junts per Catalunya. Las imágenes de televisión captaron una conversación entre Sànchez y el ministro de Administraciones Territoriales, Miquel Iceta, que representaba al gobierno español en el acto. La misma situación se produjo en otro momento entre Jordi Cuixart e Iceta. Fue un gesto de distensión que tendrá defensores y detractores, pero que demuestra la singularidad de Catalunya en una situación tan excepcional como que Sànchez y Cuixart regresaban a la prisión e Iceta, uno de los autores intelectuales con Soraya Sáenz de Santamaría del 155, era ministro del Reino de España, que les ha condenado a la friolera de 12 años de prisión.

Con Aragonès ya en plenas funciones de president, empieza a contar el reloj de los movimientos del gobierno español y de su presidente Pedro Sánchez. Ya no hay excusas para la mesa de diálogo y para la concesión de los indultos tantas veces prometidos y que siguen yendo a paso de tortuga. La amnistía y el derecho a la autodeterminación estarán presentes en esta mesa de diálogo y habrá que ver si esta Operación Diálogo 2 vuelve a quedar en nada como en la primera ocasión, que se redujo a una amable foto, ningún atisbo de negociación sobre nada, y mucho menos acuerdo alguno.

Los últimos nombres del Ejecutivo tienen un rasgo que vale la pena señalar: la auténtica necesidad que había de cambiar un ejecutivo gastado y con un impulso muy bajo de tono. Solo continuarán Aragonès, como president; Puigneró, como vicepresident y Teresa Jordà como consellera del Clima. Nunca había habido una limpieza como esta entre un Govern y otro si no había por en medio un cambio de partidos en el poder. Es, en definitiva, un ejemplo de la necesidad que había de cambio, con alguna honrosa excepción de conseller que se ha quedado fuera, como es el caso de Ramon Tremosa.