El estrés podría definirse como una manera de adaptarse a cualquier cambio en el entorno próximo. Es una forma de reaccionar ante problemas, demandas y peligros. Según la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), puede ser positivo o negativo. Si el individuo considera que las consecuencias serán favorables, es positivo; si, por el contrario, lo percibe como desagradable o perjudicial, es negativo. Cuando el estrés es negativo, es decir, cuando es demasiado intenso y se alarga en el tiempo, puede convertirse en patológico. Las técnicas de tratamiento más habituales son:
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Realizar ejercicio físico. Numerosos estudios demuestran que las personas que practican ejercicio de manera regular tienen menos riesgo de sufrir algún síntoma de ansiedad. Andar rápido, sobre todo al aire libre, permite relajar la mente y activar el cuerpo.
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Practicar técnicas de relajación. Meditación o mindfulness son dos técnicas que han probado tener efectos beneficiosos tanto en el ámbito físico como en el psicológico. La técnica mindfulness se considera muy útil para la gestión del estrés y reducir las emociones negativas. También ayudan los ejercicios de respiración. Respirar de manera controlada puede bajar la presión arterial, la frecuencia cardiaca y el ritmo respiratorio y genera calma. La respiración abdominal, una de las más utilizadas, consiste en adoptar una postura relajada, con una mano en el abdomen y otra en el pecho, e inspirar aire por la nariz y expulsarlo por la boca consiguiendo que se levante la mano del abdomen.
Meditación o mindfulness son dos técnicas que han probado tener efectos beneficiosos
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Tratamiento farmacológico. Los ansiolíticos disminuyen los síntomas de ansiedad de manera rápida, de ahí que se usen en el tratamiento del ataque de pánico o las obsesiones. El problema está en que estos no ayudan a controlar la ansiedad y, por tanto, no curan el trastorno. Su administración en casos de reacciones intensas, no controlables, debe ir sustituyéndose poco a poco, siempre que sea posible. En algunos casos, este tratamiento es necesario, pero siempre que lo prescriba un especialista. Hay que evitar la automedicación o el abandono del tratamiento sin consultar al médico.

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Técnicas cognitivas. Estas técnicas psicológicas entrenan al individuo para que pueda mejorar su capacidad de autobservación y autocorrección de su conducta, emociones y pensamientos. Algunas entrenan a la persona a desarrollar habilidades como la solución de problemas; otras, a saber identificar pensamientos negativos para poder cambiarlos.
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Técnicas de la conducta. Acerca al individuo a los estímulos que provocan la ansiedad, en condiciones controladas, de forma lenta, para conseguir premiarse por los logros y corregirse ante los fracasos, sin llegar a castigarse.