"El fraude en las empresas y organizaciones es una realidad y una lacra social". De esta forma, el socio fundador de la consultoría Faura-Casas, Daniel Faura, ha dado el pistoletazo de salida a la sesión "Fraudes y escándalos en contabilidad y finanzas" organizada por el Col·legi d'Economistes. Según el Eurobarómetro, un 71% de los países de la Unión Europea (UE) aseguran que la corrupción está muy extendida mientras que en el caso concreto de España, Grecia e Italia, el porcentaje se sitúa por encima del 90%.

¿Un diagnóstico alarmante, sí, pero que se puede hacer al respecto? ¿Hay alguna forma de detectar el fraude? Todo depende o en cualquier caso, empieza con una forma geométrica de tres puntas. Concretamente, el triángulo del fraude del sociólogo norteamericano, Donald Cressey, donde se explica cuáles son los tres factores que hacen que una persona pueda llegar a cometer un fraude. Motivación, Oportunidades y Racionalización. "Para que haya fraude se tienen que cumplir los tres", ha advertido Faura.

Del triángulo al diamante. ¿Cuáles son las señales?

El catedrático de Economía Financiera y Contabilidad, Oriol Amat, ha ido todavía un poco más allá. Del triángulo al diamante del fraude. Para pasar del uno al otro, es necesario añadir un nuevo componente: el perfil del defraudador. Eso incluye capacidad, arrogancia e intencionalidad. El también diputado de Junts pel Sí ha puesto el ejemplo de Jérôme Kervel, antiguo trabajador de Société Génerale y protagonista del mayor fraude de la historia. Generó unas pérdidas de 4800 millones de euros al realizar operaciones erróneas que pasaron desapercibidas a uno de los bancos más prestigiosos de Europa. Cuestión de capacidad. "No lo habría podido hacer sin sus conocimientos",ha asegurado Amat. 

¿Cuáles son las señales antes del fraude? Según Amat, "que haya una señal no quiere decir que haya un fraude pero sí que aumenta la probabilidad". Así pues, el fraude se encuentra en los pequeños grandes detalles. Desde un bonus hasta la falta de control pasando por una salida a bolsa o un cambio en la cúpula. En este caso, ha puesto el ejemplo del presidente y director de Operaciones de Lehman Brothers, Joseph Gregory, que cambió el metro por el helicóptero como medio de transporte para ir al trabajo. "El cambio de hábitos es una señal cualitativa de ostentación", ha explicado.

La isla de Sark y los chivatazos

¿Dónde se comete el fraude? Un ejemplo curioso: la Isla de Sark, entre el canal que separa Francia y el Reino Unido. Con una población de aproximadamente 500 personas, el Wall Street Journal estima que hay 150.000 empresas domiciliadas. Y eso que ni siquiera los coches pueden circular, sólo se permiten bicicletas, coches de caballos y tractores. El motivo principal de este contraste entre población de personas y de compañías es que "hay una baja tributación y tampoco hay necesidad de aportar la contabilidad".

Ex ante o ex post, las señales se pueden encontrar antes pero también después del fraude. Hinchar ventas y beneficios, facturar más por intereses que por ingresos, cambios "extravagantes" o tener una elevada deuda son algunos de los síntomas más claros. Aunque Amat recuerda que "la gran mayoría de veces nos damos cuenta por chivatazos." Es decir, por las denuncias de los propios trabajadores de la empresa.

¿Necesidad u oportunidad?

En última instancia, ha intervenido el doctor Emili Gironella que con más de 47 años de auditoría a sus espaldas, considera que existen los defraudadores por dos motivos: necesidad de dinero en un 25% de los casos y oportunidad para hacerlo en el 75% restante. "Los políticos son el ejemplo más claro y actual de la oportunidad", ha explicado mientras que Faura aseguraba que "cuanto más monopolio, más corrupción."

Dejando la política de lado y volviendo estrictamente a los escándalos empresariales, Gironella ha enumerado una larga lista de delitos económicos frecuentes, entre los cuales destacan: anticipación de ingresos, negocios con una de las filiales para traspasar pérdidas, falsificación de documentos o creación de documentación ficticia, manipulación interesada de las estimaciones contables, préstamos encubiertos, omisión de información relevante a la memoria y contabilización de facturas por precios superiores al mercado, entre otros. Motivos suficientes para pensar que "la contabilidad permite demasiadas manipulaciones".

Así que a la respuesta de sí se puede detectar el fraude: Sí y No. Exceptuando "la falsificación de documentos, la contabilidad B y la colusión por el patrimonio", sí. Al final, todo es cuestión de triángulos, probabilidades e islas sin coches.