La aceptación del acuerdo con Esquerra Republicana por parte del 83% de la militancia de Junts no es un hecho ni banal ni intranscendente y, seguramente, marca un cambio de registro en el siempre complicado viaje de transformación de un movimiento en un partido político. El primer paso era cerrar un acuerdo de gobierno, que no era fácil tal como se habían puesto las cosas con Esquerra Republicana. Un pacto que, además, resistiera la pulsión que existía de no quedar atrapados en un Govern que careciera de relato de sus prioridades políticas y tuviera una presencia de consellers y conselleras equivalente a la de ERC en el anterior Ejecutivo. Creo que existe una coincidencia muy amplia que, con estas dos coordenadas en el frontispicio, Junts no ha cerrado un mal acuerdo. La amplia mayoría de las bases del partido, por otra parte, así lo han validado.

El hecho de que el acuerdo lo hayan cerrado Pere Aragonès y Jordi Sànchez en primera persona es la segunda clave a la que hay que darle la importancia que tiene. Aragonès ha asumido el rol que se espera de un presidenciable, pero Sànchez también ha exprimido a fondo sus funciones de secretario general. Nadie discute el papel de Carles Puigdemont como líder indiscutible del movimiento que aún, en muchos aspectos, es Junts. Pero en su transformación en partido manda cada vez más Jordi Sànchez. Que nadie se equivoque: no en colisión con el president Puigdemont, sino porque este ha dado voluntariamente un paso al lado en la gestión cotidiana del partido.

Y aquí entramos en la tercera coordenada: el tránsito de un movimiento que, por definición, es horizontal, a un partido que necesariamente para su buen funcionamiento tiene una dirección vertical. El movimiento puede ser asambleario, el partido acostumbra a ser jerárquico. Cuando, este miércoles, Elsa Artadi anunciaba que no se incorporaría al Govern y que su opción era seguir en el ayuntamiento de Barcelona e intentar asaltar el feudo de Ada Colau, no hacía sino remarcar algo que, en política, acostumbra a tener premio y que es indispensable en un partido político. Persistir más de una elección si uno, realmente, aspira a lograr su objetivo. Xavier Trias fue alcalde en 2011 después de intentarlo en 2003 y 2007. No está en cuestión su valía, sino la mejor decisión para la convergencia de sus intereses y los de Junts.

La renuncia de Artadi abre un nuevo escenario respecto a quien ostentará la vicepresidencia y será el número dos del Govern. ¿Tremosa? ¿Puigneró? ¿Un tercero, cuyo nombre aun no ha salido a la luz pública? Será importante saber quién es, aunque la coordinación de los siete consellers será de Jordi Sànchez. Y el que no lo tenga claro no ha entendido lo que está pasando en Junts.