Si hay un catalán que representó como ningún otro el compromiso del artista con el tiempo que le tocó vivir, este fue Pau Casals. Violoncelista y director de orquesta de fama mundial desde bien joven, sumó a su magia musical un fuerte compromiso social y político que lo había llevado, por una parte, a la fundación de la Asociación Obrera de Conciertos, para acercar la música a los trabajadores siguiendo la idea pionera de Josep Anselm Clavé, y, por la otra, a su negativa a tocar en países dictatoriales, como la URSS, la Italia fascista o la Alemania nazi, contra la cual se pronunció públicamente en un momento en que algunos contemporizaban. Al mismo tiempo, a pesar de sus giras internacionales y su vida cosmopolita como estrella de la música que era, nunca olvidó sus raíces catalanas que dio a conocer por todas partes.

Ahora, un lujoso y bien editado volumen, Pau Casals. Música i compromís, firmado por el profesor Josep Maria Figueres, que ha dedicado buena parte de su larga carrera académica en la figura de Pau Casals y aspectos como la historia de la prensa, el catalanismo y la guerra civil, y publicado por Enciclopèdia Catalana recopila, entre otros aspectos biográficos, con material inèdito, la persecución del franquismo hacia el músico catalán.

"Tacaño, masón y judío"

Durante la República, Casals fue objeto de varios homenajes y se convirtió en un símbolo de una Catalunya que quería construir un país más libre, culto y próspero. El 18 de julio de 1936, las noticias del levantamiento militar del ejército de África contra el régimen democrático sorprendieron al maestro ensayando en el Palau de la Música la Novena Sinfonía de Beethoven, que se tenía que interpretar a la inauguración del Olimpiada Popular que se celebraba en Barcelona como protesta contra los Juegos Olímpicos de Berlín. Consciente del momento, Casals suspendió el ensayo no sin antes haber pedido a los músicos y miembros del coro interpretar juntos el último movimiento del Oda a la Alegria. La escena fue recreada en la película Dragon Rapide, de Jaime Camino 

Casals apoyó activamente al bando republicano, aunque la persecución religiosa desencadenada lo afectaba profundamente en sus convicciones –se enfrentó a los milicianos que perseguían a alguno de sus vecinos de Sant Salvador-, y ofreció a heridos y víctimas de la guerra su talento musical en varios conciertos benéficos en el Gran Teatro del Liceo, renombrado como Teatro Nacional de Catalunya. Su compromiso con la democracia y la libertad no evitó que algún crítico vestido de revolucionario le echara en cara "una neutralidad sospechosa", aunque hay que decir que en sus giras internacionales, no dejó nunca de recordar el sufrimiento del pueblo catalán que luchaba contra el fascismo, al cual envió dinero y comida.

Todo esto hizo que Casals fuera señalado por Queipo de Llano en sus brutales emisiones radiofónicas, donde habría amenazado con cortarle las manos, y denigrado en la prensa falangista. Así, Solidaridad Nacional lo incluye en la sección "Fantasmones encarnados", escrita por Miquel Utrillo, que aseguraba que "podrá ser el mejor violoncelista del mundo, pero es también uno de los mejores tacaños que jamás se han conocido. Y, además, se masón y judío. Se decir, un genio senzillamente repugnante".

Articulo difamatorio contra Pau Casals en Solidaridad Nacional/Fons Pau Cassals (ANC). Fundació Pau Casals. Cedides per Enciclopèdia Catalana

Articulo difamatorio contra Pau Casals en Solidaridad Nacional/Fons Pau Cassals (ANC). Fundació Pau Casals. Cedides per Enciclopèdia Catalana

Los ataques contra el hombre que convirtió su exilio en el símbolo del alejamiento de tantos de sus compatriotas, no vinieron sólo de palabra. Si bien más adelante se le intentará seducir para que vuelva al estado español, por la otra se lo incoaba un expediente de responsabilidades políticas, que lo condenó, a pesar de una larga lista de testigos y avales a favor de él, en el pago de un millón de pesetas, rebajada posteriormente en fase de recurso a 250.000 pesetas. Se le había acusado de celebrar conciertos a favor de los republicanos, haber dado dinero al gobierno republicano y haber saludado levantando el puño cerrado.

Pero el asedio en Casals no se acabará aquí. En el libro se muestra un documento lleno de interés de la Dirección General de Seguridad, Jefatura Superior de Policía de Madrid, Brigada Politico-Social, que Figueras ha podido localizar y donde el policía encarregat de redactarlo reconoce la dificultad de reconstruir su actividad y conducta política teniendo en cuenta que había pasado buena parte de los últimos años viajando y que "su prestigio hace que gran número de personas completamente afectas en el Glorioso Movimiento Nacional, miran cono simpatía en el violonchelista, a pesar de reconocer laso faltas políticas a laso que ha incurrido, achacándolas cono disculpable benevolencia, más en sus veleidades artísticas, que a una idea arraigada en sus sentimientos".

A pesar de todo, los policías eran capaces de recuperar uno carta escrita el 1935 por el entonces Encargado de Negocios de la Legación Diplomática republicana a Budapest, airado ante la posibilidad que alguien que en Budapest había mostrado un "antiespañolismo marcado" y había hecho gala de su condición de catalán, pudiera ser nombrado hijo adoptivo de Madrid, como había propuesto el Ayuntamiento de la capital española.

Pau Casals paseando por Prada. c. 1960. Fons Pau Casals (ANC). Fundació Pau Casals. Cedida por Enciclopèdia Catalana

Pau Casals paseando por Prada. c. 1960. Fons Pau Casals (ANC). Fundació Pau Casals. Cedida por Enciclopèdia Catalana

Al punto de mira de los diplomáticos franquistas

Un exiliado con la proyección, amistades y fama internacional de Casals era realmente una piedra en el zapato de la de la diplomacia franquista, que, como ha podido comprobar Josep Maria Figueres en los archivos del Ministerio de Exteriores, llenó páginas y páginas de un seguimiento exhaustivo de la actividad del músico, hasta ocupar cinco voluminosos legajos. Los diversos miembros del cuerpo consolar en contacto con Madrid, seguían la actividad de Casals, así como la repercusión de esta en la prensa de los diferentes países. A menudo este seguimiento iba más allá, consiguiendo boicotear reconocimientos o conciertos, especialmente a medida que la España franquista era homologada internacionalmente.

El seguimiento fue especialmente intenso a partir de su 90.º cumpleaños y de la gira internacional en que interpretó su oratorio El Pessebre, y no acabó hasta la muerte del maestro en su exilio de Puerto Rico. En los diversos documentos se vislumbra la necesidad de neutralizar el efecto político que podía causar la visita del músico, pero, al mismo tiempo, se puede ver también el interés del régimen al conseguir el retorno de Casales para lavar su imagen. Como señala Figueres, el régimen se apresuró a autorizarle el paso para ir a Portugal el año 45, le permitió devolver durante una semana por enterrar a su compañera, Francesca Vidal, el 55 y le otorgó un pasaporte el 61. Mientras tanto, todo eso era compatible con "la censura de sus escritos, la vigilancia obsesiva de sus actividades, el control de su vida pública y la interferencia en los gobiernos de los países donde tiene lugar su actividad pública".

Foto principal: Casals celebrando su 95.º cumpleaños con el matrimonio Alavedra y su esposa Marta en Rio Piedras, el 1971/Fons Pau Casals (ANC). Fundació Pau Casals. Cedida por Enciclopèdia Catalana