El 30 de octubre de 1974 tuvo lugar el combate más célebre de la historia del boxeo. Muhammad Ali (antes llamado Cassius Clay) se enfrentó al campeón del mundo de los pesos pesados, George Foreman, con el fin de recuperar el título que ya había ostentado anteriormente y que había perdido por su negativa a servir al ejército en plena guerra de Vietnam. Ali ganó por KO, aunque los expertos consideraban que no era el favorito, y se convirtió en un mito del boxeo. El combate se celebró en Kinshasa (en el Zaire), por eso fue publicitado como el "Combate en la selva". Fue seguido en todo el mundo y supuso un cambio de modelo en la retransmisión mundial de acontecimientos deportivos. Acudieron muchos corresponsales, entre ellos el periodista Norman Mailer, que escribió un célebre libro sobre aquella épica jornada: El combate. No ha sido traducido al catalán, pero tenemos una edición reciente en castellano en la editorial Contra (El combate).

Mailer en el corazón de las tinieblas

Norman Mailer (1923-2007) fue uno de los grandes periodistas norteamericanos, considerado uno de los grandes innovadores del periodismo. Rompió con la tendencia de los periodistas de retratar la realidad como si no tuviera ninguna relación con ellos y se convirtió en protagonista de sus personajes. No escondía su militancia progresista y se convirtió un icono del movimiento hippy, sobre todo por sus críticas a la guerra de Vietnam. El combate entra de lleno en esta línea. Es un libro sobre boxeo, porque Mailer era muy aficionado a este deporte, pero también es un libro sobre el Zaire de Mobutu, sobre la discriminación de los negros en los Estados Unidos, sobre la mafia del deporte profesional... Y sobre sus propias vivencias en este entorno.

Mailer desde dentro

Mailer viajó a Kinshasa, para seguir el combate en directo. Y se pasó semanas allí, acompañando a los deportistas, persiguiendo a los periodistas, paseando por las calles, asistiendo a los entrenamientos... Todas estas actividades con un grave riesgo para su hígado, porque durante su estancia en Kinshasa, Mailer regó todos los encuentros con muchísima cerveza Primus. Con el fin de ganarse la confianza de Muhammad Ali, incluso fue a hacer footing con él, aunque su forma física no era envidiable. El combate es, también, un extraordinario libro de viajes. Mailer se maravilla por encontrarse en el corazón de África, un continente que encuentra fascinante, a pesar de la angustia de que le producen los retrasos, la desorganización, la falta de bienes esenciales...

El negro blanco

Mailer se consideraba como un "negro blanco". Él mismo era judío y se convirtió en un defensor de la causa de los negros. Se sentía especialmente identificado con Muhammad Ali, que era un gran defensor del movimiento negro. Se había convertido al Islam y se había cambiado el nombre porque creía que era la religión que más defendía a los negros (se convirtió en un fiel seguidor del movimiento de los Musulmanes Negros). El combate entre Ali y Foreman se publicitó, de hecho, como una lucha entre el negro rebelde a la dominación blanca, Ali, y el negro obediente al poder, Foreman (defensor de la guerra de Vietnam y de los valores patrióticos norteamericanos y por eso considerado un tío Tom). El público congoleño animaba claramente a Ali, y también Mobutu, y la mayor parte de los afroamericanos. Pero en el texto queda claro que Mailer, a pesar de ser inicialmente partidario de Muhammad Ali, acaba simpatizando bastante con Foreman. Ali, también. Aunque antes del combate Ali insultaba continuamente a su contrincante, finalmente se hizo amigo suyo.

Explicar aquello que ya se sabe

Cuando Norman Mailer publicó El combate, unos meses después del enfrentamiento pugilístico, todo el mundo conocía los detalles del choque, que había aparecido en todos los diarios y en todas las televisiones repetidamente. Y, a pesar de todo, este libro de Mailer supuso todo un éxito, porque Mailer va mucho más allá del análisis de unas técnicas de combate: trata de llegar al alma de los personajes. Mailer consiguió llevar el reportaje a su máxima expresión.

El mecenas más insospechado

El enfrentamiento entre Ali y Frazier era muy caro, porque ambos pedían unos fuertes pagos. El promotor de la lucha, Don King, decidió buscar financiación en África, y consiguió el patrocinio de Mobutu Sese Seko, el dictador zaireño. Mobutu había inventado la teoría de la autenticidad africana, y quería presentarse como el defensor de los negros del mundo, ante los afro-americanos y ante todos los africanos. Mobutu no ahorró dinero en este combate y en el concierto musical que lo acompañó. El problema es que mientras Mobutu gastaba cantidades ingentes del presupuesto estatal en este combate, la población congoleña sufría auténtica miseria. Obviamente, Mobutu no lo financió con su propio dinero, y eso que era considerado uno de los políticos más ricos y más corruptos del mundo. Y, mientras en el mundo todo el mundo se divertía con el combate, Mobutu llenaba las prisiones zaireñas con opositores. Mailer, en algún momento, se plantea esta contradicción. Otros, mientras tanto, emocionados con el combate, callaban.

El combate en la jungla, en la plantalla

En 1996, 22 años después del enfrentamiento entre Muhammad Ali y George Foreman, Leon Gast estrenó When We Were Kings, un documental sobre el combate. Había pasado todo este tiempo editando la película, y entrevistando a otros asistentes al combate, como el mismo Norman Mailer. El documental, centrado en la figura de Muhammad Ali, constituye a un testimonio excepcional, no sólo de la pelea del siglo, sino también del ambiente que la rodeó: la emoción de la gente de Kinshasa, el concierto previo, las peleas entre los deportistas...

El Bloodstock negro

Paralelamente al combate, se organizó un gran concierto, que tenía que agrupar a los mejores músicos negros de América y de África y que tenía que durar tres días: se le llamó Zaire 74, pero fue anunciado como el "Bloodstock negro". Participaron algunos de los grandes músicos negros americanos: B.B. King, James Brown, Fania All-Stars (con Celia Cruz), Bill Withers, The Crusaders... Pero en esta ocasión algunos de los mejores músicos africanos, auténticos mitos reverenciados en su continente, pero desconocidos en Occidente, tuvieron ocasión de compartir escenario con los americanos y de aparecer a las televisiones de todo el mundo. Eran Miriam Makeba (ya bien conocida en aquellos años) y Tabu Ley (con su grupo Afrisa)... Falló, finalmente, el camerunés Manu Dibango, el rey del soul makossa (pero tocó su clarinete por las calles de Kinshasa). Y quien no podía faltar a la gran cita musical era el gran maestro de la música africana, el congoleño Franco, con su grupo de entonces, O.K. Jazz. El documental Soul Power recuerda aquel concierto, quizás uno de los mayores que se hayan celebrado nunca en el continente africano.