El colapso son, en el fondo, dos series. Una es la que se rodó en el 2019 y que consiste en imaginar ocho situaciones límite ambientadas durante un hipotético fin del mundo. Cada episodio parte de una misma unidad narrativa, el plano-secuencia, pero cambia de personajes y de contexto, siendo estos últimos los que acaban determinando el tono y el mensaje de cada relato. Todos somos (o tendríamos que ser) iguales ante la inminencia del apocalipsis, todos apelamos a nuestro instinto de supervivencia y nuestra capacidad de protección de lo que sentimos como propio. Pero como en tantas cosas a la vida, los factores de clase, edad y origen acaban condicionando nuestras decisiones.

Esta es, de entrada, uno de los muchos hitos de esta serie: la manera como se aproxima a la dimensión moral de cada individuo en función de su tipología social y emocional. El plano-secuencia no es un artificio o una filigrana formal, sino que sirve para apuntalar la inmediatez de los acontecimientos, lo que hay de doloroso en las elecciones y los matices del punto de vista ante una tragedia global. Esta primera serie, la que nos refleja a la distopía, consigue que cada segmento plantee situaciones de lenguaje e identidades propias, más allá del concepto de tiempo real. Hay episodios dramáticamente conmovedores (el de la residencia), hay herencias del "survival" clásico (el de la gasolinera), hay humor negro (el del aeródromo) y ejercicios de terror escalofriantes (el de la isla). Se paseapor los códigos de representación de la ficción de catástrofes (el de la central) y se arriesga con un tratado sobre el recelo y el proteccionismo (el de la casa rural). También nos hace mirar atrás, a los mensajes que no queremos escuchar y a las señales que evidenciaban nuestra fragilidad.

El colapso 2 Canal +Imagen de 'El colapso 2'. Foto: Canal +

La segunda

Eso, decíamos, es una primera serie. La segunda, la que se estrena en julio de 2020 a Filmen, es la misma de antes pero conjugada con las transformaciones de nuestra percepción de lo que nos rodea. El colapso de 2019 imagina una realidad que la 2020 ha dejado de ser tan distópica, y en consecuencia la serie se ha transformado con la misma intensidad que nuestra mirada. Ya no es una simple especulación que juega con los miedos colectivos y la intuición de los precipicios, sino que se ha convertido en la crónica de un mundo y un tiempo que tocamos con la punta de los dedos. Por eso mientras miramos El colapso, una de las mejores y más inmersivas ficciones televisivas de este año, nos adentramos en la frontera que separa el mundo que imaginaban del mundo que tenemos. Era una advertencia que se ha vuelto tangible; era un clamor que se ha devuelto un grito. Pero su brillantez no se limita a las predicciones, ni que conceptualmente sea una bofetada tras el otro. Desde el prisma creativo es muy loable que consiga superar su propio virtuosismo formal y que cada episodio resulte, cada uno desde su singularidad, tan redondo. El colectivo Les Parasites, formado por Jérémy Bernard, Guillaume Desjardins y Bastien Ughetto, sabe dibujarnos una idea que nos atemoriza de tanto que nos cuesta aceptarla: la verdad.