¿Cuál es el papel de los museos y las exposiciones en el siglo XXI? En una época en que cualquiera puede ver obras de arte con su móvil desde casa o desde el metro, ¿ha cambiado la función de los centros museísticos? ¿Qué pueden ofrecer? Meet Vincent Van Gogh, la exposición que se muestra a una carpa ubicada al Pla de Miquel Taradell (en el barcelonés Port Vell), lo tiene muy claro. Hay que apostar por las nuevas tecnologías y por dinámicas participativas con el objetivo de que el visitante pueda disfrutar de una experiencia diferente del arte. La exposición, creada por los responsables del Museo Van Gogh de Amsterdam, estará abierta hasta el 2 de junio. El precio de la entrada oscila entre los 9 y los 15 euros, y la visita está diseñada en catalán, castellano, inglés y chino. Las entradas se pueden adquirir en la taquilla o por internet.

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Diferente

Dos carteles presiden la entrada de la carpa, y se irán reproduciendo en todas las salas: "Se puede tocar" y "Se pueden hacer fotos". Esta es una exposición pensada para pasearse con el móvil y para difundir la visita a través de las redes sociales. Pensada para millennials. El visitante se puede subir a la cama en la reproducción del cuadro La habitación. Pero también se puede fotografiar al lado de los famosos girasoles, o con un grandioso Campo de trigo con cuervos. La idea central es que el visitante se sienta inmerso en el universo vital y pictórico de Van Gogh. Así, también se puede hacer una fotografía ante una gran imagen que presenta el hospital psiquiátrico de Saint Romieg, hasta el punto de sentirse como un interno en el centro, un compañero de Van Gogh. Además, se pueden tocar unas reproducciones fidedignas de algunas obras de Van Gogh en 3D, de tal forma que cualquier visitante puede experimentar la textura de sus cuadros, como antes no la podían experimentar ni los grandes especialistas en el tema. Y una instalación interactiva permite al visitante mirar un anchísimo abanico de cuadros de Van Gogh en una pantalla, y acercarlos tanto como quiera para ver los detalles más insospechados.

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En primera persona

Meet Van Gogh, a pesar de todo, es mucho más que una exposición espectacular. Se trata de un proyecto hecho con grandes especialistas en Van Gogh, basado en una investigación muy seria. Mediante las audioguías, el visitante es guiado por la vida y la obra de Van Gogh, sobre todo a partir de su correspondencia y de testimonios de gente que lo conoció de muy cerca. Una figura emerge en un lugar destacado: la de Theo Van Gogh, el hermano del pintor, que tenía una estrecha relación con él (y que fue el antepasado de los creadores del museo de Amsterdam). Gracias a estos testimonios privilegiados, se consigue recrear de forma bastante completa el itinerario vital y artístico del pintor, aunque hay cierta tendencia a aislarlo de su entorno y a presentarlo sin mucho análisis desde el punto de vista artístico.

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Foto: Jeffrey Steenbergen.

Bajo tutela

Esta es una exposición pensada para ver con audioguía, lo que facilita que pueda ser visitada por gente que habla lenguas diferentes. Pero eso obliga a hacer una visita muy pautada, tanto con respecto a los tiempos en que uno se puede detener en las diferentes obras, como en las diferentes lecturas de la exposición. Aquí, nada queda al azar. El visitante es esmeradamente adoctrinado para que salga con una visión determinada de Van Gogh. No hay espacio ni para la duda, ni para la divergencia, ni para la disgresión... Por otra parte, las decoraciones en algunos casos más que resaltar las pinturas, tienden a ocultarlas. La gente mira más la reproducción de la habitación de Arles que el mismo cuadro La habitación. En algún caso, el arte queda en un segundo plano ante la vida vertiginosa e inestable del pintor holandés. Y, como era de esperar, el recorrido acaba en una tienda de souvenirs donde se espera que el visitante llene su casa de elementos vangoghianos, previo pago, obviamente. En los últimos compases de la exposición se muestra un vídeo en que se explica que Van Gogh tuvo grandes dificultades para vender cuadros en vida (en la exposición se repite que en numerosas ocasiones la famlia lo tuvo que ayudar económicamente), para después explicar que una obra de Van Gogh superó récords de cotización y se llegó a para por él, en una subasta, 55 millones de dólares. Con un punto de humor negro, el público es animado a aumentar la valorización de las obras de Van Gogh con la compra, sinó de un original, como mínimo de una taza, de un peluche o de un bolso.

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Una vía

Walter Benjamin ya reflexionó, en 1936, sobre qué hacer con la exhibición de arte a partir del momento en que la técnica permitía hacer reproducciones exactas de prácticamente cualquier pieza. Si la gente va a los museos, actualmente, es para sentirse ante la presencia de una pieza original, única, y no porque aquel objeto le produzca una emoción que no le provocaría una reproducción (centenares de cuadros falsos han pasado años colgados en los museos sin que nadie se diera cuenta de ello). Los museos han estado durante mucho tiempo centrados en el fetichismo, en el suministro de una experiencia única basada en el contacto místico con el original. Meet Van Gogh va más allá. Sin originales, intenta que el visitante vaya más allá de la simple visualización de la obra. Como exposición, no se libra de algunos excesos: algunos de los elementos decorativos tienen un tono excesivamente kitsch, el uso de siluetas para reconstruir algunos pasajes de la vida del artista tienden a infantilizarlo... Incluso hay recursos que quedan infrautilizados: la idea de poner espejos para que la gente se dibuje autorretratos es poco realista: pocos visitantes se apuntan... Ahora bien, esta exposición nos obliga a reflexionar sobre la forma de mostrar el arte en pleno siglo XXI y sobre las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para atraer al público y para interpretar el arte. El uso de piezas de gran tamaño, que dominan al espectador, es una estrategia muy efectiva; ofrece al visitante una cosa que la contemplación del arte en una pantalla de móvil o en un libro de texto no le ofrece. Consigue una inmersión plena en el mundo del arte. Esta exposición no es perfecta, pero abre vías interesantes para difundir la cultura. Meet Van Gogh, sin duda, preludia lo que serán las exposiciones artísticas del futuro. Vale la pena pasarse por ella.