Hace una semana hablábamos de The Wire como la mejor serie del siglo con la excusa de una lista elaborada por la BBC que la colocaba en la primera posición. Pues bien, hoy toca hablar de la segunda, Mad Men, que seguía de cerca en la obra de HBO, plataforma que también aparece en la historia de esta serie, pero de una manera diferente.

Los Soprano, A dos metros bajo tierra, The Leftovers, o ahora Succession son claros ejemplos del buen ojo que HBO ha tenido siempre para las ficciones de gran calidad. Pero cuando Matthew Weiner, que precisamente había sido guionista de Los Soprano, les presentó la idea de una nueva serie sobre hombres engalanados que fumaban mucho, los responsables de la plataforma no la quisieron comprar, porque les pareció que no pasaban muchas cosas. Al final, Mad Men acabó en AMC, y siete temporadas y cinco Emmys al mejor drama después, no hay duda que aquella decisión de HBO fue un error histórico.

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Bajo la superficie

Sí, es verdad, en Mad Men no ocurren muchas cosas. Al menos en la superficie. No hay mucha acción, ni tramas excesivamente complejas, sencillamente describe la vida de los dirigentes de una empresa de publicidad en la Nueva York de los años 60.

Lo que aquellos ejecutivos de HBO no supieron ver es que el verdadero jugo de la serie se encontraba bajo la superficie. Por un lado, porque está llena de subtexto. Cada plano, cada objeto y cada línea de diálogo están llenos de significado, y estos pequeños detalles acaban teniendo más importancia que los aparentes argumentos principales.

Por otro lado, y siguiendo con las apariencias, la serie no está rellena de conflictos externos porque donde realmente brilla es en los internos. Todos los personajes pretenden saber cuál es su lugar en el mundo mientras luchan por dentro para encontrarlo. Una mentira con la que nos podemos sentir identificados y que Mad Men captura a la perfección a través de su protagonista.

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Don Draper

Don Draper es un hombre misterioso y carismático que tiene una gran habilidad: la venta. Esto le permite ser un excelente trabajador en su empresa publicitaria Sterling Cooper, pero también le ayuda a esconder a los demás quién es él realmente.

Porque en su interior, Draper es un hombre que busca algo que no encontrará nunca, y al mismo tiempo es un nostálgico de un tiempo que tampoco ha existido. Contradicciones realmente complicadas que solo un actor de la talla de Jon Hamm podría retratar.

Y su personaje solo podría cargar con el peso de toda la serie. Pero no lo hace, porque le acompañan unos secundarios de lujo, lleno de hombres sin escrúpulos, como Peter y Roger, y de mujeres secretarias que lucharán para hacerse un lugar en este mundo de hombres, como Peggy y Joan.

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Cambios en los roles de género

De hecho, a al personaje de Peggy Olson (Elisabeth Moss) lo podríamos considerar como a coprotagonista, porque su ascenso a lo largo de la serie es paralelo a la pérdida de rumbo de Don Draper. Mientras ella consigue tener claro lo que quiere a pesar de parecer muy insegura al inicio, él no sabe ni qué busca aparentando tenerlo todo controlado.

Lo que se establece a través de estos dos protagonistas es un excelente retrato de los cambios en los roles de género de los años 60, donde las mujeres pasan de ser ninguneadas y discriminadas a profesionales con quién competir para los hombres blancos, ricos y heterosexuales que tenían el mundo a sus pies y que ahora se les desmorona (a pesar de seguir siendo mucho más privilegiados).

Y es que lo que convierte Mad Men en una obra maestra es que mientras "no pasa nada", como decían los ejecutivos de HBO, alrededor pasa todo: una sociedad entera cambia. La serie lo captura a la perfección, a través de la ambientación, de la ropa, de los diálogos dinámicos y de la forma de actuar de los personajes. Del mismo modo que The Wire conseguía llegar a la esencia de la vida de las calles de Baltimore, Mad Men consigue lo mismo con la sociedad cambiante del Nueva York de los 60. La podéis encontrar en Amazon Prime.