Cádiz. Oratorio de San Felipe. 19 de marzo de 1812. Un grupo de diputados que se habían rebelado contra el régimen bonapartista del rey José I promulgaban una carta magna que, tradicionalmente, se ha considerado la primera Constitución española, y que, popularmente, sería nombrada "la Pepa", porque coincidía con la festividad de San José. Pero cuatro años antes, el 7 de julio de 1808, en el Palacio Real de Madrid, el mismo rey José I, mal apodado Pepe Botella, había sancionado la primera Constitución española. La Carta de Bayona, que —a diferencia de "la Pepa" de 1812— estuvo vigente en un amplio territorio y durante un cierto espacio de tiempo (1808-1814), es el verdadero primer texto constitucional de la historia española. Entonces, ¿por qué el nacionalismo español la ha mantenido oculta y nunca la ha dignificado?

¿Qué había ocurrido en Bayona cuando se redactó la Carta?
Uno de los motivos que explican la ocultación de la Carta de Bayona (o el menosprecio más absoluto con el que se la menciona cuando alguien la rescata de la oscuridad) sería su "concepción bastarda", que venía seguida de uno de los episodios más vergonzosos de la historia española: las mal llamadas "Abdicaciones de Bayona". En esas —también mal explicadas— "abdicaciones", los reyes españoles Carlos IV y Fernando VII (padre e hijo, o si se quiere, rey depuesto y rey golpista) le habían traspasado la Corona española al emperador francés Napoleón I. Pero no nos creamos, como nos ha contado la tradición nacionalista española, que Napoleón les usurpó la Corona de forma violenta y amenazadora, como un vulgar bandolero de camino real. Ese traspaso fue una operación comercial que se resolvió a satisfacción de todas las partes. Si no, ¿por qué eso de "rey felón"?
Antes de Bayona
Al principio de marzo de 1808, dos meses antes de las "abdicaciones", el clima político en la corte española de Madrid estaba muy caldeado. Varios cuerpos del ejército francés, comandados por Duhesme, Saint-Cyr y otros prestigiosos mariscales franceses, se paseaban por Catalunya como lo habrían hecho por Versalles. La historiografía nacionalista española siempre ha presentado ese episodio como una "invasión". Pero aquella presencia militar, dejando al margen el objetivo concreto que perseguía, era totalmente pactada, y era una consecuencia de los Pactos de Familia, los acuerdos francoespañoles (la absoluta subordinación española a los intereses franceses) instituidos por Luis XIV y Felipe V a principios del siglo XVIII, cuando París y Madrid habían pasado a ser gobernadas por la misma dinastía borbónica.

El golpe de estado de Fernando
Pero el "mar de fondo" que agitaba los cenáculos del poder de Madrid iba más allá de este hecho. Las clases más reaccionarias de la corte española (las aristocracias latifundistas castellanoandaluzas) estaban enfrentadas al rey Carlos IV y a su ministro plenipotenciario Godoy por sus políticas reformistas. El 19 de marzo de 1808, un mes y medio antes de las "abdicaciones", Fernando VII y las oligarquías aristocráticas de la corte perpetrarían un golpe de estado, reveladoramente llamado Motín de Aranjuez, que se saldaría con el destronamiento de Carlos IV y el cese de Godoy, por una parte, y la coronación de Fernando VII y la depuración de los ilustrados, por otra. Este cambio de guion provocaría cierta inquietud en Versalles. Fernando VII había actuado sin informar al patrón.
La reunión familiar de Bayona
Este es el motivo que explica Bayona. Esa reunión no fue una emboscada, como predica la historiografía nacionalista española, sino una cumbre de estado. Tras el Motín de Aranjuez, los depuestos Carlos IV y María Luisa y el cesado Godoy y su esposa Teresa de Borbón habían huido a Bayona y se habían instalado, voluntariamente, en el castillo de Marraq. Por razones de estrategia política, Napoleón y su colaborador Murat, mariscal de Francia, decidieron que la nueva casa francesa del viejo rey español era un sitio idóneo para celebrar una "reunión de familia". Y hasta ahí se desplazaron, citando también a Fernando VII. Nadie le puso un cuchillo en el cuello al "rey felón". Fernando VII se limitó a obedecer las órdenes del patrón, ya que desde Felipe V, el primer Borbón, España estaba totalmente subordinada a Francia.

Las "abdicaciones"
Napoleón compró la Corona española. Esta es la realidad. Porque en Bayona nadie les puso tampoco un cuchillo en el cuello a los Borbones. De hecho, es importante destacar que Fernando VII acudió libre y alegremente al llamamiento del patrón y, muy reveladoramente, contra la voluntad de las oligarquías que lo habían llevado al poder En Bayona, inicialmente, no ocurrió nada más que la civilizada protocolización de una situación de facto que, unas semanas antes, se había producido de forma violenta en Aranjuez: Carlos IV renunciaba a favor de Fernando VII. Y acto seguido, Fernando le vendía la Corona a Napoleón a cambio del trono-satélite de Florencia (un reino civilizado y arreglado a las antípodas de la España piojosa y asilvestrada del momento), una pensión anual y vitalicia de cuatro millones de francos y una esposa de sangre real: ..."el rey felón".
La Carta de Bayona
Ignacio Fernández Sarasola, profesor de Derecho Constitucional, afirma que la Carta de Bayona no es una constitución, sino una carta otorgada. Y lo argumenta diciendo que fue redactada por Murat a toda prisa, a interés de Napoleón y con un debate limitado a una "pobre representación" de 90 diputados, entre los que no había ninguna de las "mentes más preclaras de los albores del XIX". Pero, en cambio, reconoce que la Carta de Bayona tenía una naturaleza constituyente, debido al vacío de poder provocado por la desaparición del régimen borbónico (el derrocamiento de Carlos IV y la huida de Fernando VII). Y tenía el carácter pactado que se le presupone a una constitución, consagraba la soberanía compartida: el emperador Napoleón, que la cedía al rey José I (soberano "actual"), y el pueblo (soberano "potencial"). Por lo tanto, era una constitución.

Los fueros vascos
José I no fue nunca rey de los catalanes. Tras las "abdicaciones", el emperador Napoleón separó a Catalunya del lote y la incorporó a Francia como una región más. Pero la Carta de Bayona restauró los fueros vascos, que el régimen borbónico estaba limando desde la crisis política de 1793. Un estudio de la Fundazioa Sabin Arana revela que el mariscal Murat, el futuro José I y el propio emperador Napoleón abrieron la puerta de las deliberaciones a los representantes vascos: "en la Junta convocada por Napoleón estuvieron presentes los representantes de los territorios forales y consiguieron que por primera y única vez en la historia se aceptara la existencia de los fueros de Álava, Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra", que fueron compilados en el artículo 144 de la Constitución española. De la de Bayona.