Políticas de innovación VIII: ¡no todas las tecnologías son iguales!

- Esteve Almirall
- Barcelona. Jueves, 25 de septiembre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
¿Qué es mejor: fabricar equipos de litografía ultravioleta —como hace ASML— imprescindibles para producir chips, o impulsar modelos de lenguaje? Ambas tecnologías pueden dar lugar a grandes industrias y son estratégicas a escala global. ¿Vale más apostar por una o por otra? En economía se suele decir que “apostar” es intentar adivinar el futuro, y eso es complicado incluso cuando interpretamos el pasado, que cambia más a menudo de lo que pensamos.
Ahora bien, estas dos tecnologías divergen en un aspecto crucial. Tanto, que incluso el político más reticente a hacer política industrial tiende a apostar todo por una y no por la otra.
La gran diferencia es que una es una tecnología genérica y la otra no. Es cierto, me dirán: la litografía ultravioleta sirve “solo” para una cosa —fabricar chips—, y es algo muy importante. Y tendrán razón. Entonces, ¿cuáles son las diferencias relevantes?
La primera y más importante es la aplicabilidad, de ahí el nombre de genéricas. Las tecnologías genéricas tienen un ámbito de uso muy amplio y transversal; las específicas, en cambio, se orientan a un dominio concreto. En realidad, no se trata de una frontera binaria, sino de un continuo entre lo genérico y lo específico.
Ahora bien, desde el punto de vista de la política de innovación, este alcance potencial solo se traduce en captura de valor si existen las condiciones y el ecosistema que permiten su aplicación: capacidades empresariales, talento, regulación funcional, financiación y mercados receptivos. Si eso no ocurre, el potencial seguirá siendo genérico… pero lo capturará otro.
¿Qué es mejor: fabricar equipos de litografía ultravioleta —como hace ASML— imprescindibles para producir chips, o impulsar modelos de lenguaje?
Esto es aún más importante cuando consideramos las externalidades, los beneficios adicionales que se extienden a otros sectores. Pueden ser externalidades de desarrollo de todo un ecosistema a su alrededor (como sucede con los chips), de uso o incluso geopolíticas (pensemos en TSMC y Taiwán). Todas las tecnologías genéricas las generan, pero la pregunta clave para cada país o región es: ¿existen las condiciones para aprovecharlas?
Un rasgo distintivo es la magnitud de valor que pueden activar. El valor inducido por tecnologías genéricas como Internet, la electricidad o la IA generativa es difícil de cuantificar, pero es evidente y transversal. En general, supera con creces lo que puede llegar a generar una tecnología específica, por muy crítica que sea en su nicho.
También difieren en la inversión. Lo vemos estos días con los niveles astronómicos de inversión alrededor de los centros de datos e infraestructuras para la IA: las tecnologías genéricas, por su alcance, atraen volúmenes de capital muy superiores a los de tecnologías más específicas. Además, suelen activar inversión complementaria (en talento, software, equipamientos, energía, conectividad) que amplifica el efecto multiplicador.
Finalmente, la adopción. Las tecnologías genéricas tienden a difundirse más rápido y a abarcar más empresas y sectores, mientras que las específicas se expanden con rapidez dentro de su dominio, pero con un alcance limitado.
La importancia clave de las tecnologías genéricas
Estas son las razones clásicas por las que gobiernos, empresas, centros de investigación, universidades y emprendedores se vuelcan —y apuestan— por las tecnologías genéricas.
Efectivamente, nos dejamos una pieza clave para las políticas de innovación: el impacto en la capacidad de innovar. No solo el impacto económico directo, sino el factor multiplicador sobre la innovación futura.
Ser fuertes en tecnologías genéricas implica poder hibridarlas con propuestas existentes y reimaginar productos, procesos y modelos de negocio. De hecho, incluso si no eres el creador ni el líder mundial, adoptarlas e integrarlas es estratégico: las capacidades de absorción y combinación marcan la diferencia.
Un buen ejemplo es el caso de China con la IA generativa. No han sido los inventores ni, probablemente, los principales captadores de valor en las herramientas genéricas como ChatGPT, Claude o Gemini; pero la están utilizando para competir en todos los demás frentes: reimaginan hospitales, fábricas, automoción, investigación… prácticamente todo. Y extraen valor a través de esta enorme capacidad de innovación derivada de cualquier tecnología genérica, cuando se trata de una adopción transformadora que crea innovación y no solo de su uso.
Las tecnologías genéricas no son importantes solo por sí mismas, sino por cómo amplifican la capacidad de innovar de una sociedad
Por eso conviene alejarse de la idea de que la única captura de valor posible está en desarrollar la tecnología o usar herramientas genéricas (como un chat con IA). Ciertamente hay valor en este uso y permite incrementos de productividad, pero el valor real y sostenido surge de innovar en todo lo demás con esa tecnología —de reconfigurar procesos, servicios y cadenas de valor para competir mejor.
En nuestro caso, eso significaría afrontar problemas críticos que arrastramos desde hace décadas, a menudo relacionados con la incapacidad de construir infraestructuras y mercados que funcionen eficientemente. La eficiencia de la Administración pública es un reto mayúsculo, como también lo son la sanidad, la vivienda, la movilidad y la capacidad de crear empleo de alta calidad en sectores tecnológicos punteros que arrastren y actúen como tractor del resto de la economía. Al mismo tiempo, tenemos oportunidades no solo para resolver estos grandes retos, sino para ser más competitivos en ámbitos donde ya lo somos (hostelería, fast fashion, banca, ferias, etc.) y para no perder el tren de nuevas tecnologías genéricas que transformarán el mundo, como la robótica y los sistemas de movilidad autónoma.
Las tecnologías genéricas no son importantes solo por sí mismas —que también—, sino por sus efectos sistémicos y, en particular, por cómo amplifican la capacidad de innovar de una sociedad. Son la chispa capaz de poner en marcha un ciclo virtuoso de innovación y de transformar la economía.
No se trata (solo) de la IA generativa: se trata de todo lo que podemos reinventar gracias a ella, ¡es todo lo demás!