La siesta. Es un placer y, también, una buena costumbre. Y muchos estudios la recomiendan por sus claros beneficios en el organismo. Te damos las claves para aprovecharla al máximo.

Cuando no se duerme adecuadamente hay un menor rendimiento cognitivo, baja la concentración y se producen fallos de memoria, cambios bruscos de humor y alteraciones en el proceso de toma de decisiones. Y las ventajas de dormir a pierna suelta se pueden trasladar, proporcionalmente, a la siesta. 

Esta práctica genuinamente mediterránea ha merecido estudios hasta de la NASA, que ha evaluado sus efectos sobre la memoria, y del Instituto de Salud Mental de los EE.UU., que ha financiado un panel de especialistas para determinar sus beneficios.

Cuando no se duerme adecuadamente hay un menor rendimiento cognitivo

¿Por qué decimos siesta?

Todas estas investigaciones, del siglo XXI, ponen el foco en una costumbre muy antigua. La palabra 'siesta' deriva del vocablo latino 'sexta'. Los romanos paraban a comer y descansar en la hora sexta del día. Teniendo en cuenta que dividían el periodo de luz en doce horas, la hora sexta, en Hispania, empezaría a la 13.30 o a las 14 horas, dependiendo de si era invierno o verano. En esas horas se encuentra el timing ideal de la siesta, aunque existe un factor individual que influye de forma importante. Y ser más o menos madrugador o trasnochador, así como la cantidad y la calidad del sueño que hayamos tenido la noche anterior también tienen una enorme importancia a hora de establecer cómo debe ser la siesta y su duración». 

La siesta no es específica de una parte del mundo en particular, como se suele achacar a países como el nuestro: «La siesta es un fenómeno transcultural, que se suele practicar por diversas razones, como la compensación de una pérdida de sueño precedente o la preparación para una posterior –por ejemplo, en trabajadores nocturnos–, o como solución para la somnolencia diurna excesiva que padecen trabajadores a turnos o para ciertos trastornos de sueño, como la narcolepsia. Y, para ciertas personas, es un medio de disfrute».

Siesta
Siesta

Más edad, más siesta

En general, la necesidad de siesta aumenta con los años, porque la somnolencia fisiológica a mediodía –entre las 13 y las 16 h– es más profunda a medida que envejecemos debido a la caída en la amplitud del ritmo circadiano vigilia/sueño. Lo que no ha probado ningún estudio es que, como se cree erróneamente, los hombres duermen más la siesta que las mujeres. 

La alimentación, el sueño y la actividad sexual tienen una integración cerebral a nivel de ciertos núcleos hipotalámicos, estando estas actividades muy relacionadas.  Por otro lado, los momentos de mayor somnolencia durante el día –mediodía y tarde/noche–, suelen ser los habituales para hacer algunas de las comidas principales, cuando existe redistribución sanguínea hacia las zonas que más lo necesitan después de comer, como es el aparato digestivo, habiendo una menor irrigación cerebral. 

Entre otros beneficios, una siesta corta alivia el estrés y fortalece el sistema inmune

¿Sofá o cama?

Sofá, sin duda. Sobre todo para dormir el tiempo adecuado, no más de media hora, con el fin de que sea lo más beneficiosa posible para nuestro organismo. Los especialistas coinciden en señalar que una siesta larga está contraindicada, ya que se puede distorsionar sus efectos positivos y provocar efectos indeseados, como causar falta de sueño por la noche.  

El sofá, o similares, permiten un descanso reparador, sobre todo en los minutos siguientes a la comida, cuando el organismo siente con mayor intensidad la necesidad de dormir.