Sevilla (Corona castellano-leonesa), en algún momento del año 1489. Hace 536 años. El mercader y armador valenciano Perot Miquel se establecía en la ciudad. Perot Miquel, que venía de una breve reclusión en los calabozos del gobernador nazarí de Almería por ser una amenaza para los comerciantes locales, no sería el primer comerciante de habla catalana que arraigaría en aquella Sevilla de finales del siglo XV. En aquel momento, Colón todavía estaba inmerso en los preparativos de su primer viaje, pero entre las décadas de 1480 y 1550, un mínimo de 200 linajes de comerciantes de habla catalana —que en el paradigma de familia extensa de la época podían representar unas 2.000 personas— se estableció en el puerto de Sevilla. ¿Qué papel jugaba Sevilla en aquel contexto histórico y por qué su puerto se llenó de mercaderes y armadores catalanes, valencianos y mallorquines?

¿Qué papel jugaba Sevilla a finales del siglo XV?
Sevilla, caput mundi (capital del mundo). Esta divisa presidiría el despegue de Sevilla, que, entre 1450 y 1550, pasaría de la categoría de pequeño puerto regional a plataforma de lanzamiento de todos los viajes atlánticos que partían desde los estados gobernados por la estirpe Trastámara (las coronas castellanoleonesa y catalanoaragonesa). Antes de que Colón pusiera los pies en el Nuevo Mundo (1492), Sevilla ya era el punto de partida y de destino de todos los viajes —expedicionarios o comerciales, de iniciativa privada o de patrocinio real— que recorrían las, entonces, ignotas costas atlánticas africanas, en busca de los puntos de abastecimiento de oro, especias y esclavos —los tres productos "estrella" del comercio de la época—. Esta privilegiada condición sería la causa que explicaría la atracción que despertaba entre los comerciantes y armadores catalanes del momento.
¿Por qué Sevilla?
Una investigación del profesor Miguel Royano Cabrera, de la Universidad de Sevilla (2023), revela que a finales del siglo XV, se produciría la aparición y el establecimiento en la ciudad de familias extranjeras que actuarían como “organizaciones mercantiles y financieras insertas entre los mundos mediterráneo y atlántico en un momento de construcción de nuevos mercados y desaparición de otros”. Esta frase explica que la elección del puerto de Sevilla para devenir la plataforma de lanzamiento de todos los viajes atlánticos no es debida, exclusivamente, a su condición fluvial —que lo hace especialmente seguro—, sino que es también por su posición geográfica: cerca del estrecho de Gibraltar, que, en aquel contexto cronológico, es el punto de unión entre el mercado histórico del Mediterráneo y la nueva centralidad mundial del Atlántico.

Los comerciantes "extranjeros" de Sevilla
La misma investigación revela la existencia de comunidades de comerciantes extranjeros que, tan pronto competían entre sí, como tejían complejas alianzas comerciales. Pero, tanto si se daba una situación como ambas a la vez, aquellas comunidades de comerciantes catalanes (catalanes, valencianos y mallorquines), genoveses, venecianos, toscanos, sicilianos, griegos, franceses, bretones, flamencos o ingleses no se verían afectadas por estas tensiones y enseguida serían el sector más dinámico de la sociedad local. Demográficamente, no debían de ser, en conjunto, más del 10% de la población de la ciudad, pero a diferencia del otro 10% representado por los esclavos de raza negra (Sevilla era la ciudad europea con el porcentaje más elevado de población cautiva), a finales del siglo XV ya ostentaban el poder económico y, con el transcurso del tiempo, incluso ostentarían el político.
Cómo era la Sevilla que conoció Perot Miquel
La Sevilla que conoció Perot Miquel era una ciudad volcada en la actividad del puerto, que, como hemos dicho antes, por su condición fluvial, era mucho más seguro que cualquier otro del litoral marítimo (el candado de orilla a orilla, instalado río abajo, permitía cerrar la navegación e impedir la aproximación de naves amenazantes). Era la primera aglomeración urbana de la Corona castellanoleonesa. Con 80.000 habitantes, triplicaba la población de Toledo —capital del reino— y duplicaba la de Burgos y Medina del Campo, los centros de comercio del interior castellanoleonés. Y rivalizaba con València (90.000 habitantes) y Lisboa (60.000 habitantes) por el liderazgo peninsular. En aquella misma época, Barcelona, que se recuperaba lentamente de los efectos de la peste negra y de los pogromos (siglo XIV) y de las guerras civiles catalanas (siglo XV), censaba 40.000 habitantes.

¿Quiénes eran los comerciantes catalanes? Los Miquel
Perot se estableció en Sevilla y progresó rápidamente. En esta progresión tuvieron mucha importancia sus socios comerciales, los Rois, una familia judeoconversa valenciana dedicada a la banca y muy bien relacionada con la cancillería de Fernando el Católico. Perot comenzó con la exportación de lana en bruto destinada a los telares de València. Más tarde, escalaría con la importación de paños, damascos y estameñas catalanas y seda valenciana, y su venta en Sevilla. Y no solo eso, sino que los Miquel (Perot, padre, y Gaspar, hijo) negociarían la importación de cereal siciliano y de azúcar de Canarias. Según la investigación del profesor Royano, durante la década de 1510-19, los Miquel facturaron más de 1,5 millones de maravedíes, que, para hacernos una idea de lo que significaría, diremos que sería el equivalente al valor de cuarenta edificios en Sevilla.
¿Quiénes eran los comerciantes catalanes? Los Font
Otra de las primeras estirpes catalanas establecidas en Sevilla sería la de los Font (que en la documentación de la época se cita con el apellido castellanizado "Fonte"). Los Font, originarios de Barcelona, se habrían establecido en Sevilla en 1508 y enseguida tejieron una alianza comercial con los Miquel. Se complementaron en la actividad de exportación de lana en bruto —hacia los telares catalanes y valencianos— y en la importación del textil resultante una vez manufacturado. Pero los Font dieron un paso más, que es lo que explica la evolución de estas estirpes: orientaron decididamente el foco de su actividad hacia el Atlántico (importación a Sevilla de azúcar canario y oro de La Española, y exportación al Nuevo Mundo de armas y frutos secos catalanes). Según el profesor Royano, durante la década de 1510-19 facturaron más de un millón de maravedíes.

¿Quiénes eran los comerciantes catalanes? Los Benavent
Los Benavent, originarios de Barcelona, sería otra de las estirpes más representativas del poder comercial catalán en Sevilla. Los Benavent, a diferencia de los Miquel o los Font, eran armadores de tradición familiar. Aparecen en la Baja Andalucía (Cádiz, Jerez, Puerto Real) hacia 1502, y hacia 1510 ya se habrían establecido en Sevilla. Desde un primer momento, se alían con los Miquel y, poco después, con los Font y ponen su flota de naves al servicio de estas alianzas, con resultados económicos espectaculares. No obstante, la investigación del profesor Royano revela que los Benavent se especializaron en logística militar, y cuando ponen los pies en Sevilla, venían de prestar sus servicios en la campaña de conquista hispánica de La Palma (1501). Solo en aquella operación, habrían obtenido un beneficio de 600.000 maravedíes.

Las próximas entregas
En las próximas entregas, explicaremos en qué barrios de la ciudad se concentraron, cómo articularon su poder y cómo progresaron social y políticamente en la escala jerárquica urbana sevillana. Relacionaremos otras estirpes —algunas tan importantes como los Miquel, los Font o los Benavent— y otras situadas en un segundo nivel, a veces subordinado, pero imprescindibles para apuntalar y garantizar el poder de la élite mercantil catalana de Sevilla. Explicaremos cómo Sevilla, a partir del segundo cuarto del siglo XVI, es el trampolín de estas estirpes para acceder al Nuevo Mundo (nunca fueron vetadas) y construir el aparato comercial en las colonias hispánicas. Y explicaremos su súbito final, relacionado con la caída del conventículo de San Isidoro del Campo, una red clandestina calvinista brutalmente desmantelada por la Inquisición.