"No estoy bien". Bo Burnham mira a cámara y llora. Lo único que se me cruza por la cabeza es un "Cari, I know that feeling. No estás solo". Es curioso que un hombre hetero norteamericano treintañero me produzca tanta empatía, pero con toda la mierda que tenemos encima, hay un no sé qué catártico en ver Inside de Netflix.

Aunque nos lo venden etiquetado bajo el paraguas de especial de comedia, dejarlo en eso se queda bastante corto. Judit el otro día me decía que Inside tiene mucho de la lógica TikTok. Fragmentos cómicos musicales y monólogos cortos y rápidos sin transiciones fluidas que Burnham ha juntado en un producto audiovisual de hora y medio que él mismo ha escrito, dirigido, editado y montado. ¿Qué los une? La evolución de su depresión durante el año que se alargó la filmación. Otro millennial triste. Qué sorpresa, ¿no?

Recuerdo cuándo hace unas semanas mi 'Descubrir' de Instagram se llenó de fotos de gente llorando. Bajo el hashtag #aplordepell, una oleada de imágenes de gente atractiva con ojos inflados y narices moqueantes invadió mis redes sociales. La impulsora de la idea, la fotógrafa Clàudia Serrahima explicaba a Gent de Merda que la voluntad era "visibilizar el llanto y la vulnerabilidad" y "normalizar no estar bien".

Me sabe mal porque la tristeza no es un tema muy adecuado antes de la verbena Sant Joan. A veces el calendario es el que es y no podemos hacer más. Pero supongo que está bien forzarnos a hablar de lo que nos incomoda, en la línea de lo que reivindicaba Clàudia Serrahima. Especialmente después de un año donde la salud mental de la mayoría ha seguido el mismo camino que el Titanic. El lunes Argimon avisaba de que los jóvenes y las personas mayores serían los que sufrirían más consecuencias mentales de la Covid-19. Pero antes ya estábamos regular: mientras buscaba como llenar este artículo me asoló un alud de artículos sobre como los millennials ya somos la generación más triste.

Supongo que es por eso que iniciativas como #aplordepell encuentran un nicho de participantes. Estoy fastidiado y lo explico. Lo hago público. Pero estamos todos igual un poco igual, ¿no? ¿De dónde sale este malestar? ¿Qué hacemos? ¿Hay los recursos para tratarlo? Este es un llanto descontextualizado, que no entiendo, porque no se explica; individual, con lo que necesariamente no me tengo que relacionar; que quedado reducido a la participación de un grupo de gente guapa que no tienen nada que ver conmigo...

Lo que hace que me relacione más con un yankee cerrado en una habitación que hace parodia del estado de su salud mental que con gente que vive a dos paradas de metro es que me habla de una angustia generacional. Que sí, que estoy mal porque me ha dejado aquel pavo de cabellera imposible que conocí en Tinder, pero también porque no acabo de ver futuro en nada ni ningún tipo de seguridad en mi vida. Y tú igual, eh. Que sí, que lloro de vez en cuando, pero que el que me come por dentro es la ansiedad.

Mi madre me dirá que es retorcido, pero de una manera extraña, es cómicamente liberador escuchar como Bo Burnham te dice que está en la mierda y que se pasa el día llorando. Oír como comenta de paso que no se suicida porque es para siempre, pero que si fuera para un periodo de 18 meses, no le temblaría el pulso. Como después de sufrir ataques de pánico al escenario durante sus actuaciones se sentía preparado para salir de su guarida y de golpe se acabó el mundo.

Hablo de Inside y de verdad me supera. Porque es buenísima. Pensar que todo es obra de una sola persona me come la cabeza. Mil análisis hablan de su relación con las redes sociales, la crítica social, su valor como pieza fílmica. Pero para los espectadores más terrenales, como yo, más allá que hagan gracia los sketches, lo que hace que nos relacionamos es que hay una evolución y que no enajena el contexto. Sin hablar nunca de la pandemia, Inside transpira pandemia en cada segundo. Una espiral que parte de una visión crítica de él mismo y su papel en el mundo. Un respiro del puto todo irá bien.

 

 

Imagen principal, un fotograma de Inside