La conciencia antifascista de Miquel Ramos (València, 1979) nació el día que supo que un grupo de neonazis habían matado a Guillem Agulló de una puñalada en el corazón. Miquel sólo tenía 14 años cuando empezó a guardar recortes de diarios que hablaban de la extrema derecha. Durante la veintena fue voz y teclados del grupo Obrint Pas, sembrando militancia. Y ahora es uno de los periodistas más especializados en ultraderecha del país. Las amenazas recibidas nunca lo han frenado, al contrario: han reafirmado su compromiso inquebrantable contra los ultras. Acaba de publicar Antifascistas. Así se combatió la extrema derecha española desde los años 90 (Capitán Swing), una radiografía completa de la violencia indiscriminada de los ultras y de cómo el antifascismo se ha organizado históricamente para combatir la barbarie. Porque ni oblit ni perdó.

Llevamos años escuchando que la extrema derecha volvió con Vox, pero en el libro demuestras que nunca desapareció.
La extrema derecha ya estaba, el problema es que no preocupaba a la mayoría de la sociedad, sólo a los que la sufrían directamente. Ahora la mayoría de la gente se ha dado cuenta de su existencia cuando ha visto que ocupan escaños y que empiezan a tener presencia en los medios. Y aquí está el valor que tienen históricamente los antifascistas, de haber detectado un problema que combatieron con absoluta soledad, y con todos los peligros y consecuencias que eso implicó.

Vox tiene 52 escaños en el estado español. ¿En España hay más de 3 millones de nazis?
No, absolutamente no. No creo que la mayoría de los votantes de Vox sean ni siquiera de extrema derecha. Vox y la gran parte de las extremas derechas a nivel global son profundamente neoliberales. No cuestionan el statu quo, ni las relaciones de poder, ni los privilegios de las clases dominantes, sino todo lo contrario: han venido para mantenerlas. De hecho, ellos utilizan la batalla cultural, los discursos contra determinados colectivos ―el feminismo, LGTBI, personas migrantes, etc.― porque estos reivindican igualdad de derechos. Y la extrema derecha plantea que eso es una amenaza para el statu quo y para los privilegiados, y apelan a otras identidades que no son de clase.
 

Foto: Montse Giralt

¿Prefieren a un migrante rico que a una persona blanca pobre?
Les van bien los dos perfiles. Y por eso te ponen a un político homosexual, para que diga que el problema son los musulmanes, no la homofobia. O te ponen a una persona negra que dice que es inmigrante, que se ha ganado el DNI español y que el problema son los que llegan ahora de países musulmanes. Los fascistas no tienen escrúpulos, utilizan a cualquiera que les haga reforzar estos discursos. No apelan a un discurso de clase porque si alguien de clase trabajadora se preocupara por ver a quién benefician las políticas de la extrema derecha, se daría cuenta de que está votando en contra de sus intereses.

¿Y cómo consiguen absorber el voto del centro y de la izquierda?
Es que estas identidades son importantes para un votante. Hay alguien que se considera antes español y heterosexual que de clase trabajadora, entonces se siente mucho más interpelado por alguien que reivindica estas banderas que por alguien que reivindica las cuestiones de clase. Eso hace que el relato de clase tradicional de la izquierda se diluya, y también viene influenciado por un descrédito de la política institucional.

¿Cuáles son los puntos fuertes de la extrema derecha del siglo XX?
Primero, que en el estado español se les ha aceptado como un actor democrático más que hace opiniones respetables sin ningún tipo de prudencia. Segundo, que están avalados por los grandes poderes económicos, y muchos financian la extrema derecha porque saben que son una garantía para el statu quo, porque no tocan los privilegios de las élites. Y tercero, que la extrema derecha tiene mucha pasta. Y tener mucha pasta te permite tener mucha influencia y tener gente dentro de la judicatura, dentro del estado, dentro de los poderes económicos y dentro de los poderes que no se ven y que mandan tanto o más que los políticos. Es un lobby que copa espacios de poder.

Miquel Ramos: "No todo el mundo se siente interpelado por el antifascismo porque cree que a él no le tocará nunca. Y la historia nos ha enseñado que el fascismo va a por todos, que todo el mundo puede ser víctima"

Nos solemos imaginar que el prototipo de fascista es un hombre blanco, heterosexual, violento y con pocas luces.
En absoluto. Son muy inteligentes. Yo siempre digo que el fascismo no se cura sólo leyendo y el racismo no se cura sólo viajando. La extrema derecha ha viajado mucho y ha leído mucho. Ha leído mucho a la izquierda, la ha interpretado mucho, la ha entendido muy bien y muchas veces utiliza las mismas armas del enemigo para penetrar en determinadas capas de la sociedad donde no llegaría. La caricatura de la extrema derecha como un cuñado de bar es mentira. ¿Existe? Sí, como también existe el skin borracho. Pero eso no representa ni al votante de la extrema derecha y mucho menos a los líderes de la extrema derecha, que tienen muy buena educación, muy buena estrategia y mucha pasta.
 

Foto: Montse Giralt

¿Cómo se articula el antifascismo?
No hay una única manera de ser antifascista. Hay muchas. El mínimo es este consenso de mínimos de tener claro que hay cosas que no son tolerables, como querer quitar derechos a determinados colectivos. Pero el antifascismo es plural. Hay tantos antifascismos como escenarios donde la extrema derecha actúa. Lo que falla es que no todo el mundo se siente interpelado por el antifascismo porque cree que a él no le tocará nunca. Y la historia nos ha enseñado que el fascismo va a por todos. Todo el mundo puede llegar a ser víctima.

El antifascismo es mucho más que una estética determinada.
Eso es fruto del cliché, de la caricaturización del antifascismo como una tribu urbana. El antifascismo no es una tribu urbana ni responde a un único perfil, hay muchas maneras de hacer antifascismo. Cuando bandas de skins neonazis se dedicaban a dar palizas, quizás sí que hubo unos colectivos determinados que se pusieron delante y lo detuvieron. Hoy día, reducir el antifascismo a una manifestación en la calle es no entender la dimensión del problema. Vox no se detiene con una manifestación. Reducir el conflicto a una batalla urbana es perderse el 90% de la película.

Miquel Ramos: "En algunas ocasiones, la violencia ha servido para parar la extrema derecha"

¿Es legítimo utilizar la violencia para combatir el fascismo?
El uso de la violencia es un debate que se ha tenido no sólo en el antifascismo, sino en todos los movimientos sociales a lo largo de la historia. Una reflexión que el estado no ha hecho nunca, al contrario: siempre ha justificado cualquier actuación violenta contra la disidencia, y nunca ha pedido perdón cuando se ha sobrepasado. ¿La violencia es una herramienta que ha parado la extrema derecha en algunos momentos? Rotundamente, sí. ¿Eso justifica que la violencia sea la herramienta habitual o que esté legitimada en cualquier escenario y contra cualquier cosa que se considere fascista? Obviamente, no. 

Pero algunos miembros de las fuerzas de seguridad sí que han utilizado la violencia y simpatizan con grupos de extrema derecha. Ni las instituciones catalanas ni las españolas se inmutan.
No tienen ningún interés y se permite absolutamente. Falta voluntad absolutamente por parte de las instituciones para fiscalizar sus fuerzas armadas. Xavier Vinader decía una frase, que tenía toda la razón del mundo: que la extrema derecha llega allí donde el estado no puede llegar. Hace el trabajo sucio. El estado entiende la extrema derecha ―sobre todo la violenta― como un problema de orden público, más que como un problema político.
 

Foto: Montse Giralt

A ti la ultraderecha te ha amenazado.
He estado muchos años firmando con seudónimo. Yo escribo sobre extrema derecha desde hace más de veinte años y empiezo a firmar los artículos hace menos de diez, gran parte de mi carrera periodística está sin firmar por prudencia. El hecho traumático de vivir en un contexto como los años noventa, donde tenías que ir con mucho cuidado y donde sufrías la violencia y vivías en esta tensión constante, te crea una personalidad. Y esta personalidad la voy gestionando conforme pasa el tiempo de la mejor manera que puedo. No te negaré que hay un proceso personal en todo esto y que se vive con tensión. Pero aprendes a gestionarlo y a convivir con eso, tomando tus medidas, pero sobre todo teniendo muy claro que yo no dejaré que todo eso me impida seguir pensando como pienso, seguir trabajando como trabajo, y seguir diciendo lo que digo.

A pesar de seguir recibiendo amenazas.
Con las redes sociales es muy fácil hacerse un perfil anónimo y amenazar. Hace que sea más habitual que haya amenazas desde la cobardía que ofrece el anonimato. Pero como más público eres, más protegido estás. Es mucho más fácil atacar a alguien anónimo que atacar a una cara pública. Una de las virtudes de la gente que nos dedicamos a investigar la extrema derecha y combatirla es que hay una solidaridad y un apoyo mutuo brutal, y sin eso posiblemente muchos de nosotros no haríamos este trabajo. Es importantísimo este calor y este apoyo. Aparte de las personales, pienso que es el principal motor de la motivación para seguir haciendo lo que hacemos.

Miquel Ramos: "He estado muchos años firmando con seudónimo"

¿Los medios de comunicación banalizan el fascismo?
La espectacularización de la información facilita que la extrema derecha sea constantemente noticia y protagonista, porque estimula muy bien el espectáculo: dice cualquier burrada y tienes un titular al que la gente clicará. Y eso es dinero, porque los medios de comunicación son empresas que quieren visitas. No tienen que dejar de hablar de la ultraderecha, pero sí que tienen que dejar de ponerle el micro para que diga cualquier cosa. Tu deber como periodista es contrastar la información, y sabiendo que la extrema derecha se basa en la mentira para difundir el odio, tienes la obligación y la responsabilidad moral de combatirla.

Algunos dirán que eso es coartar la libertad de expresión.
Es que los medios de comunicación no son pizarras en blanco donde llega cualquiera y escribe lo que quiere. Pasan por el filtro del periodista, que escoge qué es noticia y qué fuentes utiliza. El periodismo está muy precarizado y eso también implica una autocensura por miedo a perder el trabajo, pero si tú adobas el terreno con los marcos y los discursos habituales de la extrema derecha, ya lo tienen hecho y recogerán esta psicosis colectiva en las urnas. Que una persona en Guadalajara se sienta más interpelada cuando le dicen que los catalanes se quieren independizar que cuando le dicen que le sacarán las pensiones, demuestra que tenemos un gran problema informativo.

¿Se te ha pasado alguna vez por la cabeza renunciar?
No. Nunca. Tengo las cosas muy claras y lo he dicho bien claro siempre: no dejaré pasar ni una.
 

Foto: Montse Giralt