El Camp de l'Arpa es un barrio encajado entre el Guinardó, la Meridiana y la Sagrada Familia. Algunas de las calles del Eixample lo atraviesan, y otras, como Rosselló o Provença mueren hundidas en su corazón. Ni tiene la estructura cartesiana y urbana del Eixample, ni la gracia aldeana de Gràcia o de Sants. Las casas bajas antiguas se mezclan con grandes edificios de viviendas muy impersonales o con antiguas fábricas transformadas en equipamientos. Pero la calle Rogent vertebra toda esta zona y le da personalidad: allí es donde la vida de barrio eclosiona.

Fotografía: Sergi Alcàzar.

Un lugar para pasear

La calle Rogent es paralela a Independència, la última calle del Eixample por esta parte de la ciudad. Pero no tiene ni la anchura ni la rectitud de una calle del Eixample: se trata de una calle estrecha que, con una pequeña curva, conduce de la calle Freser hasta la Meridiana. Quizás la gran suerte de la calle Rogent es no haber sido más ancha. Durante mucho tiempo por la calle Rogent pasó el tranvía, pero en 1990 se convirtió en una calle peatonal y se plantaron árboles: ahora ya son lo bastante altos y convierten esta vía en una zona de paseo especialmente agradable en verano. Abuelos, jóvenes y adultos se reúnen en los bares y en las sillas de la zona, desde la mañana, hasta bien entrada la noche. En verano nunca falta la gente en esa vía.

Fotografía: Sergi Alcàzar.

Eje comercial

La calle Rogent no es el passeig de Gràcia: no hay boutiques de grandes marcas, ni franquicias de restaurantes de comida ràpida, ni turistas rusos haciendo compras masivas. Y, a pesar de todo, tiene un tejido comercial muy sólido: ofrece servicios de calidad a sus vecinos. Hay una amplia variedad de establecimientos: desde las inevitables panaderías industriales y las más populares cadenas de congelados, hasta tiendas más originales, de alimentación, de juguetes... Un tipo de comercio pensado básicamente para los vecinos y que refleja la vitalidad de este barrio. Y los primeros que dan vida al barrio son los bares y restaurantes. La mayoría no son establecimientos lujosos, pero intentan dar un servicio esmerado a los clientes. Entre ellos, podríamos destacar El Rovell del Clot.

Instituto Juan Manuel Zafra. Fotografía: Amadalvarez.

La escuela de artes y oficios del Clot

Sin duda, el Instituto Juan Manuel Zafra, la antigua Escuela Municipal de Artes y Oficios de Sant Martí de Provençals, es el edificio más relevando de la calle Rogent. Fue construido en 1909 como albergue de indigentes, pero más tarde se convirtió en un centro docente. Su fachada es típicamente modernista: combina el uso del ladrillo con elementos de forja (como en las lámparas) y numerosas cerámicas de colores (incluso se utiliza el trencadís en varios elementos de la fachada). Fue obra de Antoni Falguera, el arquitecto del Conservatorio Municipal de Música. En su diseño también participó Pere Falqués, el arquitecto municipal en la época (fue el diseñador de los bancos-farolas del paseo de Gràcia).

Fotografía: Sergi Alcàzar.

La puerta del Clot

La calle Rogent queda cortada por la Meridiana, pero si cruzamos la gran avenida, Rogent tiene continuidad en la calle Sèquia Comtal, que nos lleva hasta la calle del Clot, al mercado del Clot y al Parque del Clot (un gran espacio verde de la ciudad muy animado los fines de semana). El Clot es un barrio popular con mucha vida, donde no faltan sitios para tomar alguna cosa. Bien cerca del mercado, en la misma calle del Clot, podéis pasar por Marlen Tastets, un lugar con mucho encanto donde podréis hacer algunas catas muy especiales. Y no muy lejos del mercado, en dirección contraria, en la calle Escultors Claperos, encontramos L'Olivera, donde al mediodía podréis tomar tres tapas, una cerveza y un café por 10€, una opción muy razonable.