Acaba de declarar el canciller alemán, el democristiano Friedrich Merz, que el estado del bienestar ya no puede financiarse con lo que produce la economía alemana, el cuarto país más rico del planeta. Vamos, que el actual modelo no es sostenible económicamente. A unos mil kilómetros más al sur de Berlín, el primer ministro francés, François Bayrou, anunciaba que someterá su gobierno a una moción de confianza en la Asamblea Nacional el próximo día 8 en defensa de su plan de ajuste fiscal y presupuestario. Es más que probable que ello suponga la caída del gobierno Bayrou, que ya sacó adelante dos mociones de confianza el pasado mes de febrero, pero ahora la extrema derecha de Reagrupamiento Nacional y la extrema izquierda de Francia Insumisa ya han anunciado que rechazarán el plan de austeridad para recortar 44.000 millones de gasto público.

No deja de ser sorprendente que estos sean los debates de la Europa rica —primer y tercer país respectivamente medidos por el PIB real—, mientras que en los que estamos bastante más abajo, como es el caso español, en quinto lugar, estas discusiones ni se plantean, como si viviéramos en una burbuja ficticia. No les interesa hablar de ello ni al gobierno ni a la oposición. A los primeros porque los recortes no dan votos y bastantes problemas tienen los socialistas en estos momentos como para abrir este melón. A buen seguro que Sánchez tiene muy presente el abrupto final político de José Luis Rodríguez Zapatero en 2011 y las medidas que tuvo que adoptar a raíz de la crisis financiera. Feijóo, instalado en su papel de ariete de la oposición, también sabe que rentabilizará más esta posición criticando al Gobierno que hablando de los recortes que hará si llega a la Moncloa.

No deja de ser sorprendente que estos sean los debates de la Europa rica, mientras que en los que estamos bastante más abajo, como es el caso español, estas discusiones ni se plantean

Todo apunta a que Alemania y Francia, que ya han abierto el melón de los recortes, lo vivirán a velocidades diferentes. Los primeros, con un gobierno de coalición clásico en aquellos lares entre la CDU y el SPD, tendrán que alcanzar el punto de equilibrio justo, pero las dos formaciones han avanzado ya ideas en esta dirección. El SPD, que ya gobernaba en el anterior mandato con el canciller Olaf Scholz, había planteado recortes en el sistema de seguro social, que cubre el seguro de salud, las pensiones y los beneficios de desempleo. Merz, en su momento de popularidad más bajo —las opiniones públicas son implacables hoy en día con los gobernantes, ya que solo lleva como canciller algo más de tres meses— tendrá que hacer equilibrios entre los gastos de Defensa por la posición de EE. UU.con la OTAN, el auge de la ultraderecha y el malestar por la inmigración. Todo ello unido a una contracción de su economía en 2023 y 2024 y un crecimiento prácticamente nulo en 2025.

La posición del conservador Bayrou en París es francamente peor. Aunque ha sido capaz de sortear crisis en las que sus predecesores se estrellaron, todo apunta a que en la moción de confianza de septiembre su caída será inevitable y el presidente Emmanuel Macron se tendrá que sacar un nuevo conejo de la chistera si no quiere ir a una disolución de la Asamblea y la convocatoria anticipada de elecciones legislativas en Francia, que tocarían en 2029, ya que las últimas tuvieron lugar en junio de 2024 y tienen lugar cada cinco años. El adelanto tampoco sería una gran novedad, ya que las últimas de 2024 fueron después de una legislatura que solo duró dos años.

La pasada primavera, Macron ya valoró este adelanto electoral, pero desistió. No sería descabellado que buscara una cohabitación con la extrema derecha que, tal como está la economía francesa, tendría que aplicar medidas no muy diferentes a las de Bayrou de fuertes recortes presupuestarios. Una posición que sin duda debilitaría a la formación de Marine Le Pen en las presidenciales de 2027, en la que será, sin duda, la madre de todas las batallas en Francia.