La crisis entre las dos almas a la izquierda del PSOE, la que representa Podemos y la que encarna la vicepresidenta española Yolanda Díaz, está adquiriendo rasgos alarmantes si Pedro Sánchez quiere conservar una mínima posibilidad de retener el gobierno tras las próximas elecciones españolas. Con las encuestas globalmente en contra de los socialistas y con las municipales y autonómicas a la vuelta de la esquina —quedan tan solo 8 semanas para esta cita con las urnas—, Díaz no consigue doblar el pulso que le está realizando Podemos y que tiene muchos frentes abiertos: desde las discrepancias sobre la guerra en Ucrania, hasta la posición en la ley del solo sí es sí pasando por la fórmula de primarias para la elección de candidatos, donde Podemos exige que sean abiertas a todo el mundo.

Todo ello, en vísperas del acto de este domingo en que Yolanda Díaz va a hacer, en principio, oficial su candidatura a la presidencia del gobierno. Detrás de los evidentes problemas de visión diferente y de estrategias claramente confrontadas, hay un elemento que no debe olvidarse y que es el desencuentro entre Pablo Iglesias y Yolanda Díaz. Como en muchos otros casos similares, Iglesias avaló a Díaz como su sustituta como vicepresidente pensando, seguramente, que mantendría una cierta autoridad, y descartó otras opciones como las ministras Irene Montero o Ione Belarra.

Iglesias, que no se esconde y tiene una importante presencia mediática, ha expresado públicamente estas discrepancias, pero Díaz ha mantenido el pulso y lejos de ceder ha ido imprimiendo a Sumar su sello más personal. Hasta el extremo de que hoy parece un espacio político más a medio camino entre el PSOE y Podemos que lo que estos últimos años ha representado la formación morada. De ello se ha beneficiado Sánchez, llegando a alcanzar una sintonía importante con su vicepresidenta y facilitándole un protagonismo inusual en una rival política, pero muy consciente de que solo si obtenía un buen resultado en las urnas podría continuar al frente del gobierno.

La historia, normalmente, siempre acostumbra a ser cíclica con los sustitutos, sobre todo si quien procede a su relevo tiene una muy fuerte personalidad y liderazgo. Ejemplos hay muchos en política, pero quizás uno muy reciente fue el de José María Aznar con Mariano Rajoy. Hoy, lo cierto es que Yolanda Díaz sintoniza más con otro escindido como Íñigo Errejón o con formaciones periféricas, que con Podemos. Aunque unos y otros saben que estirar mucho del hilo supondría un enorme daño para los dos, no hay que descartar que ello suceda. Solo en la política estos errores se repiten una y otra vez, olvidando que no hay nada que penalice más que la división.