Carla Simón le está dando el pecho a su hijo y contesta mis preguntas. Hoy está en su casa, en la Garrotxa. Hemos quedado para hablar por Zoom, pero la noche antes ha llovido fuerte en su pueblo e Internet viene y va. "Cuando hay tormenta, internet va muy tocada", me explica. Mejor recurrir al teléfono de siempre. Alcarràs, los Oscar, la nueva generación de cineastas mujeres catalanas, el pregón de mañana de la Mercè 2022... Me caen las preguntas de los bolsillos. "Son unos días un poco intensos", se sincera. Acción.

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¿Necesitas parar?
Bueno... (risas) Estoy acostumbrada a este ritmo, lo que pasa es que ahora las cosas han cambiado: soy madre, no duermo y tengo menos energía que normalmente. He aprendido, sin embargo, que cuando hay estrés, se tiene que hacer una cosa tras la otra y poco a poco.

¿Has aprendido, sin embargo, a decir que no?
Me cuesta mucho. Pensaba que aprendería, pero sin embargo... no. He tenido que encontrar fórmulas.

Alcarràs de Carla Simon, un drama rural que ha llegado a Hollywood / Foto: ACN

¿Cómo?
Encontrar a alguien que me lleve la agenda y filtre. Mucha gente me pide cosas y, para esta gente, aquello que me piden es lo más importante. Y seguramente lo es, pero ahora, aunque intento llegar a todas partes, me es completamente imposible. Las 24 horas del día no darían para llegar a hacer todo lo que me piden.

¿Echas de menos algo de cuando no eras una directora tan reconocida?
El espacio creativo. Ya viví una situación parecida con Estiu 1993 (Verano 1993), y ahora me siento mucho más preparada. Entiendo que todo este estrés, que con Alcarràs ha llegado a un nivel superior, es una cosa pasajera. Pero las películas tienen una vida y llegará un momento en el que pasará esta atención y volveré a encontrar el silencio en el que refugiarme y recuperar mi espacio creativo.

Las películas son cosas que llevas dentro durante años. Mi cine es de cocción lenta

¿Cuál es la parte del proceso creativo de dar vida a una película que más te gusta?
El momento que más me gusta son los ensayos con los actores. Es un momento muy íntimo con ellos, y muy libre, donde todavía no hay presiones ni de tiempo ni de dinero. Escribir los guiones me gusta, pero no es una experiencia fácil.

¿No es fácil escribir o no es fácil hacer salir los sentimientos con la escritura?
Yo hablo de la escritura pura y dura. Es un trabajo muy solitario —aunque el guion de Alcarràs lo escribí con Arnau Vilaró— con muchos momentos de crisis. Momentos en que cuesta ponerse delante del ordenador y encontrar el hilo que mejore lo que ya habías escrito.

Carla Simon en el rodaje de Alcarràs / Foto: ACN

¿Tienes muchos guiones olvidados en el disco duro del ordenador?
Sí, claro. Y por suerte. Poco a poco irán saliendo.

¿Cuándo intuyes que una historia es la buena?
Eso se siente o no se siente. Pero sobre todo es una cuestión de que si una idea perdura en las semanas y yo le voy dando vueltas y más vueltas, quiere decir que se tiene que hacer. Contrariamente, a veces tengo una idea que me parece increíble y al día siguiente ya no me resulta tan genial. Enamoramientos fugaces de los que te olvidas pocos días después. Para mí, las ideas que perduran en el tiempo son las que se acaban haciendo. Ideas que se transforman mucho y que al final no tienen nada que ver con cómo eran al principio.

¿Cómo era Alcarràs al principio?
Fue una idea que me surgió mientras escribía Verano 1993. Y la película que estoy preparando ahora, incluso antes. Las películas son cosas que llevas dentro durante años. Mi cine es de cocción lenta.

De cocción lenta y desde el yo.
De momento, sí. Imagino que llegará un día en que ya no será tan personal. Para mí es muy importante sentirme conectada con lo que explico, porque convivo mucho tiempo con las historias de mis películas. Un proceso que es doblemente gratificante porque me permite crecer personal y profesionalmente. El cine y la vida siempre van juntos.

Para mí es muy importante sentirme conectada con lo que explico, porque convivo mucho tiempo con las historias de mis películas

Hacer una película es una aventura muy intensa.
Mucho. En mi caso es emocionalmente intenso por las historias que explico, porque me tocan muy personalmente. Pero también porque hacer una película es un acto muy humano. Trabajas con actores que tienen sus sentimientos, y los tienes que escuchar y los tienes que cuidar. Rodajes en que se crean relaciones muy intensas con los actores, pero también con el equipo. Cuando acabo una película siempre tengo una crisis existencial muy grande porque me encuentro vacía. Has creado una familia nueva y de repente no sabes dónde ubicarte y volver a tu vida. Y más allá de todo eso, en mi caso como directora, se añade la presión por lo que saldrá, para que la película sea buena.

Emocionalmente, eso también debe ser difícil de gestionar.
Durante el rodaje no pienso mucho, pero una vez entro en la sala de montaje, sí. Allí está donde me entra el miedo a que la película no supere las expectativas.

Trailer d'Alcarràs

¿Qué pensaste cuándo viste por primera vez el montaje final de Alcarràs?
En positivo pensé que los actores están bien, que la coralidad que habíamos trabajado funcionaba. Todo el resto era negativo (risas)

¿¡Todo!?
Las primeras versiones siempre son muy duras. Quieres esconderte bajo la almohada y no salir al mundo exterior nunca más. Tengo que aprender a confiar en todo aquello que he rodado y en las decisiones que tomo.

¿No confías en ti misma?
Tomo las decisiones a conciencia y muy poco a poco. Durante la elaboración del proyecto, puedes ir a este ritmo, pasito a pasito. Pero los rodajes son traumáticos porque tienes que tomar muchas decisiones y de manera muy rápida. Nada puede esperar. Hay muchas decisiones que tomas desde la intuición y no desde la razón. Por eso, cuando llego a la sala de montaje me lo cuestiono todo. Un ejercicio muy necesario, pero a la vez muy doloroso. Pero tengo que aprender a entender que las decisiones que tomo en el rodaje sueño las mejores en aquel momento concreto. Decisiones que casi siempre son las correctas y consecuentes con todo lo que has estado haciendo. Pero en la sala de montaje siempre hay un momento de pérdida de confianza contigo misma hasta que acabas reconciliándote con tu trabajo. Aunque una película nunca es lo que habías proyectado en el primer momento. Y esta es la máxima dificultad para las cineastas: reconciliarte con tus emociones porque tus películas nunca son lo que tenías en la cabeza.

Esta es la máxima dificultad para las cineastas: reconciliarte con tus emociones porque tus películas nunca son lo que tenías en la cabeza

Las películas, pues, son seres con vida propia.
¡Sí! Además, a mí, particularmente, lo que me gusta es que lo que filmamos se vea como una cosa viva, que todo pasa como por casualidad delante de la cámara. Pero eso es extremadamente contradictorio con mi necesidad de control absoluto de todo lo que hago. Vivo en esta contradicción: necesito control de todo para que la película se parezca tanto como sea posible a lo que tenía en la cabeza, pero al mismo tiempo me gusta crear esta sensación que todo pasa por casualidad. En esta aparente contradicción es donde creo que se encuentra el éxito de las películas que hemos hecho.

¿Por esta búsqueda constante de que todo parezca casual en tus películas en Alcarràs decidiste trabajar con actores no profesionales?
En mi caso, el tema de los actores no profesionales depende del proyecto. En Verano 1993, excepto las niñas, todos eran actores profesionales. En Alcarràs el casting no es profesional por el vínculo con la tierra que buscaba, porque quería que fueran agricultores y que todos hablaran el catalán de Lleida. Los actores no profesionales, ciertamente, aportan naturalidad, aunque eso también lo pueden aportar los actores profesionales. Pero son los niños, los que sí que me dan esta naturalidad que busco. Para ellos es un juego. Más todavía, los adultos alcanzan esta naturalidad cuando ruedan con niños y se olvidan de quién son.

Muchos cineastas afirman que no hay nada más complicado que rodar con niños.
Para mí es todo el contrario.

Estás sorprendida con el recibimiento que ha tenido Alcarràs. No es una película fácil de ver.
No lo he escondido nunca. Con Maria, la productora, cuando acabamos Verano 1993, tenía dos ideas. Después de reflexionar mucho nos decidimos por Alcarràs, porque era un reto. Tiramos las dos por aquí siendo plenamente conscientes de que era una película que, supuestamente, la vería mucha menos gente que Verano 1993. Nos parecía una película mucho más difícil. Creíamos que tendría un recorrido de festivales, pero que no conectaría tanto con el público como Verano 1993. La sorpresa ha sido obvia. Todavía me cuesta creer todo lo que estamos viviendo. Me da mucha esperanza que la gente pueda conectar con cosas muy diferentes. Finalmente es una cuestión de arriesgar.

Todavía me cuesta creer todo lo que estamos viviendo

Este verano la vi en la plaza de la iglesia de Riba-roja d'Ebre, en la fiesta mayor. No quedaban sillas libres. No se marchó nadie. Por una parte, la realidad de Riba-roja es muy próxima a la de Alcarràs, pero también hay otro debate, y es el acceso que tenemos a cierta cultura.
¡Absolutamente! Lo que ha pasado con Alcarràs con los cines de pueblo que se han reabierto para proyectarla y cines al aire libre, ha sido increíble. El Oso de Oro de Berlín y la candidatura a los Oscar han sido un gran empuje, pero hay muchas películas independientes que podrían llegar a una audiencia mucho más amplia. La identificación de la gente del país con la historia también ha sido importante para que funcionara el boca a boca.

Y... ¿suerte?
Una suerte buscada, porque había toda una estrategia muy trabajada planificando dónde teníamos que estrenar. Verano 1993 la estrenamos en una sección paralela del festival de Berlín, ganando un premio a la mejor ópera prima. Y con Alcarràs tuvimos muy claro que teníamos que volver a Berlín, pero yendo a la sección oficial.

Llegasteis en tiempo de descuento.
Llegamos derrapando. Todavía estábamos editando. Trabajamos muy fuerte para llegar, y llegar a la sección oficial, si no, no valía la pena. Funcionó.

Carla Simón y su equipo recogiendo el Oso de Oro de la Berlinale / Foto: EFE

Sin el premio la historia habría sido diferente.
Mucho. No sabremos nunca qué habría pasado, pero seguro que no habría tenido tanta cobertura local ni se habría colocado en el mapa internacional como lo ha hecho.

¿Te has visualizado recogiendo el Oscar?
Soy muy supersticiosa con estas cosas: no me visualizo hasta que no lo veo claro. Pero en el momento en que todavía todo es posible... Intento tomarme estas cosas con prudencia, porque si no después llegan las decepciones y no quiero pasar por aquí. Prefiero ir pasito a pasito. Para mí ya es muy grande haber llegado hasta aquí. Por otra parte, yo puedo intentar gestionar mis emociones, lo que no puedo es gestionar las de los otros. Ya nos pasó con Verano 1993. Yo ya iba con la idea de que no pasaríamos el corte, pero para mucha gente del equipo fue una gran decepción.

Las otras dos películas que aspiraban ir a los Oscar: Cinco lobitos y As Bestas ¡son dos peliculones!
Ha sido un año increíble y excepcional. Siento que hay una gran generación de cineastas, tanto mujeres como hombres, haciendo cosas muy interesantes y con mucha proyección internacional. La cosecha de este año ha sido brutal. Pero no solo para nosotros tres. En San Sebastián se acaban de estrenar películas locales maravillosas.

Me siento muy afortunada de vivir el momento que estoy viviendo, todavía más en Barcelona, donde somos muchas mujeres haciendo cine

Una generación con grandes cineastas hombres y grandes cineastas... mujeres.
Me siento muy afortunada de vivir el momento que estoy viviendo, aún más en Barcelona, donde somos muchas haciendo cine. Directoras que nos conocemos y nos ayudamos entre nosotros leyéndonos los guiones, mirando las películas...

¿Tenéis grupo de whatsapp de directoras de cine catalanas?
¡Sí! Tenemos un grupo que hicimos en un encuentro que hicimos en la Seminci en una charla sobre mujeres directoras. Y las que no estuvieron las hemos ido añadiendo después. Y después tenemos otros pequeños grupitos. No tenemos muchos referentes femeninos. Nosotras somos nuestras propias referentes. Un colectivo que además está muy comprometido con la educación. Espero que dentro de 10 años nuestras estudiantes no tengan que plantearse si las mujeres hacen cine o no. Las mujeres hacemos cine y punto.

Carla Simón encabeza una nueva generación de cineastas mujeres catalanas / Foto: ACN

¿Cuándo ha sido la última vez que has estado en Alcarràs?
Ahora hace mucho. Tenía que ir el 28 de agosto para hacer el pregón, pero cogí la covid. Me dio mucha pena. Me apetecía mucho. Seguramente iré ahora.

¡Mañana sí que podrás hacer el pregón de la Mercè 2022!
Tengo las defensas a tope, ahora (risas). Me hace mucha ilusión. Y también un poco de miedo. Es un reto. No me lo pensé cuando me llamó Ada. Hacía poco que había parido y me dijo que si quería que me lo pensara. No hizo falta. Dije que sí al momento.

Ada es Ada Colau, supongo.
Sí (risas). No me podía negar, pero es que es un honor. Es un momento de celebración y un altavoz muy bonito. Le he podido encontrar el hueco en mi mundo de obligaciones y conciliaciones.