Carcasona (vizcondado semiindependiente de Carcasona); año 1130. Hace casi nueve siglos. El vizconde Bernat Ató IV, de la estirpe Trencavel, ordenaba el inicio de las obras de construcción de la fortificación de Carcasona. Aquella obra imponente no era la primera construcción defensiva de la plaza. Los arqueólogos actuales afirman que fue el resultado de la reforma y ampliación de un castillo del siglo V, edificado por la monarquía visigótica primigenia —la de Tolosa y de Barcelona— mientras combatían para fijar las fronteras definitivas de su reino. Pero sí que sería la gran fortificación del Languedoc, sobre la cual los Trencavel —aliados de las casas condales independientes de Barcelona y de Tolosa— querían asentar su poder y proyectar el sueño de una marca de Gotia reunificada e independiente; aquello que, actualmente, es definido como el imperio catalán de Occitania.

De los Trencavel occitanos a los Capeto franceses

La monarquía francesa veía peligrar su salida al Mediterráneo. Y con el pretexto de liquidar la supuesta herejía cátara, urdió una guerra brutal contra los pequeños dominios semiindependientes e independientes de la Occitania y contra su principal aliado: el casal de Barcelona. Y el proyecto catalano-occitano se hundió en la batalla de Muret (1213). Poco después, la estirpe Trencavel se perdió en la nebulosa de la historia (1263). Y durante aquel intervalo de medio siglo (1213-1263), Carcasona pasaría a manos de la corona francesa, que en aquel momento ostentaban los Capeto, y su gigantesca fortificación sería totalmente reformada (1228-1239). La traza actual es fruto de aquella reforma impulsada por Luis IX de Francia. Carcasona ya no sería el faro desde donde se proyectaría el sueño catalán-occitano, sino el primer bastión del midi francés.

Carcasona construida santo luzcas ciudadela Bibliothèque Nationale de France
Representación de Carcasona / Foto: Bibliothèque Nationale de France

¿Qué ver en Carcasona?

La muralla y las puertas de la ciudadela

La ciudadela es el elemento protagonista de Carcasona. Pero antes de recorrer sus baluartes y sus barbacanas, es muy aconsejable tener una visión panorámica. Y en este punto resulta muy recomendable iniciar la ruta en el Puente Viejo sobre el río Aude, que separa la ciudadela y la villa nueva. Y accedemos a intramuros a través de cualquiera de las puertas de la muralla: la Puerta de Narbona (situada en el paño de muralla de levante) o la Puerta de Aude (situada en el paño de muralla de poniente). En este punto es imprescindible hacer el recorrido del cercado amurallado. Es un recorrido de unos dos kilómetros jalonado por cincuenta y dos torres defensivas. La construcción de este espectacular elemento defensivo fecha de la primera época de dominación francesa (siglo XIII); pero aprovechando una vieja estructura de la época visigótica y carolingia.

Murallas Ciutadella Carcassona / Foto: Wikimedia Commons
Murallas de la Ciudadela de Carcasona / Foto: Wikimedia Commons

Las calles y plazas de la ciudadela

El interior de la ciudadela está organizado en unas cuantas calles y plazas que conservan la traza arquitectónica y urbanística de la ciudad medieval. Es la cuna de la estirpe Bellónida, los descendientes de Wifredo el Velloso que se sentarían en el trono de Barcelona durante seis siglos. Es muy recomendable dejarse ir, sin prisas, y sin ninguna referencia temporal más que el toque de campanas de la basílica de Saint-Nazaire, situada en la plaza Auguste-Pierre Pont. La basílica es un edificio construido en la época dorada de los Trencavel: iniciada hacia el año 1000 y concluida poco antes de la derrota catalana de Muret (1208). Y su traza (la fachada, las puertas, las ventanas, los contrafuertes, el rosetón), sorprendentemente, nos traslada a los edificios religiosos catalanes que se edificaron durante la misma época. Saint-Nazaire es, también, la sede de la diócesis de Carcasona, creada en el siglo VI.

El castillo de Carcasona

El castillo es el elemento más destacado de la trama intramuros. Para pesar de la basílica. Fue la residencia de los Trencavel durante siglos (del XI al XIII) y fue el último testimonio de una independencia local que aspiraba a convertirse en un actor destacado del proyecto catalán-occitano. La visita al castillo de Carcasona es imprescindible. Se accede a través de una doble puerta de muralla y de un puente que salva el foso perimetral. La ruta diseñada para los visitantes prevé acceder a las torres dotadas con unas curiosas balconadas a la barbacana repuntada con almenas y a las salas interiores del castillo (la residencia de los Trencavel, y posteriormente de los reyes franceses cuando visitaban el Languedoc). Las torres están todas culminadas con un tejado cónico de pizarra, que resulta estrambótico en la orilla del Mediterráneo, pero que evidencia el proceso de galificación posterior a Muret.

La bastida de San Luis

No nos podemos marchar de Carcasona sin visitar la villa nueva. Bueno, nueva, para diferenciarla de la ciudadela. Se edificó en el otro lado del río Aude, y desde la ciudadela, se accede a través de la Puerta de Aude y del Puente Viejo. La villa nueva, llamada "la bastida de San Luis", fue edificada durante los siglos finales de la edad media (XIII a XV) para dar respuesta al fuerte crecimiento demográfico de la ciudad. La bastida de San Luis, oportunamente bautizada en honor al rey francés que envió los Trencavel a la papelera de la historia; tiene un planeamiento reticular (calles paralelas y perpendiculares que, cuando se cruzan, forman ángulos de 90 grados) que, en aquella época, era una auténtica revolución urbanística. La bastida de San Luis, que ha conservado su traza histórica, es también el centro neurálgico actual de la ciudad, donde podemos comer, cenar, o incluso, dormir.