Carme Riera vive en Barcelona, pero Mallorca sigue siendo su tierra. Con cincuenta años de trayectoria todavía no se le han acabado las ganas de escribir. Se nos ha convocado, a la prensa, para hablar del primer escrito retrospectivo y autobiográfico que ha hecho la autora, Gracias. Cincuenta años después (Alfaguara). El ensayo, como su nombre indica, es una mano tendida de agradecimiento a los lectores que la han seguido durante cincuenta años, desde 1975, cuando se publicó el libro de cuentos Te deix, amor, la mar com a penyora, hasta hoy. Publicó aquel libro sin tener treinta años, y no ha dejado de publicar y escribir desde entonces.

Después de publicar Dins del darrer blau, Riera preguntó a Joaquim Molas si debía continuar escribiendo. Molas le respondió que sí, sin duda: la autora ya formaba parte del canon catalán

"Gracias es una palabra muy bonita, sobre todo cuando la dices de verdad, y no como cortesía. En el ensayo he usado un lenguaje muy llano, también como una forma de agradecimiento." Pilar Beltran, la editora de Edicions 62, nos dice que el libro es cortito, pero valioso, "porque abre la puerta a la intimidad del proceso de escritura y al reto de la página en blanco". En efecto, en Gracias Riera habla de las influencias que ha tenido, de las lecturas que ha hecho y de lo que ha supuesto para ella hacer literatura, con todas las dificultades que conlleva. Riera dice que aprecia especialmente los ejemplares antiguos de Te deix, amor, la mar com a penyora, y que en una ocasión firmó una primera edición a un hombre muchas décadas más tarde: era el libro que había comprado a su difunta esposa. En los años 70, la recopilación de cuentos supo llegar a la generación de la autora. El domingo 28 de septiembre a las 13.15 h la autora conversará con Gemma Ventura; después, la actriz Joana Vilapuig realizará una lectura dramatizada del clásico de Riera. Será en La Semana del Libro en catalán, en el paseo Lluís Companys de Barcelona.

Se ha escrito un superventas

Te deix, amor, la mar com a penyora se ha reeditado casi cuarenta veces y se ha traducido mucho. La escritora admite que sin aquel primer gran éxito, sin el boca a boca que la acercó a millones de lectores, probablemente se habría quedado en el ámbito de la investigación: es estudiosa de la literatura, en concreto de Cervantes. Riera compaginaba la escritura con la docencia, y enseñaba en la universidad, siempre castellano y literatura castellana. Allí coincidió con el estudioso de literatura catalana Joaquim Molas. Ella no era seguidora suya, “porque hacía castellana”, pero aun así se acercó al catedrático y le preguntó, después de publicar Dins del darrer blau, si debía seguir escribiendo. Molas le respondió que sí, sin duda: Riera ya formaba parte del canon catalán.

Riera es autora de 15 novelas, y Gracias es el primer texto retrospectivo. Lo ha publicado simultáneamente en castellano con Alfaguara, que también ha aprovechado para reeditar Te deix en castellano después de muchos años.

Quien la convenció de escribir en catalán fue la profesora Aina Moll, que además de impartir las horas lectivas convencionales, también daba clases de catalán. La generación de Riera no estudió en catalán en las escuelas, pero Moll le dijo que sus poemas serían mejores si, en lugar de hacerlos en castellano, los escribía en catalán de Mallorca, que es el suyo y el que había oído de su abuela. Riera utiliza mucho el recurso de la memoria oral, y de hecho en Gracias nos cuenta que cuando era niña tardó tiempo en aprender a escribir: en lugar de leer en voz alta en clase, como le pedían las monjas, ella se lo inventaba. Sus padres llegaron a creer que tenía dificultades de comprensión, pero solo tenía un exceso de imaginación. Un día, su padre le leyó un poema de Rubén Darío, y eso lo cambió todo.

No le pagaron ni un céntimo de su éxito superventas. En 1978, la editora Carmen Balcells llamó a su puerta, le dio lo que se merecía —y la editorial Laia se hundió.

Gracias… a la Transición

La primera editorial que tuvo, Laia, era muy fruto de su tiempo. Cristianos socialistas que fumaban todo el día y se miraban en el espejo de París. El Mayo del 68 no quedaba tan lejos, al fin y al cabo. No le pagaron ni un céntimo de su éxito superventas: con el dinero de la venta de Te deix, amor, la mar com a penyora, los editores de Laia compensaban los costes de las obras de Víctor Mora. En 1978, la editora Carmen Balcells llamó a su puerta, le dio lo que se merecía —y la editorial Laia se hundió.

Balcells, para los despistados, fue la agente literaria de todos los autores latinoamericanos en Barcelona, piensen en Vargas Llosa y García Márquez. Visto con perspectiva, sorprende que Balcells no convenciera a Riera de escribir en castellano, pero no lo hizo. La autora sí admite que, en esta reedición castellana, la editora de Alfaguara y ella se plantearon quitar ciertas referencias a la moralidad nacionalcatólica que en la España de hoy cuestan de entender. Finalmente, optaron por dejar la obra intacta, igual que en la versión catalana. Dicen que es una marca de los tiempos, pero no extraña que dudaran sobre si era mejor eliminar ciertos pasajes. Como escribí en aquel artículo a propósito de Montserrat Roig, las obras de los setenta que evocan las rémoras franquistas han envejecido un poco mal, y hoy parece que necesitamos notas a pie de página. En cualquier caso, el ensayo Gracias tiene esa euforia del final del dictador y de la Transición, y está lleno de anécdotas y de figuras conocidas.

Riera nos recuerda que la homosexualidad (que aparece en Te deix, amor) estaba prohibida, que había hombres en la cárcel por ser gais. También apunta que había analfabetismo, que podría haber nacido en Argel (a pocos cientos de kilómetros de Mallorca) y no habría llegado nunca a convertirse en escritora. Es feminista y progresista de las de entonces, y me atrevería a decir que su patria es la Transición de los años de juventud.

Carme Riera, 50 años después

Te deix, amor, la mar com a penyora pasó la censura franquista, y aquí está el comentario que hicieron los censores. Me parece pertinente añadirlo:

Narraciones muy originales y con calidad literaria. Transpiran cierta sensualidad, pero sin llegar a ser pornografía, el cuento de las lesbianas está contado como si se tratase de dos amantes normales y se descubre el secreto en la última línea. Hay una alusión política en la pág. 37 y otra de simpatía hacia Marx en pág. 103, pero ambas muy tangenciales sin demasiada malicia y se diluyen en el contexto perfectamente tolerable.

Me he imaginado, por unos instantes, que me tocaba hacer el trabajo de censora de novelas, que seguro que es mucho más agradable que otros trabajos, y que además en un contexto dictatorial parece la única vía para tener acceso al pensamiento (a cambio de privar de él al resto de ciudadanos, claro). En todo caso, digámoslo: es decepcionante, eso de “perfectamente tolerable”. Si fuera Carme Riera casi me avergonzaría. Pero también es verdad que el dictador ya era viejo y empezaba otra época. Con la euforia de la Transición que venía, no es extraño que autores como Riera se contentaran con haberse escapado de la censura.

Riera nos adelanta que tiene tres proyectos en marcha, y que uno es, precisamente, una distopía sobre el turismo en Mallorca, “aunque no gustará mucho a algunos”, dice. Se refiere a los hoteleros, claro. Le digo que a los mallorquines me parece que sí, que les gustará, y enseguida responde con un tono tibio, en la línea contraria de lo que me imaginaba: “muchos de los que dicen que están hartos del turismo serían los primeros que sufrirían si no viniera ningún turista, porque es la única industria que hay”. El problema es que esa sea la única industria que existe, pienso, pero no hace falta insistir.

Los otros dos proyectos incluyen una biografía de María Padilla (una noble castellana del siglo XIV) y un libro sobre los viajeros en Mallorca. Antes de despedirnos todavía le pregunto sobre la literatura femenina, si aún cree en ella. “Creo en la literatura”, responde.