Una actividad física como correr parece sencilla. No obstante, como en cualquier práctica deportiva, se requiere una técnica adecuada para sortear lesiones y problemas a largo plazo.

Correr se ha convertido en una de las actividades físicas más comunes de los últimos años, sobre todo por su sencillez y porque, en principio, todo el mundo puede practicarlo. Otra de las razones es que, en tiempos de dificultades económicas, puede ser un buen sustituto del gimnasio. Y porque es un deporte con el que todos se atreven, no siempre se toman las precauciones necesarias para evitar lesiones tanto a corto como a largo plazo.

Correr se ha convertido en una de las actividades físicas más comunes de los últimos años

Consejos básicos para correr

Más allá de las ganas y la fuerza de voluntad, hay que tener en cuenta la zancada y la posición de los brazos para favorecer el ejercicio. Es importante utilizar el equipo correcto, calentar los músculos antes de comenzar -y mantenerlos calientes cuando hace frío- e hidratarse de manera apropiada sobre todo cuando hace calor. Y, por supuesto, es fundamental parar ante la presencia de cualquier síntoma de lesión para evitar daños mayores.

La respiración es uno de los elementos básicos. Durante la carrera, las respiraciones deben ser profundas, y notar que el abdomen se mueve hacia fuera cuando entra el aire. Respirar muy rápido o sin absorber todo el aire disponible puede provocar molestias -como flato- e, incluso, dolor de cabeza.

Running
Running

Una correcta posición de los brazos favorece el equilibrio, impulsa hacia adelante y ayuda a ganar velocidad. Aunque pueda pensarse que se mueven de forma correcta con la intuición, lo cierto es que no todo el mundo los lleva pegados al cuerpo, como se recomienda. Los especialistas aconsejan, además, mantenerlos relajados y que los codos formen un ángulo de unos 90º. Los hombros hay que conservarlos bajos y relajados, para no gastar energía y limitar el movimiento de los brazos.

Asimismo, una posición idónea de los brazos facilita la zancada. Cuanto más cerca del suelo estén los pies, sin saltar demasiado, mejor: permite que las pisadas sean ligeras y haya menos impacto con el suelo, por lo que el cuerpo debe reabsorber menos fuerza. Un impacto demasiado grande aumenta el riesgo de lesión porque agudiza cualquier posible debilidad de las piernas.

En combinación con la zancada, hay que intentar adoptar una postura erguida, porque inclinarse demasiado hacia delante provoca un exceso de presión sobre la rodilla. En concreto, hay que levantar las rodillas y llevarlas hacia delante. Con esto se consigue que la pisada sea mejor y que las rodillas sufran menos rebote. Es más fácil lograr esta posición si se dirige la mirada hacia el horizonte: ayuda a mantener más rectas la cabeza y la espalda y evita dolores musculares.

Por último, las manos deben estar semiabiertas y relajadas pero no dejar que se muevan sin control. Llevarlas cerradas genera una tensión innecesaria que provocará molestias en brazos, cuello y hombros, además de mayor gasto de energía. Se aconseja que el dedo pulgar apunte hacia arriba.