El editorial Ara ha publicado La dictadura de pedra, de la periodista Sílvia Marimon y la historiadora Queralt Solé. Un libro en qué se pretende presentar, de forma divulgativa, la historia del Valle de los Caídos, el monumento fascista de Cuelgamuros, pero también los interrogantes que se abren de cara al futuro, que no se han cerrado, ni mucho menos, con la exhumación de Franco. En realidad, las autoras dejan claro que, en la actualidad, el mausoleo empieza a ser una auténtica ruina, con muchas partes cerradas por falta de mantenimiento.

Montañas de huesos

Mucha gente vio por la televisión el entierro de Franco. Prácticamente todo el mundo sabe que fue embalsamado, que fue enterrado en una posición privilegiada, que tenía una pesada losa encima... Pero la mayoría de la gente sabe mucho menos sobre el resto de los muertos que están enterrados bajo la montaña de Cuelgamuros. En realidad, incluso hay gente que no sabe que el Valle de los Caídos es una gigantesca fosa común con decenas de miles de cadáveres en su interior. Según las fuentes habría entre 33.000 y 70.000 (entre los cuales entre 6.000 y 7.000 catalanes). Sólo Franco y Primo de Rivera tienen tumbas individuales. El resto de los muertos no fueron enterrados con ceremonia. Sus cadáveres fueron desenterrados y metidos en grandes cajas de pino. Las cajas fueron apiladas, sin ningún orden, en las diferentes criptas. Con las filtraciones de agua las cajas se han deteriorado y los que han entrado en las criptas últimamente afirman que lo que hay ahora es una montaña de huesos, literalmente, en qué se han mezclado todos los enterrados. La dictadura de pedra saca a la luz historias como estas, las menos conocidas de la monumental tumba.

Un monumento cambiante

La dictadura de pedra es un libro construído en contra de silencios y ocultaciones. Las autoras reconocen que no saben el coste total de la obra, porque no han tenido acceso a toda la documentación, y porque las contradicciones entre los estudios existentes es sorprendente. En cualquier caso, lo que constatan es lo que ya es evidente, que el coste de la obra fue astronómico, especialmente en un momento en que España vivía la durísima crisis de posguerra. Mientras los españoles tenían que pelearse con la cartilla de racionamiento para comprar huevos o leche, el Estado dedicaba grandes cantidades a una obra de exaltación de la dictadura. Porque lo que también demuestra claramente el libro, contra el discurso oficial, es que el Valle fue diseñado, en 1940, como exaltación de los vencedores de la guerra, y que sólo mucho más tarde, hasta 1958, un año antes de ser acabado, no se planteó la posibilidad de enterrar también a republicanos y venderlo como un monumento a la reconciliación.

Los muertos secuestrados

Queralt Solé y Sílvia Marimon siguen la historia del desplazamiento de los cadáveres, de sus tumbas iniciales al Valle de los Caídos, y ponen de manifiesto que muchos de ellos fueron trasladados en contra de la voluntad de sus familias (o incluso sin que estas fueran informadas). En realidad, hubo resistencias de familias de muertos republicanos, pero también de combatientes del bando franquista. Los carlistas catalanes no querían ser enterrados en el Valle de los Caídos, y por eso sus cuerpos están en el polémico mausoleo de Montserrat. En Lleida también hubo resistencias para trasladar a los muertos por la represión republicana y al fin se quedaron en la tumba colectiva que tenían en la ciudad.

Trabajos forzados en el Valle de los Caídos

En la obra se hace bien evidente que el trabajo de los republicanos encarcelados fue esencial en la construcción del mausoleo, especialmente en los primeros momentos. La llamada "Redención de Penas por el Trabajo" ofreció una mano de obra barata y abundante a los constructores. No hay duda, tampoco, de la precariedad con que vivieron a los presos republicanos allí destinados, desposeídos de cualquier derecho. La otra cara de la moneda es el enriquecimiento de los propietarios de las empresas constructoras que intervinieron en esta gran obra. La desgracia de los unos era la fuente de prosperidad de los otros.

La democracia titubeante

Uno de los datos más sorprendentes que aportan las autoras es que el último entierro en el Valle de los Caídos tuvo lugar en 1983, después incluso del 23-F. En 1981 fueron enterradas más de 300 personas. El último inhumado fue Juan Álvarez de Sisternes, ex alcalde de Vilafranca del Penedès, que había sido ejecutado extrajudicialmente el 20 de agosto de 1936. Su familia pidió el traslado al Valle de los Caídos, y el traslado se permitió. El gobierno socialista continuaba tolerando los entierros honoríficos en un monumento fascista. Ahora se ha conseguido, con mucho trabajo y con un proceso a menudo vergonzoso, la exhumación de Franco. Pero allí siguen mandando unos monjes absolutamente autoritarios y nostálgicos de la dictadura. Y Patrimonio Nacional sigue financiando con 340.000 euros anuales la abadía benedictina y tiene unas pérdidas de 425.000 euros por costes de mantenimiento del complejo.

De cara al futuro

Las autoras tienen muy claro que el "pacto de olvido" de la transición tuvo un papel clave en el mantenimiento de un monumento que es, claramente, una anomalía democrática. El libro se pregunta qué hacer con el monumento, y lo que está claro es que no hay una solución clara. Es muy difícil resignificar el Valle de los Caídos y convertirlo en un espacio democrático. Fue concebido como un monumento de glorificación del totalitarismo, con un alto impacto paisajístico, y es casi imposible desvincularlo de la glorificación del nacional-catolicismo y de la dictadura. Pero lo que tienen claro Marimon y Solé es que este monumento no puede mantenerse tal como está, aunque se haya desenterrado a Franco, porque sigue siendo una obra de glorificación de la dictadura. El libro acaba exigiendo que el Valle de los Caídos no pueda servir nunca más para una intolerable justificación de la dictadura.

Esclarecedor

La dictadura de pedra no es un libro que descubra grandes secretos que los especialistas no conocieran. Buena parte del trabajo de Marimon y Solé es sintetizar y hacer atractivas investigaciones ya realizadas sobre el Valle de los Caídos. Pero hacen muy bien el trabajo y consiguen un libreto, de pequeñas dimensiones, que ayuda a llegar al público, de forma amena, las cuestiones más candentes relativas a esta gigantesca fosa. Y ayudan a abrir un debate en estos momentos más necesario que nunca, ahora que se ha desenterrado a Franco. ¿Es necesario mantener este monumento al fascismo?