Si hay alguna cosa más triste que perder una Liga, esta es perderla sin orgullo. Lo que ha pasado en el Camp Nou este jueves, sin embargo, no se puede decir que sea una sorpresa. Tampoco ha sido doloroso. Sin ánimo de frivolizar, el Barça es un paciente terminal que hoy ha pasado a mejor vida. Los culés, como los familiares del muerto, al menos no sufrirán más.

El planteamiento de Quique Setién ­-quién no se responsabiliza del fracaso en la Liga, aunque llegó a un Barça líder- ha sido nefasto. Jugadores como Ivan Rakitic o Sergi Roberto han ilustrado el acomodamiento crónico del equipo. Otros, como Nélson Semedo o Junior Firpo han demostrado, un día más, que no tienen nivel Barça e, indirectamente, han vuelto a retratar una directiva incapaz de trazar una hoja de ruta coherente. Un clásico en Catalunya, tampoco es una sorpresa.

La imagen de Arthur Melo bostezando desde la gradería mientras el equipo se retrataba a sí mismo quedará grabada en la retina del barcelonismo. Pero no se engañen. El brasileño es un suplente sentenciado que ya sabe que jugará en la Juventus. Y tenía motivos para aburrirse. La imagen del día, en cambio, es la de la celebración del gol de Leo Messi: mirada cansada, poco entusiasmo, nada que celebrar. El argentino, uno de los pocos futbolistas que ha hecho valer su orgullo, da la sensación que está harto de la mediocridad en la cual se ha instalado el club. Y algunos no entienden por qué se cuestiona si prolongar su contrato.

messi barça efe

Messi celebra su gol estéril / EFE

Hablando de imágenes, la de este jueves recuerda, salvando las distancias, a la del 7 de mayo del 2008, cuándo el Barça hizo el pasillo al Real Madrid en el Bernabéu y después encajó un 4-1 lastimoso. Los factores son similares: jugadores acomodados, técnico sin poder en el vestuario y un par de promesas sobre las cuales reconstruir el equipo. O en otras palabras: fin de ciclo. En aquella ocasión la caída fue el germen de una catarsis histórica. Esta vez, sin embargo, la falta de liderazgo de la directiva -o al menos, de liderazgo coherente- probablemente pasará factura.

Hay quien dirá que la temporada todavía no ha acabado. Que el Barça sólo tiene que vencer cuatro partidos para llevarse la Champions. Y es cierto: el Barça puede llevarse la Champions. Y mi abuelo puede presentarse al Tour de Francia. Y puede ganarlo. Pero no nos engañamos, los dos, el club y mi abuelo, tienen todos los condicionantes en contra. De ilusiones no siempre se puede vivir.