Mathias Énard (1972) nació en Francia. En la universidad cursó estudios sobre Oriente Medio, y durante algunos años viajó por diferentes países de Próximo Oriente. De 2000 a 2010 vivió en Barcelona, y ejerció como profesor de Árabe en la Universitat Autònoma. Incluso tiene una novela que transcurre en la capital catalana: Carrer Robadors. Ahora se dedica profesionalmente a la escritura. Últimamente vive en Francia, aunque viaja mucho por el mundo. Acaba de publicar Brújula (en Random House en castellano y en Empúries en catalán), el libro que en el 2015 ganó el premio Goncourt, uno de los galardones más prestigiosos de la literatura francesa. Se expresa en un catalán impecable, aunque con un fuerte acento francés, y transmite una gran pasión cuando habla del Oriente Próximo.

 

¿Se considera como un francés de Barcelona?

Soy un francés extraño. He pasado más años fuera de Francia que dentro de ella. Mi mujer es catalana: nos conocimos en Siria, nos casamos en el Líbano y después nos instalamos en Catalunya. Así, sí, en cierta medida, soy un francés de Barcelona.

Presenta, ahora, en Catalunya, su libro Brújula. ¿Porqué este título? ¿Cree que vamos perdidos?

Orientarse no quiere decir encontrar el Norte, sino encontrar el Oriente. Esta es una brújula muy especial, que apunta hacia el Este, no hacia el Norte.

La relación entre los dos lados del Mediterráneo es, también, una especie de gran historia de amor"

¿De qué trata el argumento del libro?

Es el relato de una noche de insomnio de un musicólogo vienés, Franz, en que este va recordando su gran amor por una chica que se llama Sarah y también sus viajes por Oriente. Pero, por otra parte, en su relato Franz acaba retratando un mapa amoroso de los intercambios culturales entre Oriente y Occidente a nivel de arte, literatura y música... Porque la relación entre los dos lados del Mediterráneo es, también, una especie de gran historia de amor.

¿De dónde le viene esta fascinación por el mundo árabe y por el Oriente Próximo?

Estudié árabe y persa en París, en la Universidad; pero yo creo que si escogí estos estudios fue porque siempre había tenido una fascinación por el exotismo, por Oriente, por los viajes... Estudiar traducción era un pretexto para ir allí. Y al fin, fui. En la facultad donde estudiaba había posibilidades de becas e intercambio, y los aproveché para hacer estancias en Egipto, en Irán, en Siria...

Su libro implica un largo itinerario por Viena, Estambul, Damasco, Teherán, Sarawak... ¿Conoce todos estos lugares?

Sí, he estado en todos ellos. Pero no nos confundamos: el libro no es autobiográfico. Yo no me parezco a Franz o a Sarah, pero sí que utilizo mis propios viajes para explicar los escenarios que aparecen en el libro. He vivido o visitado todas las ciudades que salen en Brújula. Y todas me han impactado, aunque de forma diferente. Las que más encuentro a faltar son aquellas donde más tiempo he vivido, como Damasco y Alepo.

¿Podríamos definir su libro como un canto de amor a Oriente?

Más que de Oriente me gusta hablar de los países y culturas del Este del Mediterráneo, porque Oriente sería más difícil de definir. Pero en cierta medida sí que es un canto de amor. Se trata de un canto a los intercambios entre Este y Oeste. Un canto de amor a la posibilidad de enriquecerse en el contacto entre el uno y el otro, una cosa que tiene mucho que ver con aquello que pasa en el amor entre personas.

Los estudiosos de hoy son muy realistas con lo que se refiere a las relaciones entre poder político y militar y el poder académico"

Una parte importante de su libro es un repaso a los especialistas en estudios orientales europeos. Usted es especialista en culturas orientales, pero critica la violencia de los orientalistas...

Esta es una parte importante de la historia que explico en Brújula. Yo soy un descendiente de los orientalistas del siglo XIX, pero soy un descendiente muy crítico de lo que fue este periodo: un momento de dominación cultural, económica y política de Europa sobre Oriente Medio. El movimiento orientalista participó de la aventura colonial. Ahora nos encontramos con un paradigma muy diferente. Ya no hay orientalistas como tales, y los estudiosos de hoy son mucho más críticos que los de entonces: son mucho más realistas con respecto a la reflexión sobre las relaciones entre el poder político y militar y el poder académico.

¿El protagonista de Brújula, en el fondo, es un europeo perdido en Oriente?

El protagonista, Franz, tiene alguna cosa del clásico estudioso de gabinete, que está más a gusto en su casa con los libros que en contacto directo con el mundo real. En cambio el personaje femenino, Sarah, es muy diferente: ella va en busca del absoluto. Se pierde en una aventura intelectual, en un nomadismo difícil de mantener. Yo estoy entre los dos, entre Franz y Sarah. Todos tenemos un punto de Franz y un punto de Sarah. Todos tenemos un punto por el descubrimiento aventurero de Sarah, y un punto de inclinación por la investigación tranquila y segura en sus libros que tiene Franz.

En Brújula el narrador escribe en un momento determinado "Oriente como resiliencia, como búsqueda de la cura de un mal oscuro, de una angustia profunda. Una búsqueda psicológica. Una búsqueda mística sin dios, sin ninguna otra trascendencia de las entrañas del yo". ¿Usted usa Oriente como metáfora?

Este fragmento es una metáfora psicológica a partir de la experiencia vital de algunos de mis compañeros en estudios orientales. Mucha gente que emprende estos largos viajes hacia otras realidades, en el fondo tiene la voluntad de encontrar una resiliencia a sus propios males. No siempre funciona. A veces acaba en un fracaso. Al final, en este viaje, uno sólo encuentra aquello que lleva con él mismo. Muchos de los místicos que he conocido y que iban a buscar la verdad en Oriente Próximo, al final volvían a Europa más desconcertados de lo que habían salido. Porque lo que los había empujado hacia el Este, más que una búsqueda de algún elemento de Oriente, había sido la búsqueda de una ilusión que diera sentido a su vida.

Usted debe ser un apasionado de la música y de la historia, que juegan un papel central en Brújula.

La historia y la música son mis pasiones, desde siempre. Soy un melómano apasionado desde mi infancia y comparto estas pasiones con Franz. Por eso, para escribir este libro, he aprovechado muchas cosas que ya conocía, que no eran nuevas para mí. El único elemento que para escribir este libro he tenido que trabajar más a fondo es el orientalismo musical, porque es el menos conocido; sabemos mucho menos sobre él que sobre el orientalismo en arte y en literatura. He tenido que hacer una investigación profunda, que me ha llevado mucho tiempo, pero que me ha llenado mucho.

Tengo una gran admiración por la gente que encuentra la fuerza en la experiencia de la fe o de la práctica mística"

En sus obras tiene un papel importante la religión. Pero en cambio el protagonista de Brújula es agnóstico. ¿Usted cree? ¿Echa de menos la creencia en alguna cosa superior?

Yo no soy creyente, pero me encuentro bien con la religión y con los religiosos. Los textos religiosos me apasionan, pero también algunas formas de devoción, como la relación con el milagro... Las historias de santos, cristianas o musulmanas, son fascinantes. Tengo una gran admiración por la gente que encuentra la fuerza en la experiencia de la fe o en la práctica mística, sean cristianos, budistas o musulmanes... Entre los religiosos he encontrado a mucha gente apasionante.

¿Brújula es un juego de espejos que nos habla más de las miradas entre Oriente y Occidente que del propio Oriente?

Es imposible hablar de Oriente o de Occidente sin este juego de espejos. Oriente no es sino un conjunto de imágenes que hemos creado desde Occidente para definir lo que somos nosotros y lo que son los otros. Lo que me interesa más no es que sean dos mundos separados, sino que entre ellos hay una gran continuidad geográfica y cultural. Y continuamente ha habido importaciones de elementos que con el tiempo han pasado de una cultura a la otra. De hecho la simbiosis es tan grande que ambos ya son inseparables.

La intolerancia es una cosa internacional, propia del ser humano y no patrimonio de una cultura en particular"

En sus obras no queda nada clara la dicotomía Occidente tolerante – Oriente intolerante que algunos difunden.

Esta dicotomía es, justamente, un cliché orientalista: se ve Oriente como un universo complicado, intolerante... Pero la intolerancia es seguramente una cosa internacional, propia del ser humano y no patrimonio de una cultura en particular. Europa ha conseguido ampliar el Estado de derecho, y eso es importante. Pero Europa se está comportando como si fuera una isla, y no tiene ninguna conciencia de lo que pasa al Este o al Sur del Mediterráneo. Nuestros dirigentes no tienen una visión abierta e incluyente de Europa. Hace unos años, ni siquiera eran conscientes de que lo que pasaba en Damasco acabaría por afectarnos. Si tú piensas como si vivieras en una isla, sin relacionarte con nadie, no estás preparado para este tipo de situaciones.

Al protagonista de Brújula parece que el Oriente se le haga inalcanzable; no consiga llegar a él como desea. ¿El mundo es tan insatisfactorio como parece en su novela?

En estos momentos, para alguien que se ha pasado media vida en Siria, es un momento difícil. Te están sacando, destrozando, una parte de tu vida cada día. Franz ve que su universo, salido del Oriente clásico, está cambiando de una forma drástica. Y eso le hace sentir una inmensa soledad que sólo los recuerdos y la pasión por Sarah pueden poblar.

La situación en el Oriente Próximo, después de las primaveras árabes, es muy triste"

¿Como experto en Oriente Próximo, qué piensa de la actual situación en el Mediterráneo?

Empecé a escribir el libro cuando la guerra de Siria ya había estallado. La situación después de las primaveras árabes es muy triste. Aparte de Túnez, que sale adelante, todo el resto de países están hechos un desastre: Libia, Yemen, Egipto... Es un poco desesperante.

¿Como ve ahora mismo la situación de Siria?

Hasta hace unos días había la esperanza de que se consiguiera una tregua. Pero no hay ninguna voluntad de los rusos para avanzar hacia la paz. Y eso es muy triste, porque a corto plazo no veo ninguna solución a la violencia. Bashar el-Ásad quiere reconquistar el territorio perdido como sea, y no veo cómo se le podría parar. Lo más triste es el cinismo absoluto de los rusos: esperan el fin de la conferencia de la ONU para bombardear. Hay una gran cobardía de la comunidad internacional.

Los grupos del DAESH actúan como un grupo de piratas"

¿Y qué piensa del DAESH, del Ejército Islámico?

Son piratas. Representan la forma del Islam más globalizado: reclutan por redes sociales, son muy eficaces en la comunicación corporativa... Es un movimiento muy posmoderno, a pesar de que a ellos lo que les gustaría es ser como los compañeros del profeta en el siglo VII. Estos grupos actúan como un grupo de piratas. Su supuesto Estado funciona sólo para obtener mujeres, joyas, dinero... Y como los piratas desaparecerán, o se harán más pequeños y seguirán dedicándose a la piratería...