Fosas comunes que todavía guardan los restos de soldados republicanos represaliados, tapias de cementerio donde se ejecutaron a presos sentenciados, márgenes de caminos donde fueron enterrados aquellos que fueron llevados a hacer un "paseo", campos de concentración donde murieron centenares de personas de inanición y enfermedades... El fotógrafo Miquel Gonzalez quiso visitar los escenarios de la represión franquista de todo el Estado español para averiguar hasta qué punto estos lugares guardan la memoria del pasado. El resultado es Memoria perdida, una exposición de fotografías, que se puede ver en el Castillo de Montjuïc hasta el 11 de septiembre, y el libro de mismo nombre. La exposición se compone de unas 50 imágenes, a menudo frías, asépticas, como lo son los espacios que ilustran, pese a la tremenda carga emocional que acumulan.

Camp de la Bota I. Barcelona. Los días 9 y 10 de octubre de 1936, las autoridades republicanas fusilaron aquí a 44 soldados que habían participado en el golpe militar. Entre 1939 y 1952, el régimen de Franco fusiló a 1.717 personas ante lo que una vez fue un parapeto de 40 metros de largo en la playa. El Camp de la Bota desapareció cuando se rehabilitó y se le cambió el nombre para construir el Parque del Fòrum (descripción del propio fotógrafo, Miquel Gonzalez).

Historias de dolor

La exposición documenta brevemente cada uno de los lugares que presenta. En algunos se hace referencia a episodios de violencia colectiva: ejecuciones en la tapia de un cementerio, fosas que contienen presos republicanos no identificados... Pero, además, en algunos casos el fotógrafo relata historias particulares de personas represaliadas. Los fusilados toman cara: tienen nombre, familia, profesión. Y dejan de ser simples números. La barbarie deja de ser abstracta. Y el paisaje donde pasaron los hechos toma adquiere otra fisonomía.

Barranco del Carrizal, Órgiva, Granada. El 2003 allí se construyó un dique, oficialmente para evitar que los residuos bajasen por el barranco hacia el embalse. Durante las obras aparecieron restos humanos en la superficie y siguen apareciendo cuando hay periodos de lluvias fuertes. El 11 de agosto de 1936, Manuel López López, teniente de alcalde de Lanjarón, y sus hijos Antonio y Félix, murieron fusilados por la Guardia Civil y los falangistas, y desaparecieron en este barranco. Un tercer hijo, Miguel, fue asesinado más abajo, en el valle, dos semanas después. En este barranco, unas 4.000 personas fueron asesinadas y enterradas en cal viva (descripción del propio fotógrafo, Miquel Gonzalez).

Enterradas bajo el cemento

Es muy interesante ver qué conservación tienen estos lugares. La excepción son los lugares como el Cementerio de la Pedrera del cementerio de Montjuïc o el Campo de la Rata de la Coruña que han hecho constar algún recordatorio a las víctimas de la brutalidad. La mayoría de espacios no tienen ningún recordatorio especial. Hay algunos escenarios de la represión que se mantienen intactos: alguna tapia de cementerio todavía conserva los agujeros de los tiros del pelotón de fusilamiento. Pero muchos han quedado sepultados bajo el cemento, con la construcción de infraestructuras: carreteras, AVE... Muchas de ellas son infraestructuras recientes. Nadie consideró que valía la pena pararlas para enterrar dignamente a los muertos... El fotógrafo explica que en un terreno de Las Regueras, en Asturias, donde también había fosas comunes, los campesinos dejaron de labrar, porque cuando lo hacían salían los huesos de los muertos. Decidieron consagrar las tierras en pastos... La plaza de toros de Badajoz, escenario de la salvaje represión de la columna del ejército del África del general Yagüe, ha sido convertida en un centro de convenciones; de la misma forma, el Camp de la Bota, donde se ejecutaron más de 1.700 personas, fue barrido para dar paso a la plaza del Fòrum. Aquí, es casi invisible la placa en recuerdo de todos los fusilados, que incluye un verso de Màrius Torres que acaba con "Yo quiero la paz pero no quiero el olvido". Y lo más escandaloso de todo: continúa en pie, y consagrado a homenajear al dictador, el Valle de los Caídos, donde metieron los cuerpos de más de 12.000 personas, muchas sin el consentimiento de sus familias.

114.000 heridas abiertas

Dicen que todavía hay 114.000 víctimas del franquismo enterradas en fosas en todo el Estado español. Incluso la ONU ha criticado los pocos esfuerzos hechos por los sucesivos gobiernos en este ámbito, a casi 43 años de la muerte del dictador. Durante todo el tiempo de gobierno del PP se bloqueó la apertura de fosas mediante el bloqueo de la financiación de estas actividades. La Generalitat, en cambio, potenció la excavación de fosas y un banco de datos de ADN para identificar los cadáveres encontrados. La exposición de las fotografías de Miquel Gonzalez ayuda a denunciar la ignominia. Y a recordar que queda una asignatura pendiente. Hasta que los muertos republicanos no estén dignamente enterrados, no podremos considerar enterrada la dictadura.

 

Foto de portada: Valle de los Caídos III (Cuelgamuros). Madrid. El Valle de los Caídos es la mayor fosa común de España. Fue construido con el trabajo forzado de los presos políticos e inaugurado el 1 de abril de 1959, y contiene los restos de 33.833 personas, provenientes de toda España. Los cuerpos de 12.410 personas no identificadas fueron trasladadas aquí sin que lo supieran sus familias (descripción del propio fotógrafo, Miquel Gonzalez).