El Barça tenía, después de mucho tiempo, una semana entera para descansar, entrenar y preparar una jornada de Liga. La particularidad, sin embargo, es que esta jornada era decisiva para definir las opciones del equipo de salir campeón. Luis Enrique ha sido intervencionista con un Barça que necesitaba una sacudida después de los últimos dos partidos, contra el París Saint-Germain y el Leganés. La deriva del equipo ha empujado al técnico a mover ficha.

El equipo se ha plantado sobre el césped del Vicente Calderón con dos novedades en el once inicial. Jeremy Mathieu y Rafinha sentaban a Jordi Alba e Ivan Rakitic. La inclusión de Mathieu se entendía por su polivalencia y el dominio del juego aéreo, una de las grandes virtudes de los colchoneros. Rafinha se enganchaba a la banda derecha para liberar a Leo Messi. Sergi Roberto era la figura que bailaba entre la defensa y el medio del campo.

Así, el Barça ha buscado sorprender al Atlético con un esquema 3-4-3 cuando tenía la pelota. El equipo, sin embargo, cuando defendía, pasaba al 4-4-2. El mismo planteamiento con que el Barça ganó al Leganés en Butarque (1-5) y al Deportivo en el Camp Nou (4-0). La propuesta, sobre el papel, tenía todas las virtudes pero en el campo no ha tardado en enseñar las carencias.

El plan era someter al Atlético a través del balón, acumulando hombres en medio del campo y aprovechando el factor Messi, jugando por detrás de Luis Suárez, encargado de fijar a los centrales y alargar el campo. Las ideas se sostenían con la posesión pero el Barça ha sido incapaz de superar la presión inicial ideada por Diego Simeone. Los colchoneros tenían muy bien trabajado el partido, liberando a Mathieu y centrándose en tapar las subidas de Gerard Piqué y Samuel Umtiti.

La sobrepoblación del medio del campo era estéril porque la defensa no encontraba vías de enlace. Ter Stegen, en muchas ocasiones, se veía obligado a buscar desplazamientos en largo, a las espaldas de la defensa. El poder físico del Atlético desnivelaba la balanza siempre del mismo lado. El Barça sufría por las imprecisiones y el bajo ritmo de circulación, jugando con fuego durante muchos minutos. Los colchoneros no han estado acertados en los últimos metros, sin traducir el dominio en goles y dejando escapar a un Barça aferrado al instinto de supervivencia.

La fortuna reactiva el Barça

El paso de los minutos ha hecho buena la idea de Luis Enrique. El equipo había conseguido salir con vida y el desgaste físico del Atlético debilitaba su presión asfixiante. El Barça encontraba los espacios que se le negaban en la primera parte y se hacía con el control del partido. Los colchoneros llegaban tarde a todas las jugadas porque el Barça era capaz de moverlos de lado a lado. Sergi Roberto ganaba en protagonismo y no sufría en defensa.

Las tendencias se invertían y el Barça ha aprovechado su momento. En una jugada afortunada, Rafinha ha cazado una pelota muerta dentro del área para hacer el 1-0. Luis Enrique tenía el partido donde quería. Al equipo sólo le quedaba administrar la ventaja. Con el mismo sistema. El 3-4-3. El Atlético ha conseguido empatar gracias a una jugada de estrategia y el partido ha recuperado el ritmo lento y pausado.

El empate parecía inevitable pero la suerte ha vuelto a jugar un papel determinante. Leo Messi ha conseguido deshacer el 1-1 en una jugada aislada, entre rebotes, para darle tres puntos de oro a un Barça que no ha brillado pero sí ha demostrado oficio. El 3-4-3 es una alternativa más que el equipo tendrá que seguir trabajando para cuando la suerte le vuelva la espalda.