El Real Madrid volvió a ganar. Pero la sensación sigue siendo la misma. Incomodidad, dudas, falta de control. En Mendizorroza, el equipo sobrevivió más que dominó. Mbappé marcó. Rodrygo resolvió. Y Courtois sostuvo. Pero entre medias, demasiado sufrimiento. El marcador dice victoria, pero el juego dice otra cosa. Y en ese contexto, hay un nombre que vuelve a aparecer en el centro del debate: Fede Valverde.
El uruguayo volvió a ser lateral derecho. Otra vez. Un parche. Una solución de emergencia. Una decisión que se repite partido tras partido y que no convence a nadie. Sobre todo al jugador. Tampoco a parte del vestuario. Y ni mucho menos a la afición. Valverde cumple., corre y lucha, pero no influye. No aparece donde hace más daño. Y cuando eso ocurre, el Madrid pierde un centrocampista clave.

Fede Valverde vuelve al lateral derecho
Porque Valverde no es lateral. Nunca lo ha sido. Y él mismo lo dijo públicamente en una rueda de prensa: “No he nacido para jugar en esa posición”. No fue una frase cualquiera. Fue un aviso de que llegaba al límite. Desde entonces, la situación no ha mejorado. Al contrario. Se ha enquistado. Y empieza a generar un desgaste silencioso.
En el lateral, Valverde corre hacia atrás. Defiende espacios que no siente. Llega tarde al área. Apenas pisa frontal y no puede explotar sus mayores virtudes: disparo a puerta, ruptura de líneas y contención del centro del campo rival. El equipo lo nota. El Madrid, por momentos, juega con diez. Falta energía interior y llegada. Falta ese jugador que conecta todo. Y ese jugador es Fede.
Valverde está harto de cubrir carencias de planificación
El problema va más allá del rendimiento. Es una cuestión de rol o de estatus. Valverde siente que está sacrificando su mejor versión para tapar errores ajenos. Que está pagando carencias de planificación. Que su carrera entra en una zona incómoda. Y eso pesa. En la cabeza y en el ánimo. Pesa en la relación con el entrenador.

Según deslizan medios de Madrid, la relación con Xabi Alonso es fría. Distante. Prácticamente inexistente. No hay sintonía. No hay diálogo fluido. Y Valverde no es el único. Pero sí uno de los más importantes. Uno de los líderes silenciosos. Uno de los que marcan tendencia sin hablar demasiado.
El riesgo aumenta. Si la situación no cambia, el desgaste será mayor. El Madrid no puede permitirse tener a uno de sus mejores futbolistas incómodo, diluido o frustrado. Porque cuando Valverde no está en su sitio, el equipo pierde equilibrio. Pierde intensidad. Pierde alma. Pierde a uno de sus jugadores más importantes. Y eso, a largo plazo, se paga.