La derrota del Real Madrid en Anfield dejó más que un simple 1-0 en el marcador. El equipo de Xabi Alonso mostró una versión irreconocible y uno de los señalados tras el encuentro fue Eduardo Camavinga, que firmó uno de sus partidos más flojos desde que viste de blanco. Perdido, sin claridad y con errores constantes en la salida de balón, el francés convirtió al Madrid en un equipo vulnerable durante muchos tramos del encuentro.
Fuentes internas apuntan a que la frustración dentro del vestuario fue evidente. Y quien quedó más molesto fue Jude Bellingham, que compartió medular con Camavinga y sintió que el equipo jugó prácticamente “con uno menos” durante buena parte del encuentro.
Bellingham no quiere repetir la experiencia
La realidad es que, mientras en el Clásico Camavinga estuvo a un buen nivel y firmó una actuación más que correcta, en Anfield todo se derrumbó. No encontró su sitio, no frenó ninguna transición rival y estuvo lento en la toma de decisiones. Cada pérdida de balón del francés obligaba al Madrid a correr hacia atrás, generando huecos que el Liverpool explotó sin piedad.

En el banquillo no pasó desapercibido que Bellingham pedía constantemente apoyo y líneas de pase que nunca llegaron. Según apuntan voces del vestuario, el inglés habría transmitido su malestar: si Camavinga sigue rindiendo así, no quiere tenerlo más a su lado en la medular. Para un equipo que aspira a ganar la Champions, una actuación tan desacertada pesa como una losa y Camavina se enfrenta a un gran castigo futuro.
Uno de los culpables de la derrota
El análisis en Valdebebas es claro: el resultado final de 1a 0 fue un mal menor. De no ser por Courtois, el marcador habría sido mucho más duro. Y entre los señalados, el nombre de Camavinga aparece subrayado. No aportó equilibrio, no dio sentido al juego y terminó siendo un lastre para un Real Madrid que necesitaba dominar el centro del campo... y no desaparecer en él.
Así pues, la presión vuelve a caer sobre el francés. De su reacción dependerá si mantiene un rol protagonista o si acaba perdiendo su sitio en los partidos grandes. En un equipo donde la exigencia es máxima, Camavinga está ante una prueba decisiva: demostrar que lo de Anfield fue solo una excepción… y no el principio de un problema mayor.