La comparecencia del director del CNI, Félix Sanz Roldán, en la comisión parlamentaria de gastos reservados parece que habrá sido un trámite suficiente para que el Congreso de los Diputados dé carpetazo con la máxima celeridad posible al engorroso asunto de la denuncia de Corinna zu Sayn-Wittgenstein en unas grabaciones sobre supuestas comisiones del anterior jefe del Estado español y otras situaciones igualmente embarazosas. Al ser una comisión parlamentaria restringida a los miembros de la misma se desconocen con detalle las explicaciones del general Sanz Roldán, quien con anterioridad al cargo actual, que ocupa desde 2009, había sido jefe de Estado Mayor de la Defensa. En cualquier caso, eran sabidas las ganas de archivar el asunto de los principales grupos parlamentarios y el PSOE oficializó al acabar la reunión esta posición.

La comisión no se llevará a cabo, por tanto, pero las dudas y sombras no desaparecerán. Y, dado lo que ya se sabe, los diputados harán un flaco favor a la idea de que todos los españoles son iguales ante la ley. Una comisión parlamentaria no es sinónimo de culpabilidad pero si lo es de la obligada transparencia en el órgano de la soberanía popular después de la alarma generada por las grabaciones escuchadas y de que numerosos grupos parlamentarios estén a favor de la misma, desde Unidos Podemos y Compromís a Esquerra Republicana y el PDeCAT pasando por los nacionalistas vascos del PNV y los independentistas de EH Bildu.

Al Corinnagate se le trata de enterrar por la vía de la eliminación del debate, en un momento, además, en que la monarquía como institución está seriamente dañada ante la opinión pública española. Hasta el extremo de que el CIS ha dejado de preguntar para ahorrarse problemas y en territorios como Catalunya y el País Vasco su imagen se ha desplomado. En el caso catalán, es de sobras conocido que las visitas del rey Felipe VI se han convertido en un serio problema, ya que el Govern ha anunciado que no piensa invitarlo a ninguno de los actos que organice, ni asistir a los que convoque la Casa Real. La entrada en prisión de Iñaki Undargarin, el marido de la infanta Cristina, también ha caído como una losa en la percepción ciudadana sobre la institución.

Lo cierto es que la popularmente conocida como princesa Corinna se ha acabado convirtiendo en un problema mayúsculo para Juan Carlos I después del tiempo disfrutado y de las (supuestas) confesiones realizadas. Ya lo dice el refranero español: de aquellos polvos vienen estos lodos.