La ciudad de Donostia, en el marco de los actos como Capital Europea de la Cultura, ha organizado una gran exposición bajo el título 1516-2016. Tratados de paz. Esta muestra, que comprende un gran número de actividades, pretende, a través del arte, reflexionar sobre la paz, sobre la violencia, sobre la militarización y la desmilitarización, sobre la no violencia, y, sobre todo, sobre el cierre de los procesos de paz, sin duda la gran asignatura pendiente, hoy, en EuSkadi.

La paz cultural donostiarra

La exposición 1516-2016 ocupa dos espacios emblemáticos de la cultura de San Sebastián: el Museo de San Telmo, y el Koldo Mitxelena Kulturunea. Pero, además, se enmarca dentro de un proyecto más amplio, el Tratado de paz, que organiza una quincena más de exposiciones sobre diferentes aspectos de la paz, en diferentes lugares de Euskadi, desde Bayona, hasta Vitoria (de hecho, una de las exposiciones de pequeño formato incluso llegará a la Fundació Tàpies). El mundo de la cultura vasco se ha involucrado en masa en este acontecimiento, que se presenta como uno de los proyectos culturales clave de este año en el País Vasco.

Simbiosis de materiales

1516-2016. Tratados de paz es una experiencia muy compleja, en la que se cruzan muchos tipos de materiales diferentes: desde armas antiguas hasta instalaciones de artistas contemporáneos, desde fotografías y libros viejos, hasta cuadros y esculturas... Cinco siglos de arte y cultura fusionados en dos grandes espacios, y no organizados por escuelas o por periodos, como se hubiera hecho clásicamente, sino en ámbitos temáticos: los emblemas, los muertos, las milicias... En este sentido, una experiencia muy interesante.

Todo en uno

La exposición agrupa piezas absolutamente espectaculares, procedentes de muchos Museos y Centros Documentales españoles y franceses (con un gran número de piezas del MACBA, incluso). Esculturas de Oteyza y precolombinas; cuadros de Picasso, de Marià Fortuny, de Brueghel el Vell, de Kokoschka, de Goya y de Rubens; libros del siglo XV; fotografías de Richard Hamilton; un códice náhuatl, cañones y armaduras, una película de Pier Paolo Passolini... Hay pequeños detalles y grandes instalaciones, y hay que ir muy alerta ante la avalancha de más de 600 piezas, porque a veces la más pequeña no es la más irrelevante.

Pieter Brueghel el Viejo, La urraca sobre el cadalso (copia 1568) Galerie De Jonckheere, Ginebra

Piezas extraordinarias

Hay piezas absolutamente magníficas en esta exposición, que impactarán a cualquier visitante. Sólo por estas, valdría la pena visitarla. Entre las más impactantes: un conjunto de relojes de Hiroshima paralizados a las 8h15, la hora de explosión de la bomba atómica; una valla hecha con alambres de puas del artista Jaume Xifra; un conjunto de postales de los vigilantes de Auschwitz, ilustradas con escenas de deportes invernales; un conjunto de una quincena a cuadros de autor anónimo, con voluntad didáctica, que intentan catalogar la variedad racial latinoamericana...

Voluntad enciclopédica

La exposición pretende cubrir un abanico anchísimo de temas: la formación de la imagen del colonizado, el genocidio, la imagen de los ejércitos, las nuevas tecnologías en la guerra, la cartografía como herramienta política, el orientalismo, el tratamiento museográfico de la paz... Hay grandes temas relacionados con la paz, pero de otros que tienen una relación más que remota con ella, como la “construcción geográfica del paisaje”. Al fin, predomina la dispersión y se pierde la coherencia interna: quizás los comisarios saben muy bien aquello que quieren explicar, pero es difícil que el visitante lo capte.

Perderse en la paz

El gran número de piezas concentrado en 1516-2016, y la diversidad de los temas tratados, dificultan una visión de conjunto del tema. Hace falta leer inmensos paneles de texto para llegar a tener una idea de qué se quiere explicar. Y después hay que volverse loco dando vueltas por las diferentes paredes de la sala, para encontrar donde está la descripción de la pieza que nos ha llamado la atención (a veces la descripción se encuentra, justamente, en el panel del detrás de la imagen). Probablemente la mayoría de los visitantes podrán disfrutar de la belleza de algunas magníficas piezas, pero se perderán en el discurso de los comisarios.

Hacia donde se va

El problema aquí no procede de la falta de un discurso claro. Las diferentes partes de la exposición tienen un mensaje claro: en algunos paneles se intenta difundir la teoría postcolonial, en otros quieren hacer empatizar con las teorías revolucionarias latinoamericanas... En muchos casos excesivamente evidente, cerrado, moralista... Las piezas tienden a llevar al visitante a una interpretación unívoca, excesivamente reduccionista.

El mundo entero, excepto Euskadi

En lo único que la exposición no es nada explícita es en el tema de la actualidad vasca. Curiosamente, en la exposición hay referentes de conflictos como el irlandés o el centroamericano, paralelos en el tiempo al de ETA, pero no hay ninguna referencia directa al terrorismo vasco. Hay numerosas piezas sobre la participación de los vascos en conflictos, desde el siglo XVI, pero no hay ninguna referencia al terrorismo vasco. Sin duda la sociedad vasca todavía está demasiado polarizada para el debate, pero quizás esta exposición pretende abrir el camino a las palabras.

Una exposición en campaña

En el panel que abre uno de los espacios expositivos, había una explicación soterrada del porqué de esta exposición. Afirmaba que una “paz completa” supone “el reconocimiento de los vencidos”. El País Vasco vive ahora en unos momentos en que el fin de la guerra no se ha traducido en la instauración de la paz. La exposición reivindica, en cierta forma, la clausura de un proceso, pero eso ha despertado algunas quejas del gobierno central por el tono de la exposición. Eso probablemente ha sido debido a la coincidencia, por azares de la política, de la inauguración de Tratados de paz con la campaña electoral. Y, a pesar de todo, en la inauguración coincidieron el Rey, el lehendakari y todas las principales autoridades vascas. Y ha sido Telefónica, empresa muy poco sospechosa de subversión, quien ha patrocinado la exposición. Al fin y al cabo, es improbable que esta exposición decida muchos votos: de hecho, bien poca gente se lee los paneles que acompañan las obras...

 

Fotografía de portada: Aurelio Arteta. Ezpatadantzaris, ca. 1913. Arabako Arte Ederren Museoa / Museo de Bellas Artes de Álava, Vitoria - Gasteiz.