Las protagonistas de las películas de Hollywood siempre han sido mujeres que se enmarcan en los cánones de belleza que se nos han impuesto. Blancas, esbeltas y jóvenes. Gemma Ruiz Palà (Sabadell, 1975) echaba de menos un referente de una mujer madura, y como no lo encontraba, ha decidido crearlo. Los clubes de lectura, las salas de los cines, los patios de butacas de los teatros están llenos de mujeres que sobrepasan la sesentena, pero ellas, raramente, son protagonistas de las historias que se explican en las películas, obras de teatro o en los libros. Durante el discurso de Emma Vilarasau en los Premios Gaudí, galardonada por Casa en flames, la actriz catalana reclamaba más papeles para mujeres de su edad, ya que consideraba que si el cine incorporara mujeres de edades más avanzadas se neutralizaría el miedo a envejecer y las mujeres podrían dejar de castigarse los cuerpos para retrasar este momento, que, por otro lado, es inevitable. Y esta es la historia de Una dona de la teva edat (Proa) protagonizada por una escultora neoyorquina (Kate) que decide dejar atrás el rol de esposa y cuidadora para situarse como protagonista de su vida y retomar la vocación que había tirado por la borda. Con sesenta años se rebela, viaja a la Bienal de arte de Venecia, y decide abrazar la vida sin pedir perdón mientras gestiona las vicisitudes de la menopausia y vive una relación de amor intergeneracional en la ciudad más, tópicamente, romántica del mundo.
"Me siento muy afortunada por poder escribir", la periodista y escritora, galardonada con el Premio Sant Jordi por Les nostres mares, y autora de Argelagues y Ca la Wenling hace dos años que aparcó el trabajo en TV3 por una excedencia y se dedica, exclusivamente, a escribir, de hecho, su última novela la ha gestado en las residencias literarias Woodward Residency de Nueva York y en la Emily Harvard Foundation de Venecia: "Tienes que ir vendiendo muy continuamente para poder tener este privilegio, es muy difícil vivir solo de escribir en catalán". En esta entrevista hablamos de los referentes en los cines, la menopausia, las relaciones sexuales en la madurez, los cánones de vejez, la turistificación de ciudades como Venecia, Nueva York y Barcelona y de las relaciones intergeneracionales.

La protagonista es una mujer de unos sesenta años, que decide dejar atrás las responsabilidades que la sociedad le ha impuesto. Y por primera vez se centra en su proyección laboral y se va a la Bienal de Venecia a exponer sus esculturas. ¿Por qué has elegido una protagonista de esta edad?
Quise escribir la protagonista de Hollywood que no he visto y que me habría gustado ver, porque vamos muy cojas de estos referentes, no vemos el envejecimiento de las mujeres. Emma Vilarassau, cuando ha recogido todos los Premios del Mundo por Casa en Flames, ya lo ha ido diciendo.
Que nos quedemos desactivadas sexualmente cuando dejamos de ser deseables para el canon es un engaño. Seguramente si alguien nos mira con cara de deseo, descubrirá otra cosa. El problema es que se nos ha dicho que no somos deseables a ciertas edades
Todas las protagonistas de tus libros hasta ahora eran catalanas, a Kate la has hecho americana. ¿No podía ser una escultora intelectual de Sabadell?
Siempre me la imaginé americana, porque esa era la película que yo quería ver. Me imaginaba a una americana en círculos intelectuales, por lo tanto, tenía que ser de Nueva York. Habría podido ser de Sabadell, pero no era tan “peliculero”. Yo lo quería un poco “peliculero”, fíjate en la portada.
Todo esto se manifiesta en esta falta de referentes que puedas envidiar. Todos necesitamos espejos para atravesar las etapas de la vida
Hemos mamado una educación emocional que viene de las películas de Hollywood.
Sí, que nos ha enseñado cómo ser jóvenes, cómo es el amor, un amor romántico que hemos ido interiorizando. Pero hay un vacío, no se nos enseña cómo envejecer. Y ya no con dignidad, sino con muchas más cosas. Con actividad a todos los niveles también sexualmente, con alegría, con retos, con creatividad. En los clubes de lectura que hago, las mujeres de sesenta, setenta e incluso de ochenta años tienen una plenitud de segunda vida que es envidiable. Pero no te explican que será, incluso, envidiable, envejecer. Solo nos cargan de estrés, que si las arrugas, cremas, rutinas que tenemos que hacer, cómo nos tenemos que esconder que estamos cumpliendo años. Como si cumplir años no fuera motivo de orgullo. Todo esto se manifiesta en esta falta de referentes que puedas envidiar, al final todos necesitamos espejos para atravesar las etapas de la vida.

Las mujeres de unos sesenta años son las que llenan los clubes de lectura, las salas de los cines, los teatros y las que ven las telenovelas; pero ¿por qué no son nunca las protagonistas de las películas, las obras de teatro o de los libros?
El envejecimiento es uno de los grandes tabúes en contra de las mujeres. La menopausia también es un gran estigma y un gran tabú. Y es esta construcción que nos dice que cuando hemos perdido capital sexual, cuando hemos perdido la belleza, cuando hemos perdido la esbeltez y cuando hemos perdido la juventud, ya no servimos para nada. Y en contra de esto, la verdad es que entran muchas ganas de rebelarse. Es una construcción que hay que deconstruir.
La menopausia no es una enfermedad, es una lata, que si estuviera mejor estudiada y a nosotras nos dotara de más herramientas para sobrellevarla, iríamos mejor
En el libro reivindicas que las mujeres de unos sesenta años también tienen una vida sexual muy plena.
La menopausia es un obstáculo a muchos niveles. No es una enfermedad, es una lata, que si estuviera mejor estudiada y a nosotras nos dotara de más herramientas para sobrellevarla, iríamos mejor, pero ya sabemos que todo lo que es el terreno feminizado, la ciencia dedica menos dinero, menos recursos, menos estudios. La menopausia es una lata, pero no es el final de nada. Y tampoco es el final de la actividad sexual, de hecho, son los hombres los que necesitan química cuando llegan a una edad, el clítoris no envejece, es un órgano que está ahí para darnos placer hasta que nosotras queramos. Por lo tanto, que nos quedemos desactivadas sexualmente cuando dejamos de ser deseables para el canon es un engaño. Seguramente si alguien nos mira con cara de deseo, descubrirá otra cosa. El problema es que se nos ha dicho que no somos deseables a ciertas edades.
Desestigmatizar la menopausia solo puede ser algo positivo
¿Qué no se ha explicado de la menopausia?
Yo creo que no se ha explicado prácticamente nada porque llegamos al 2025 sin información. Esto te deja muy sola, te deja muy falta de conversación y creo que ahora se está abriendo esta conversación pública. Y esto solo puede ir a nuestro favor. Saber información, compartirla, decir las cosas en voz alta, desestigmatizar la menopausia solo puede ser algo positivo.
Hay una escena del libro donde la protagonista tiene relaciones sexuales con un hombre que por edad podría ser su hijo. Ella se desnuda en el lavabo, se mira en el espejo y le da miedo no ser deseada, por la maldita presión estética. Sorprendentemente, el chico con quien está, que es milenial, la hace sentir muy cómoda. ¿Crees que hay un cambio de paradigma entre generaciones?
Yo creo que sí, que hay muchos chicos jóvenes que tienen otra mirada, que tienen otra conciencia sobre esto y sí, ya se está entrando en otra dinámica. Muchos chicos están haciendo un cambio, quieren escuchar, quieren aprender, tienen otra aproximación, saben qué es la presión estética. Están al día de las costras que se nos incrustan. Hay mucha juventud que tiene otra actitud, mucho más desprendida, mucho menos encorsetada que cuando nosotros éramos jóvenes.

Pero todavía está muy mal visto que una mujer tenga una pareja hombre mucho más joven que ella.
Esta educación emocional que nos han dado las pelis, cuando hay una relación intergeneracional, hombre mayor, mujer joven, se ve tan natural, pero no lo es nada, que las chicas muy jóvenes se enamoren de hombres muy mayores. En cambio, cuando es al contrario, primero, que hay muy pocas, segundo que están muy estereotipadas, siempre están muy juzgadas negativamente, muy criminalizadas, siempre acaba mal. No puede haber una relación sana intergeneracional con una peli. Ahora empieza a girar un poco, porque también hay más guionistas y directoras mujeres; está cambiando quién accede al relato. Pero, claro, nosotros lo vemos también con unos ojos de extrañeza porque no se nos ha naturalizado como sí se nos ha naturalizado el otro tipo de relación. Mira Leonardo Di Caprio, que si no tienes veinticinco años ya no tienes nada que hacer. Alba, no sé cómo vas tú, pero yo ya estoy fuera de carril, ya no puedo ser su novia.
Las feministas pueden ser merecedoras de grandes historias de amor
Es una novela romántica y feminista. ¿Son compatibles ambos términos?
No sabía que me había quedado tan romántica. Sí que pueden ser compatibles con todas sus contradicciones también, y con todos sus retos. Las feministas pueden ser merecedoras de grandes historias de amor.
La trama transcurre en Venecia, ¿qué relación tienes tú con la ciudad?
Venecia es una ciudad que conozco bastante bien porque siempre voy a las Bienales de Arte y quería que ella fuera artista y explorar también todo esto, cómo están representadas las mujeres mayores en el mundo del arte. Es decir, si tienen el lugar de honor que se merecen o todavía estamos como en la época de las guerrilla girls reivindicando dónde están las mujeres en los museos. Y sí que están presentes, pero siempre se tienen que buscar más con lupa. También quería tocar las narices al mundo del arte contemporáneo. Venecia es un lugar donde confluyen muchas contradicciones de nuestro mundo contemporáneo, muchas incoherencias personales. La gente que hace arte con conciencia o arte voluntariamente sostenible, pero a veces la huella carbónica que dejas yendo a Venecia...., hay muchos artistas que van con un jet privado o con un super barco. La turistificación masiva está acabando con la gente de Venecia.
Hay una relación Venecia-Barcelona con los movimientos antituristificación. ¿Te preocupa el modelo de turismo que hay aquí en Barcelona?
Me preocupa que la gente no pueda vivir en Barcelona. Hay una parte de responsabilidad del turismo y de no regular que sea sostenible y sea vivible una Barcelona turística. Se está expulsando a muchísima gente de la misma ciudad.
El libro lo has escrito en las residencias literarias Woodward Residency de Nueva York y en la Emily Harvard Foundation de Venecia. Hace un par de años que te dedicas exclusivamente a escribir. ¿Te puedes ganar bien la vida?
Me pasó que Les nostres mares se vendió mucho y eso me dio un colchón para poder vivir este período de mi vida extraño, pero muy bonito y me siento muy afortunada de poder escribir. Tienes que ir vendiendo muy continuamente para poder tener este privilegio, es muy difícil vivir solo de escribir en catalán.

¿Cómo fue la experiencia de escribir en Nueva York y Venecia?
Va muy bien estar fuera, la distancia, ya no solo para hacer un poco de trabajo de campo y pisar las calles de las que estás hablando, sino porque no tienes nada más que hacer, y por lo tanto la concentración es máxima de lunes a domingo.
Les nostres mares fue el libro más vendido del año. ¿Sientes la presión de volver a ser un éxito de ventas?
No, porque la presión me la pongo yo independientemente de las ventas. Tengo que hacer un libro que esté 100% convencida y satisfecha de cada una de las letras. Esa es mi presión, mi autoexigencia. Aquel Sant Jordi que viví será muy difícil de repetir, estoy muy agradecida y muy contenta de haberlo vivido; los próximos Sant Jordis deportivamente celebraremos los éxitos de los compañeros y de las compañeras.

Cuando ganaste el Premio Sant Jordi hacía diecinueve años que no se galardonaba a una mujer. Esta semana se han entregado los premios Nobel y solo dos mujeres han sido premiadas. ¿Qué pasa con las mujeres, no se las reconoce lo suficiente?
Es muy difícil, porque intervienen muchísimos factores. Lo único que nos queda es irlo señalando. Darle la vuelta a esto es titánico.