Los dos procesos electorales previstos en Catalunya para este principio de año, 24 de enero -elecciones a la presidencia del Fútbol Club Barcelona- y 14 de febrero -al Parlament de Catalunya-, han quedado definitivamente aplazados. En el primer caso, por la incomprensible decisión del Govern de no permitir la movilidad de unos pocos miles de personas y en el segundo por la mala evolución de los datos del coronavirus en Catalunya y el presagio de que a mediados de febrero las cifras pueden ser bastante peores. No es una buena noticia, ni es propio de un gobierno consecuente y de una sociedad madura y preparada, este final cuando ningún dato epidemiológico de los que actualmente tenemos está tan lejos de lo que podíamos esperar antes de Navidades. Entonces se nos decía insistentemente que la cita con las urnas era segura y que se habían hecho los deberes para que pudiera ser así. El consenso de los partidos para aplazar hasta el 30 de mayo las elecciones catalanas, con la única excepción del PSC, es la única buena noticia, aunque, seguramente, para defender o no este tiempo muerto han influido también razones electorales y expectativas. No todo ha sido un análisis exclusivo de las cifras de la pandemia.

Al ritmo que se mueven hoy en día las oscilaciones electorales, pasar del 14 de febrero al 30 de mayo, unos 100 días entre una y otra fecha, supone abrir de nuevo la carrera. La foto finish actual reflejaba, a falta de un mes para los comicios ahora suspendidos, en la mayoría de los sondeos, una apretada lucha entre Esquerra, PSC y Junts per Catalunya. El denominado efecto Illa -el ministro candidato que dejaba Sanidad para aspirar a la presidencia de la Generalitat- había complicado la carrera. Faltará ver ahora, con tanto tiempo por delante, si baja la espuma y retrocede a los parámetros de Miquel Iceta, o se mantiene arriba de todo. También dependerá de si se mantiene en el cargo -algo que han denunciado todos los partidos, incluso unidas Podemos, el socio de Pedro Sánchez- o lo acaba dejando, circunstancia que entonces sí le restaría protagonismo. Esquerra y Junts tendrán que seguir unos meses más gobernando en las actuales condiciones y gestionar mejor que hasta la fecha las zancadillas que se ponen si no quieren llegar sin aire a la línea de meta.

En resumen, todo se abre de nuevo y hay que tener en cuenta la suma de cansancio, agotamiento, enfado, nervios, irritación y preocupación en una parte muy amplia de la sociedad catalana, vote lo que vote. El coronavirus y las consecuencias que se derivan, sanitarias y económicas, está causando un enojo mucho más alto en la sociedad de lo que reflejan las encuestas. En parte, porque ha aumentado la inseguridad, y las incertezas respecto al futuro cada vez son más grandes. La llegada de la vacuna ha amortiguado algo este pesimismo pero no lo suficiente para crear un marco mental diferente.

El aplazamiento de las elecciones catalanas se ha llevado por delante las elecciones a la presidencia del Fútbol Club Barcelona. Al Govern le ha pesado explicar como autorizaba unas elecciones de un club de fútbol el mismo día que suspendía las del país. Le ha dado vértigo, vamos, y se ha equivocado. Ha tomado la peor decisión, ya que, al final, lo que pone de manifiesto es que desconoce que la delicada situación del club no permitía este aplazamiento y que la entidad puede entrar en una grave situación de colapso económico al no tener una junta directiva al frente que tome decisiones para salvarla. No se trataba de hacer una excepción, sino de actuar con responsabilidad institucional, ya que el Barça es una parte importante de la imagen de Catalunya en el mundo.

Obviamente, el problema no lo ha generado el Govern sino el afán de protagonismo desmedido del presidente de la gestora, Carles Tusquets, que hubiera tenido que convocar las elecciones antes de Navidad y no agarrarse a la poltrona como ha hecho y no tenía ningún derecho. El Govern, en todo caso, es responsable de no haberle obligado a planificar en tiempo y forma las elecciones. Habría hecho un favor impagable al club y a su masa social.