El 5 de abril de 1994 Kurt Cobain se inyectó heroína y cogió una escopeta del armario. Acto seguido colocó el arma entre sus piernas, apuntó al punto ciego de su barbilla y se pegó un tiro. Encontraron su cadáver tres días después rodeado de latas de cerveza, dos toallas, su carné de identidad asomando por la rendija de su cartera y una nota de suicidio. El artista que iba a revolucionar el rock tenía 27 años y su muerte precipitó la leyenda del Club de los 27 que antes ya habían inaugurado personalidades como Janis Joplin, Jimi Hendrix o Jim Morrison por haber muerto a la misma edad. El líder de Nirvana lleva también la cruz de representar el paradigma del músico suicida: personajes con vidas supuestamente envidiables que han alcanzado el éxito y que, no obstante, "deciden" que ya no quieren vivir.

No es un caso aislado, la lista es larga. Violeta Parra se disparó en la sien. Avicii se autolesionó con el vidrio de una botella. Kim Jonghyun se envenenó con monóxido de carbono. Ian Curtis se ahorcó, igual que Michael HutchenceChris CornellChester Bennington y Keith Flint. Todos estaban en un momento álgido de sus carreras musicales y todos se quitaron la vida. Según los profesionales, el abuso de sustancias, las adicciones, las conductas de riesgo y haber sufrido eventos traumáticos en la infancia son condicionantes que causan y potencian posibles tendencias suicidas, pero todo ello convive bajo un mismo paraguas: los problemas de salud mental, que actúan como factores de riesgo y catalizadores en potencia de cualquier infortunio.

“Las estrellas de música tienen una esperanza de vida de 25 años menos que la población general” explica Rosana Corbacho, psicóloga especializada en la Industria Musical, consejera del Comité de Salud en la AFEM (Association for Electronic Music) y fundadora de M.I. Therapy, una organización que busca difundir la labor de la psicología en el mundo de la música. Corbacho se fija en datos: en un reciente estudio entre artistas y otros perfiles que se dedican a las giras, se encontró que uno de cada cinco conocía a alguien cercano que había muerto por suicidio. No solo eso: en otro estudio de Help Musicians realizado en Reino Unido, el 71.1% de los artistas encuestados había sufrido altos niveles de ansiedad o ataques de pánico, el 68.5% había tenido indicios de depresión y sólo el 30% había pedido ayuda —aunque en los países europeos cada vez existen más iniciativas que velan por el cuidado de la salud mental de los artistas y hay más conciencia sobre la gestión mental individual, según asegura también Corbacho—.

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Chester Bennington, líder de Linkin Park, se quitó la vida en 2017. / CC

“El suicidio entre estrellas de música es muy llamativo pero sólo la punta del iceberg de todo el sufrimiento que hay acumulado", comenta la psicóloga, acostumbrada a hacer terapia con artistas y otros profesionales del sector cultural. Analizando el cuerpo del iceberg, los trastornos más comunes que trata Corbacho en su consulta son la ansiedad, la depresión, el pánico escénico, los bloqueos creativos, la baja autoestima, el abuso de sustancias, la dificultad en las relaciones, los trastornos de estrés postraumático y algunos elementos del pasado que la persona no sabe cómo afrontar. Aunque las causas y realidades son genuinas de cada individuo, sí que es cierto que se manifiestan una serie de patrones relacionados con la angustia y el síndrome del impostor, muy estrechamente vinculados, a su vez, con la aceptación social y la evaluación externa.

Rosana Corbacho, fundadora de M.I. Therapy: "Las estrellas musicales tienen una esperanza de vida de 25 años menos que la población general"

Hay que tener en cuenta, además, que la identidad está prácticamente fusionada con el rol laboral, tal como manifiesta esta terapeuta. "Las personas se describen con su trabajo. La parte positiva es que esto les permite priorizarlo en su vida y les da mucha energía y motivación para dedicarle; el peligro está en que todo lo que sea percibido como algo que pone en riesgo su carrera, va a hacer que la persona entera se tambalee", algo que se ve potenciado por el factor multiplicador y la exposición abusiva en las redes sociales, que dificulta la autopercepción y la diferenciación entre la persona individual y el personaje público. Además, afirma que en las tendencias suicidas también existe una brecha de género: si en la población general el porcentaje de muerte por suicidio entre hombres está entre 3 o 4 veces más elevado que en las mujeres, entre músicos la cifra es mayor. Según la fundadora de M.I Therapy, que este año se encarga de la programación y formación de la Mental Health Awareness Week en la Berklee University, esto se puede explicar por la tendencia masculina a externalizar el malestar en forma de conductas impulsivas, violentas o autodestructivas —abusar del alcohol u otras drogas, llevar a cabo conductas de riesgo o peleas, etc.—, mientras que, estadísticamente, entre el sexo femenino se tiende a internalizar: a la práctica, las mujeres de la industria musical sufren el doble de ansiedad o depresión que los hombres.

Rosana Corbacho   Foto Pablo Gallardo
La psicóloga y fundadora del M.I. Therapy, Rosana Corbacho. / Pablo Gallardo

Un problema que se replica en el mundo de la actuación

Una de las frases que suele utilizar la psicóloga y coordinadora del Grupo de Terapia Breve del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya, Júlia Pascual, es “responsabilízate de decidir quién eres antes que el personaje que interpretas o los demás lo decidan por ti”. En pocas palabras: conócete. Y es que las dinámicas que se manifiestan en la industria musical también se reproducen en el ámbito de la actuación y el cine, con un añadido: en este caso, actores y actrices no solo deben aprender a diferenciar entre persona y personaje público, sino también entre el personaje ficticio. Pasa sobretodo en aquellos perfiles con predisposición a sufrir algún trastorno o con dificultades de autoconocimientogestión emocional antes de meterse en el mundillo de la farándula. "Al no tener una identidad clara y no tenerse a sí mismos como referentes para sostenerse, también son los que tienen más riesgo de suicidio, sobretodo los niños y los adolescentes". Pero Pascual matiza: "es muy importante que no se caigan en causalidades simplistas, porque llegar al suicidio es multicausal".

Júlia Pascual, psicóloga: "Los actores y actrices construyen su avatar y, después de tanto tiempo observándolo, acaban pensando que es una extensión de sí mismos: es decir, confunden su yo digital con su yo real"

También tiene un peso determinante la precarización del sector. Ganarse la vida como actor es difícil en una sociedad que no apoya la cultura como debería y en un sistema que se basa en términos de productividad. Se agudiza por ser un trabajo que se basa más en proyectos temporales que en dinámicas constantes. Y esa es una de las preocupaciones más superlativas de los actores: la angustia por un futuro incierto y la duda constante sobre qué pasará con su profesión —¿me podré dedicar siempre a lo que me gusta? ¿cuando volveré a trabajar? ¿cuándo me darán una oportunidad?—. Según cuenta la psicóloga del COPC, también comparten la sensación de sentirse condenados porque, hagan lo que hagan y muestren como se muestren, sienten que siempre se cuenta con los mismos. "Sienten la angustia de que es un mundo no solamente muy selectivo, si no muy reducido, en el que cuesta mucho entrar y mucho más mantenerse". Esta competencia feroz desemboca en la comparación involuntaria, la sensación de envidia y la resignación por la superficialidad y la dictadura de la inmediatez.

Veronica Forqué
Veronica Forqué murió por suicidio el pasado noviembre. / TVE

Factores que, otra vez, se agravan en redes sociales como Instagram, Facebook, Tik Tok o Twitter. El caso más reciente es el de Verónica Forqué, que el noviembre pasado murió por suicidio tras ahorcarse. Pocos meses antes había participado en el programa Masterchef Celebrities de Televisión Española y, pese a que en las grabaciones ya manifestó algunas características que alertaban de su vulnerable estado de salud mental, la actriz recibió un aluvión de críticas, burlas y humillaciones públicas de las que se hicieron eco las diferentes plataformas. "La realidad virtual acaba con la realidad real, y acaba siendo tan real que los actores y actrices ya no saben distinguirla. Entonces construyen su avatar y después de tanto tiempo observándolo, acaban pensando que es una extensión de sí mismos: es decir, confunden su yo digital con su yo real". Esto, mezclado con un trastorno, puede derivar en consecuencias terribles. Y es que, como manifiesta Pascual, "ser actor no te protege de sufrir cualquier problemática psicológica; los trastornos mentales de la salud afectan a todas las clases sociales, a todos los géneros y a todas las profesiones: son totalmente democráticos". 

¿Cómo gestionar la presión y la fama?

"Para poder gestionar la popularidad es importante poder echar raíces en lo que a la persona le haga sentir humana", confiesa Rosana Corbacho. En unas disciplinas en las que se toma muy en cuenta la validación externa, tanto ella como Pascual coinciden en señalar la importancia de contactar con la realidad del propio entorno y con otras actividades que vivan fuera de los límites del personaje famoso. Ambas también abogan por tener contacto con la naturaleza, gozar de una buena alimentación y priorizar el descanso para solidificar la paz mental y la fricción con la realidad, además de realizar un trabajo importante de conocimiento que permita sortear las opiniones de los demás y no anclarse en realidades paralelas ni en una autoestima basada exclusivamente en los éxitos profesionales. Para ello, es fundamental que los artistas mantengan el contacto con las personas que los conocen sin adornos ni florituras y que se relacionan con ellos con total normalidad.

Es fundamental que los artistas mantengan el contacto con las personas que los conocen sin adornos ni florituras y que se relacionan con ellos con total normalidad

Otro factor que hay que trabajar es el culto a la humildad, la sencillez y la discreción. Júlia Pascual matiza que el narcisismo no deja de ser una huída de uno mismo, que es precisamente lo que estas figuras exitosas deben dejar de hacer: "Deben dejar de escapar de la fragilidad emocional y de la dificultad de relacionarse con ellos mismos, y dejar de buscar la atención, el reconocimiento y el afecto de los demás para darle valor a los momentos de soledad que permiten soportar aquello que les genera incomodidad". Y sobretodo, si se identifican problemas que impiden el desarrollo pleno, pedir ayuda a profesionales especializados lo antes posible.