El dios griego Eolo controlaba todos los vientos desde la isla de Eòlia. Jordi Miralles, supervisor del parque eólico de Montargull, consigue con una llamada al centro de control de Enel que en pocos segundos se paren las aspas de un aerogenerador para entrar a verlo por dentro. El parque de 44 MW de potencia, 2 MW por cada uno de los 22 aerogeneradores, tiene capacidad para dar electricidad a 22.000 hogares cada año. Y está justo en la confluencia entre las provincias de Barcelona, Tarragona y Lleida, en los términos municipales de Llorac y Talavera.
Aunque la turbina eólica la inventó Charles F. Brush el año 1887, es en los últimos años cuando esta energía que transforma el viento en electricidad ha ganado fuerza, porque es considerada junto con la fotovoltaica, la otra grande renovable con la hidráulica, la gran clave de la descarbonización de la economía, un proceso acordado por las Naciones Unidas con el fin de frenar el cambio climático producido por la contaminación del CO₂.
Se trata de sustituir las energías de origen fósil, como el gas natural o el petróleo, por energías que no emiten CO2 (todo y que sí que lo hacen en la extracción de los minerales y en su fabricación, nadie es perfecto). La invasión rusa de Ucrania y el aumento de tensiones mundiales geopolíticas aceleraron este proceso: el viento y el sol están en todas partes, mientras que el gas estaba mayoritariamente en Rusia, y pueden generar electricidad más barata. Autonomía y precio se suman a los argumentos de la sostenibilidad.

Los aerogeneradores de Montargull, que se llama así porque está cerca de un antiguo municipio despoblado con ese nombre del que solo queda un castillo, se pusieron en funcionamiento el 18 de noviembre de 2008, seis años después de que en mayo de 2002 se presentara el proyecto original. La lentitud administrativa, así como una moratoria que frenó las renovables entre 2013 y 2023, hacen que Catalunya sea una de las comunidades con menor porcentaje de generación eléctrica con renovables, solo un 18% del total. La eólica, concretamente, tan solo representa un 7% de lo que se genera en Catalunya, por el 24,5% en el estado español.
Lo que más impacta de los aerogeneradores cuando te acercas es su tamaño, impensable en la distancia o en las fotografías. La torre de los de Montargull hace 80 metros de largo (la más larga de España, 160) y las palas miden 45 metros de largo. Para poner en contexto el tamaño de las torres, equivalen a bloques de entre 25 y 54 pisos. Entre la torre y las alas, está una caja donde sucede la magia de convertir el viento en electricidad: se llama góndola y hablaremos después, pero hace 4 metros de alto, 4 de largo y 10 de ancho. Es decir, mide como una habitación, pero mucho más alta.

Con estas dimensiones y unos materiales que van del acero o el hormigón de las torres a la fibra de vidrio reforzada con resina de las palas, más todo el cobre y aluminio de los cables, el hormigón de los pilares que soportan bajo tierra todo el peso, etc, se entiende que la inversión aproximada por megavatio sea de un millón de euros. Esta cifra media se mantiene en aerogeneradores actuales que tienen más potencia.
Desarrollado por el grupo energético Gerrsa con aerogeneradores de Gamesa (ahora Siemens-Gamesa) y después gestionado por el fondo internacional Gestinver, el parque de Montargull fue comprado por Endesa en un paquete con 4 parques más por 178 millones de euros en 2018.
Los aerogeneradores cuentan con unos anemómetros, que es como se llaman los sensores que controlan la intensidad del viento y unas veletas que controlan el sentido. Son los que indican hacia donde se tienen que orientar las palas, que se encaran al viento, como los girasoles hacen con el sol. Los anemómetros están a la parte superior de la góndola.

Dentro de la góndola, encontramos la maquinaria más compleja, en el lugar donde se produce la magia, que en verdad es ciencia. Después de que el viento haya movido las palas y haya hecho girar el rotor (el eje giratorio al final de la góndola de donde salen las palas), el movimiento se transmite en el eje de baja velocidad. Girará a la misma velocidad que las palas, que puede ser de hasta 16 veces por minuto.
Las palas giran cuando el viento sopla a entre los 10 km/h y los 90, ya que cuando supera esta velocidad se detienen por seguridad. Dentro de la góndola, el multiplicador es un sistema de engranajes que hace que el eje de alta velocidad gire 100 veces más rápido, un paso esencial, ya que la velocidad de las palas es insuficiente para generar electricidad. Este eje está conectado al generador, que convierte la energía mecánica en electricidad. Dentro de la misma góndola hay un transformador que eleva el voltaje de salida del generador de 690 V a 20.000 V. Con esta subida de tensión se minimizan las pérdidas en el transporte de la electricidad.

La electricidad baja por la torre y se transporta de manera subterránea hasta otro transformador, el de la subestación eléctrica. Para llegar hasta allí, lo hace bajo tierra y, en el caso de Montargull, a través de cables de aluminio y no de cobre. "Son más baratos y, por lo tanto, sirven para disuadir a los ladrones", explica el Miralles, que recuerda que hubo un grupo que durante un tiempo se dedicó a robar cables por los parques de la región.
En el transformador de la subestación eléctrica, se vuelve a elevar la tensión de los 20 KV a los 132 KV, ya que el trayecto a recorrer es más largo. Una vez en la red, se distribuye por el territorio.

En España hay actualmente 1.345 parques eólicos, solo 17 de ellos en Catalunya y el sector da trabajo a unas 40.000 personas, contando la instalación y también la fabricación, ya que el estado es el quinto exportador del mundo de esta tecnología. El coste de producción de la energía eólica fue el año pasado de 63 euros MWh por término medio.
Según el último informe de renovables de la Agencia Internacional de la Energía, la eólica terrestre es la renovable más barata de produir,0,034 dólares por KWh, por delante de la fotovoltaica, que cuesta 0,043, y de la eólica marina, que todavía no se ha instalado en España y que cuesta 0,079. En China, que domina toda la cadena de suministro porque tiene el control de los minerales y de la fabricación tecnológica, la eólica terrestre aún es más barata y cuesta 0,029 KWh. En comparación con energías de origen fósil, el carbón con 0,072 y el gas con 0,083 son bastante más caros.