A todos nos gusta el sol y a todos, en mayor o menor medida, nos gusta vernos bronceados. Pero hace años que sabemos que el sol es pernicioso para la piel si te expones a él sin protegerte, de modo que no te resulta nuevo que todos debemos tener cuidado a la hora de tomar el sol. Lo que probablemente sí te resulta nuevo es que el número de casos de cáncer de piel se ha duplicado en los últimos 30 años, lo cual se debe en alguna medida al agujero cada vez mayor de la capa de ozono, entre otros posibles factores.

Todos, sí, tenemos que cuidar la exposición al sol. Las personas de piel y cabellos claros tienen un tipo de piel delicado y mayor riesgo de sufrir quemaduras solares, dada la escasa pigmentación de su piel. En ellos, las quemaduras solares ocasionales (piel de cangrejo) aumentan el riesgo de padecer un cáncer de piel. Las personas cuya piel es más blanca deben tener más cuidado que las personas de piel oscura.

Pero ¡cuidado!, porque esto no significa que las personas de piel más oscura estén libres de riesgos. Todos tenemos algo en común: que nos ponemos morenos al sol. Ello se debe a la presencia en nuestra piel de una sustancia llamada melanina, que es la responsable de que la piel se oscurezca. Se la considera como la propia protección de la piel ante el sol.

 

La velocidad con la que nos bronceamos depende por tanto de la rapidez con la que la piel de cada persona es capaz de sintetizar esa sustancia

 

El efecto de los rayos solares también depende de dónde estamos, de la intensidad de la radiación y el tipo de piel. Para aprovechar al máximo el sol sin quemarte, y sin que aumente el riesgo de contraer posteriormente cáncer de piel, es mejor broncearse paulatinamente. ¿Cómo? Algunas pistas:

  • Evita el sol del mediodía (de las 12 a las 15 horas).
  • Estate el mayor tiempo posible a la sombra.
  • Utiliza una crema protectora (un factor 15 como mínimo).
  • En el caso de los niños mejor llevar ropa ligera. Los menores de 1 año no deben exponerse directamente al sol, incluso cuando se les aplique cremas solares
tomar el sol
 

 

 

Los ultravioleta: UVA, UVB y UVC

Los rayos UVA son los que penetran más profundamente en la piel, afectando a la dermis que se va estropeando poco a poco y provocando un envejecimiento cutáneo prematuro.

Los UVB son absorbidos por la parte más superficial de la piel, la epidermis. Son los más “potentes” y activan la producción de melanina, la sustancia que nos broncea. Son los que más queman y los responsables de la mayoría de los cánceres de piel.

Los UVC son lo que no nos llegan porque los filtra la capa de ozono de la tierra, lo que resulta una suerte, pues son los que más energía tienen.

 

Los filtros solares

Los protectores y cremas solares funcionan de diferentes maneras: pueden incluir filtros químicos o físicos.

Los químicos son sustancias que, tras penetrar en la piel, absorben los rayos solares, con lo que impiden que actúen en las capas más profundas. Algunos filtros químicos sólo proporcionan protección contra los rayos solares UVB (ultravioleta tipo B), mientras que otros protegen contra los rayos UVB y UVA.

 

Una gruesa capa, y antes de salir

Aplícate generosamente el protector. Un adulto se debe aplicar una capa de crema protectora que corresponde a 30 o 40g, mientras que un niño necesita unos 20g para cubrir todo el cuerpo. Normalmente nos ponemos mucha menos cantidad, por lo que la protección no es tan eficaz como podemos creer.

Póntela al menos con media hora de antelación, de modo que la piel esté totalmente impregnada cuando te dé el sol.