La reiteración de encuestas publicadas dejando fuera de la batalla de Barcelona a Ernest Maragall —que fue el ganador de los comicios de 2019—, ha provocado la primera gran sacudida de la campaña, ocupando todo el cuadrilátero de los republicanos su presidente Oriol Junqueras. En un intento de emular su papel en las autonómicas de 2021, que levantó la campaña del hoy president Pere Aragonès y en la última semana adelantó a la candidata de Junts, Laura Borràs, Junqueras ha elevado el tono contra Colau y Collboni y ha fantaseado con una gran alianza conservadora que tiene miedo que Esquerra gane las municipales del 28 de mayo.
Acostumbrado en los últimos años a jugar la partida electoral desde las posiciones de cabeza, Esquerra se ha encontrado de golpe con una situación imprevista y peligrosa. Un mal resultado en Barcelona arrastra poco o mucho a la baja las posiciones en otros municipios metropolitanos —el papel de Rufián en Santa Coloma de Gramenet y en el cinturón pierde brillo— y aleja las opciones de los republicanos a optar a la Diputación de Barcelona. En el caso de la conurbación de Barcelona, Junqueras ha hecho una apuesta —que le dio resultado en el 2019— por situarse como la alternativa al PSC. Con esta política aspiraba a arrebatar, esta vez sí, la presidencia de la Diputación a los socialistas y colocarse en una posición idéntica a la de Convergència y Artur Mas entre 2011 y 2015: la presidencia de la Generalitat (Mas), la alcaldía de Barcelona (Trias) y la de la Diputación (Salvador Esteve, exalcalde de Martorell).
Eso, unido a la capilaridad de ser el partido catalán que más listas ha presentado —804 candidaturas— y la fortaleza territorial le permitía enfilar con optimismo las municipales. El hecho de que los principales retos parezcan, hoy por hoy, inalcanzables ha puesto patas arriba la campaña, tan solo 48 horas después de haberse iniciado. La mayor dificultad estriba, sin duda, en Barcelona, donde PSC, Barcelona en Comú y Junts le roban espacio y tienen capacidad para seguir mordiendo hasta el 28 de mayo.
De ahí, el contundente mensaje de la existencia de una gran alianza conservadora en contra de Esquerra, cuando, si alguna cosa ha hecho el partido de Junqueras en los últimos años, de una manera clara a partir del 2017, pero de forma constante desde el 2014, es intentar captar este espacio que antiguamente podía votar PSC o CiU, y que reivindicaba como partido hegemónico. El votante socialista se le alejó con la llegada de Sánchez a la Moncloa y el del espacio pujolista ha visto en Trias un voto refugio para echar a Colau y tratar de resituar a Junts en posiciones menos radicales.
Veremos qué dicen las encuestas del próximo fin de semana y si la sacudida de Junqueras le ha servido a Esquerra para algo.