Barcelona, 23 de septiembre de 1930. Víspera de la festividad de la Mercè. Hace 94 años. El régimen dictatorial del rey Alfonso XIII y del general Berenguer (el relevo del general golpista Primo de Rivera) tocaba campanas de réquiem, y los líderes políticos exiliados tomaban posiciones sobre el terreno, delante la más que previsible posibilidad de una apertura democrática (cómo acabaría siendo), para evitar desesperadamente el fin de la monarquía (que no conseguiría evitar). En aquel contexto de expectación (y de aparente permisibilidad), el diputado Francesc Macià i Llussà, fundador y líder del partido independentista Estado Catalán, exiliado desde el golpe de Estado de 1923 y el enemigo número uno del régimen dictatorial español, llegaba discretamente a Barcelona.

No obstante, durante los dos días siguientes (24 y 25 de septiembre de 1930), el futuro presidente se dio varios baños de masas que alertaron el aparato represor del régimen. Según la prensa de la época (La Vanguardia, edición del 28/09/1930), el día 24 (festividad de la Mercè), Macià comió en "un conocido y céntrico restaurante de la ciudad", acompañado de Jaume Aiguader (que medio año después se convertiría en el primer alcalde independentista de la historia contemporánea de Barcelona) y de Ventura Gassol (que, también medio año después, sería el primer conseller de Cultura de la restaurada Generalitat). La misma prensa relata que, durante aquella mañana, fueron entusiásticamente aclamados por las calles de la capital catalana.

Macià retorna a Barcelona por segunda vez (marzo, 1931). Fuente Blog Libertad
Macià vuelve a Barcelona por segunda vez (marzo, 1931) / Fuente: Blog Libertad

¿De dónde venía Macià?

El paréntesis dictatorial impuesto por Alfonso XIII y Primo de Rivera (1923-1930/31) imprimió un giro totalmente inesperado a la política española. Los partidos dinásticos (el Liberal y el Conservador, con todas sus variantes), que habían dominado la política española desde la llamada Restauración borbónica (1874), desaparecieron para siempre. En Catalunya, la Liga Regionalista, un partido fundado para conducir el país hacia la recuperación del autogobierno (1901) y que había ganado la condición de bastante política hegemónica (1907) tampoco pudo resistir la erosión destructiva del vendaval dictatorial. Algunos de sus dirigentes más destacados colaboraron en la comisión de aquel golpe de Estado y tiraron a la basura toda la obra de Prat de la Riba.

En cambio, durante aquel paréntesis dictatorial, Macià había dibujado un camino radicalmente opuesto. Mientras la Liga se desintegraba en la clandestinidad, Macià —que se había exiliado como el representante de un independentismo minoritario— adquiría, a pasos de gigante, una dimensión política colosal. La gira por los Casales Catalanes de América (1925), los Hechos de Prats de Molló (1926) y el juicio de París (1927) habían situado Catalunya y sus reivindicaciones nacionales en las portadas de los principales rotativos europeos. Desde "El Caso de los Catalanes" (1712-1714), Catalunya no había estado en boca de la opinión pública europea. Macià, tan solo con su genio y su determinación, había conseguido lo que Cambó, con todos sus recursos y contactos, había sido incapaz de hacer.

¿Por qué Macià era el enemigo número uno de la monarquía dictatorial española?

Macià era detestado por el poder español, principalmente, por dos causas. La primera era su profesión. La España atávica y eterna (la familia real, los diputados conservadores, las oligarquías latifundistas y las jerarquías militares) no podían entender que un exoficial del ejército español se hubiera entregado a la causa independentista catalana. Lo interpretaban como un fenómeno monstruosamente antinatural. El profesor Josep Maria Solé i Sabaté, catedrático de la Universidad de Barcelona y uno de los máximos especialistas en el estudio de esta etapa histórica, afirma que, en tiempo de la II República (1931-1939), el general Franco detestaría al presidente Companys, pero quien odiaría profundamente, desde la época dictatorial, sería el presidente Macià.

Alfred Bosch, a su biografía novelada El abuelo, dice que Macià "era un hombre capaz de poner una nación de pie con un puñetazo encima de la mesa". Y esta era la segunda causa por la cual era odiado. Macià sumaba a sus innatas condiciones de líder, los valores del entusiasmo y de la confianza (que tenían cierto componente militar), y eso causaba un gran desasosiego en los cenáculos del poder español. Desasosiego que se transformaba en desprecio y odio, porque al interpelar la conciencia de los catalanes (tratándose de Macià, podría utilizarse la expresión sacudir), automáticamente ponía en cuestión la unidad española, es decir, el pretexto que justificaba el poder de las clases oligárquicas españolas: el vestuario de la España atávica y eterna.

Macià en Girona. Fuente Ayuntamiento de Girona
Macià en Girona / Fuente: Ayuntamiento de Girona

¿Qué pasó con Macià?

La misma prensa relata que el día siguiente de la festividad de la Mercè (25 de septiembre de 1930), Macià, su esposa Eugènia Lamarca y su hija pequeña Eugènia (que habían viajado con él desde el exilio de Bruselas) se reunieron para comer en casa de su hija mayor y de su yerno y de los tres hijos de la joven par, en un piso situado en la primera planta de la calle Provença, 293. Macià fue confiado porque no había cometido ningún delito en suelo español, más allá de la naturaleza delictiva que la justicia española le imputaba por su ideología independentista. Y porque las responsabilidades por los Fets de Prats de Molló habían sido sentenciadas por la justicia francesa, y el gobierno francés no había aceptado nunca las peticiones de extradición de la monarquía dictatorial española.

Mientras los Macià-Peyrí comían en el piso de la calle Provença, el aparato represor español, formado por el inspector Antonio Toribio y tres policías de paisano, hizo acto de presencia en la finca. La prensa relata que la actitud perdonavidas de los policías españoles, opuesta al genio del coronel Macià (todavía conservaba el rango), generó una fuertísima discusión en el rellano de la escalera, que llamó la atención de todos los vecinos. Y en aquel instante los vecinos perdieron el miedo y empezaron a tirar objetos contra Toribio y sus policías, hasta que Macià, con su genio, paró aquella lluvia que iba por el camino de convertirse en un linchamiento. Macià pactó acabar de comer y, acto seguido, marcharse con el vehículo de un amigo y simpatizante hacia Francia.

Los generales Berenguer i Despujol. Fuente Wikimedia Commons y My Heritage
Los generales Berenguer y Despujol / Fuente: Wikimedia Commons y My Heritage

Macià y el aparato represivo español

Toribio y los policías dejarían documentado que se aseguraron de que Macià y su familia atravesaban la frontera hispanofrancesa por la Jonquera. Pero el verdadero propósito del aparato represor del régimen en Barcelona no era expulsar al odiado Macià, sino que a Francia les hiciera el trabajo sucio. El teniente general Ignacio Maria Despujol Sabater, que concentraba los cargos de capitán general de Catalunya y gobernador civil de Barcelona, estaba convencido de que Macià (que había sido expulsado de Francia después del juicio por los Fets de Prats de Molló), al aplastar suelo francés sería detenido por ruptura de la condena. Despujol no quería confiar nada a la suerte e informó al prefecto departamental de los Pirineos Orientales.

La chapucera emboscada española

Pero las autoridades francesas leyeron a la perfección a la chapucera emboscada española y no cayeron. El prefecto de Perpinyà no tan solo no ordenó la detención de Macià, sino que, hábilmente, le gestionó unos billetes con destino a Bruselas (la residencia de los Macià en el exilio) en el tren capaz de atravesar Francia en el menor tiempo posible. Seis meses más tarde (marzo, 1931), Macià volvería a Barcelona para ganar las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 y restaurar el autogobierno de Catalunya (liquidado en sangre y fuego en 1714). En cambio, Despujol sería destituido de sus cargos y no volvería a tener relevancia social y política hasta después de la guerra civil española (1939), cuando el estado español era gobernado, de nuevo, por un régimen dictatorial.

El juicio de París (1927) por|para los Hechos de Prats de Molló. Fuente Fundación Josep Irla
El juicio de París (1927) por los Fets de Prats de Molló / Fuente: Fundació Josep Irla