La otra orilla del Mediterráneo

- Anwar Zibaoui
- Barcelona. Sábado, 27 de septiembre de 2025. 05:30
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La región Sur y Oriental del Mediterráneo —también conocida como Oriente Medio y Norte de África— no es ajena a los desafíos globales. De hecho, la presión sobre los actores regionales para abordarlos es mayor que en muchas otras partes del mundo.
Factores como el cambio climático, el comercio, los conflictos, la tecnología y las economías en rápida transformación están generando riesgos significativos para los más de 500 millones de personas que viven en la región. Los conflictos armados, como el que afecta a Palestina, están cobrando miles de vidas, alterando el comercio internacional y obligando a miles de personas a abandonar sus hogares. El acceso al agua se vuelve cada vez más limitado, y muchas economías luchan por ofrecer oportunidades reales a sus ciudadanos.
Pero, en esta región también abundan las oportunidades. Un ejemplo claro es Siria, un país que ha sufrido durante más de una década una guerra civil y que ahora tiene una oportunidad histórica para construir un futuro más justo y esperanzador. En Siria hemos sido testigos de lo rápido que pueden desbloquearse conflictos que parecían eternos. El colapso del régimen de Asad evidenció la fragilidad del statu quo en ciertas partes de la región, pero también encendió una chispa de esperanza. Las imágenes de ciudadanos sirios regresando a sus hogares, liberados del control del régimen anterior, han inspirado a quienes, dentro y fuera de la región, sueñan con un futuro más pacífico y abierto.
Por otro lado, en la región vecina del Golfo, economías en rápida transformación como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos están emergiendo como puntos brillantes que impulsan el crecimiento en un contexto de desaceleración global. Estos países están construyendo con rapidez economías más diversificadas, que ya no dependen exclusivamente de los combustibles fósiles.
La preocupación por la inflación es especialmente relevante en Oriente Medio, donde representa un riesgo mayor que en otras partes del mundo
Oriente Medio ha sido históricamente una región marcada tanto por riesgos como por oportunidades. La clave está en mitigar los primeros y aprovechar al máximo las segundas. Entre los principales riesgos que enfrenta la región, los conflictos armados ocupan un lugar destacado. La amenaza de guerra es real y palpable. Las crisis humanitarias continúan en Gaza, Sudán y Yemen; en el Líbano persiste un frágil alto el fuego; y en Libia, la división política sigue dominando el presente. Aunque Oriente Medio alberga algunas economías modernas Y exitosas, muchas de ellas siguen siendo frágiles, especialmente ante los desafíos geopolíticos y climáticos que enfrenta la región.
La preocupación por la inflación es especialmente relevante en esta región, donde representa un riesgo mayor que en otras partes del mundo. En algunos países, la inflación es un problema persistente que no parece tener solución a corto plazo. En 2025, la tasa de inflación promedio en la región es del 8,4%, casi el doble del promedio mundial, que se sitúa en el 4,3%. Para los ciudadanos y los gobiernos, la inflación es un riesgo real y constante, al que se suma otro desafío importante: la desaceleración económica.
Del mismo modo, la crisis climática se manifiesta con especial intensidad en Oriente Medio, donde el agua se sitúa en el centro del problema. La escasez hídrica se ha identificado como uno de los principales riesgos para la región. Para 2050, todos los países mediterráneos enfrentarán niveles extremadamente altos de estrés hídrico, aunque incluso hoy ya se trata de un desafío urgente.
Factores como la agricultura intensiva, el uso de aguas subterráneas y las sequías prolongadas están ejerciendo una presión creciente sobre los sistemas hídricos de la región. En las economías con abundante acceso a energía, la desalinización se ha convertido en una solución habitual para obtener agua potable. Sin embargo, esta medida representa más un parche temporal que una solución sostenible a largo plazo. Para hacer frente al estrés hídrico de manera efectiva se requiere una cooperación regional sólida. Es fundamental que los líderes gubernamentales y empresariales trabajen conjuntamente para ampliar el uso de tecnologías e infraestructuras con bajas emisiones de carbono, con el objetivo de construir un futuro resiliente al cambio climático en la región.
La crisis climática se manifiesta con especial intensidad en Oriente Medio, donde el agua se sitúa en el centro del problema
El desempleo representa otro de los grandes riesgos para la región, especialmente entre la población joven. En 2023, la tasa de paro juvenil alcanzó el 24,4%, el doble del promedio mundial. Esta situación limita el potencial de millones de jóvenes y puede convertirse en un factor de desestabilización política si no se aborda adecuadamente.
El género también plantea un desafío significativo. Oriente Medio y el Norte de África presentan la mayor brecha de género del mundo: la participación económica y las oportunidades para las mujeres se sitúan en apenas un 42,7%. Dado que la inclusión de las mujeres en la economía es clave para el éxito económico, cualquier estrategia que busque mejorar las oportunidades laborales —especialmente para los jóvenes— debe considerar de forma prioritaria la participación de género en el mercado laboral.
La crisis económica representa un riesgo muy real para las transiciones hacia economías menos dependientes de los combustibles fósiles en algunos países. La mejor respuesta ante este desafío es profundizar la cooperación económica y fomentar el comercio regional e internacional. La buena noticia es que la digitalización de la economía mundial continúa impulsando una mayor cooperación entre países. Si las economías de Oriente Medio y el Norte de África logran mantener el impulso en materia de transformación digital y colaboración regional y la evidencia hasta ahora indica que es posible—, se podría evitar una crisis económica regional.
De cara al futuro, los líderes de la región —tanto del sector público como del privado— deben apostar por una gobernanza inclusiva y mantener el foco en responder a las aspiraciones y al potencial de las personas que dependen de ellos. Los actores internacionales, por su parte, pueden apoyar estos esfuerzos mediante un compromiso sostenido y significativo, en lugar de una atención intermitente dictada por las crisis.
El Mediterráneo debe transformar su geografía en una ventaja, convertir la cooperación en influencia y hacer de las alianzas motores de crecimiento sostenible
A medida que se intensifican los desafíos globales, desde las transiciones energéticas hasta la seguridad marítima y la gobernanza de la inteligencia artificial, la región mediterránea se enfrenta a pruebas complejas que requieren una visión estratégica clara.
El Mediterráneo debe transformar su geografía en una ventaja, convertir la cooperación en influencia y hacer de las alianzas diversificadas motores de resiliencia y crecimiento sostenible. La Unión Europea solo podrá consolidar su papel en el nuevo orden mundial si fortalece sus vínculos con los países mediterráneos y establece una alianza estratégica con África para conformar un polo competitivo global. Para lograrlo, es imprescindible desplazar el centro de gravedad hacia el sur y poner en marcha un programa ambicioso que impulse la creación de un espacio común Europa–Mediterráneo–África. Esta no es una opción, sino una necesidad. Lo más importante es que los pueblos mediterráneos —cuya resiliencia ha sido puesta a prueba más allá de todo límite— deben seguir siendo el centro de cualquier visión de futuro.
A medida que la historia de la región continúa desarrollándose, sus luchas, oportunidades y logros nos recuerdan lo que está en juego, no solo para el Mediterráneo, sino para un mundo cada vez más interconectado. Estas lecciones deben inspirar un camino más colaborativo, justo y sostenible hacia el futuro.