El desplome de la economía este 2020 no tendrá parangón en los últimos 80 años y pulverizará las secuelas de la crisis financiera desencadenada en 2008. España será de los países más perjudicados de la zona euro, con un retroceso del 8% del PIB y una veloz escalada del paro hasta el 20,8%.

Estos negrísimos pronósticos los ha puesto encima de la mesa el Fondo Monetario Internacional este lunes, sin descartar que el final de año no pueda ser, incluso, peor, dadas las grandes incertidumbres que se ciernen sobre la economía en todo el mundo occidental. En el caso de España, tendrá dos grandes damnificados: el turismo y todo el entorno relacionado con un pulmón imprescindible por el alto volumen de ingresos que supone y las exportaciones, un mercado en expansión y que, en el caso catalán, ha sido permanentemente creciente en los últimos años.

Dos datos para ser plenamente conscientes de lo que suponen los pronósticos del FMI: el año de mayor caída del PIB durante la crisis financiera, el 2009,  el descenso del producto interior bruto de aquel ejercicio fue del 3,9% y ahora se nos pronostica para este año más del doble. En segundo lugar está el paro: el número de personas sin empleo era al final del pasado año, del 2019, del 13,8% y el pronóstico eleva en siete puntos este porcentaje.

No sería la mayor cifra de paro que ha tenido España en estas últimas décadas, ya que lamentablemente ya se ha visto abocada en otros momentos de la historia reciente a índices por encima del 23%, 24% y 25%. Cabría incluso deducir, por antecedentes anteriores, que el FMI puede haberse quedado corto en lo que se refiere a las dificultades para crear empleo.

La actitud del gobierno de Pedro Sánchez, escondiendo la cabeza bajo el ala, no es muy diferente a la de José Luis Rodríguez Zapatero cuando el FMI le advirtió de la crisis que llegaba. Negar la mayor, señalar que todo son simplemente pronósticos y que los países de nuestro entorno también están más o menos igual. Una verdad a medias.

Estamos tan mal como Italia, a la que se le pronostica una caída del 9%, pero no como Francia o Alemania, a las que se vaticinan descensos del 7%. Básicamente porque la musculatura alemana para salir a flote tiene poco o nada que ver con la española, la distancia que media entre un país que ha hecho una parte importante de los deberes en época de vacas gordas y otro que ha despilfarrado a manos llenas en cosas tan superfluas como el AVE radial con origen en Madrid cuando solo había dos líneas imprescindibles: la de pasajeros Madrid-Barcelona y la de mercancías para todo el arco mediterráneo, desde Algeciras a la frontera con Francia. Y lo que se ha hecho está muy lejos de esta decisión, apostando los diferentes gobiernos por un AVE para todos aunque la masa crítica de pasajeros y la rentabilidad fueran imposibles.