"Esto no es simplemente estrés. Pero tampoco es ningún parásito. Es un ejemplo claro de lo que se conoce como el signo de la caja de cerillas. El término es de cuando los pacientes acudían al médico con cajas de cerillas vacías y las ofrecían como prueba de los bichos que vivían debajo de su piel. Ahora la gente utiliza bolsas de plástico o fiambreras. O saca fotografías con el móvil. Pero lo que hay dentro sigue siendo lo mismo. Trocitos de piel muerta. Mugre y pelusas. Algo casi siempre demasiado pequeño para ser visible, salvo para una persona cuya mente está dando la espalda a su cuerpo, el cual desgarra y hurga en busca de pruebas de algo que en realidad no está ahí."

Estas son las palabras del Doctor Lansing, un personaje ficticio creado por Kristen Roupenian, autora de Lo estas deseando (L'Altra, en catalán; Anagrama, en castellano), un libro de relatos tan sórdidos como angustiantes que en el 2019 fue aclamado por la crítica literaria. La clave de su éxito fue el cuento viral Un tipo con gatos, una narración perturbadora —abrazada por las representantes del movimiento #MeToo— que dos años antes ya había causado furor después de ser publicada en el New Yorker. Lo cierto, sin embargo, es que aquel no era, ni mucho menos, el mejor y más inquietante relato del libro. Este honor le correspondía a El signo de la caja de cerillas.

El cuento explica la historia de David y Laura, una pareja de enamorados que se muda a California. Allí, la insatisfacción de la joven con su nueva realidad y los dramas cotidianos de la vida en pareja se traducen en unos repetitivos episodios de picores por todo su cuerpo, un martirio que va in crescendo hasta que se vuelve completamente insostenible. Poseída por la idea de que unos parásitos la están carcomiendo por dentro, la protagonista acaba arrancándose parte de la piel de la cara, una dinámica que acaba arrastrando al novio —parte implicada del problema— en el mismo pozo de tormento. Roupenian sabe vestirlo con una especie de clima angustioso que coquetea con la fantasía —de hecho, esta es la gracia de su estilo y del relato—, pero lo cierto es que nada de lo que pasa a Laura es real, sino que sólo existe dentro de su cabeza. Es así como la autora nos introduce de lleno en los horrores de una patología tan desconcertante como real: el delirio de parasitario.

Esta afección, también denominada síndrome de Ekbom en referencia al neurólogo sueco que la identificó, provoca que los enfermos se piensen que su piel está infestada de parásitos, hecho que les lleva a autolesionarse para capturar a unas criaturas que no existen. El delirio, como bien explica Roupenian en el relato, también recibe el nombre del síndrome de la caja de cerillas, haciendo referencia a uno de los objetos donde los afectados guardaban las 'bichos' que habían conseguido recoger. Vinculado estrechamente a la depresión y al estrés, este desorden mental no sólo tiene consecuencias sobre el enfermo —que casi nunca acepta su condición— sino también sobre la gente que lo rodea, que sufre las consecuencias colaterales. Este es, de hecho, el terreno que Roupenian explora con más acierto. Laura y David. Enfermo y acompañante del enfermo. Dar más detalles sobre las turbulencias e implicaciones de este binomio seguramente convertiría este artículo en un spoiler sin fin, de manera que lo dejaremos aquí.