China ha intensificado drásticamente los controles sobre las importaciones de semiconductores avanzados. Esta medida, publicada por el Financial Times, se produce en el marco de los esfuerzos de Pekín para convencer, o forzar, a las principales compañías tecnológicas nacionales a que dejen de adquirir procesadores de inteligencia artificial de la estadounidense Nvidia. Las aduanas chinas, especialmente en puertos clave como los de Shanghái y Shenzhen, han movilizado equipos especializados durante las últimas semanas para llevar a cabo inspecciones exhaustivas sobre las remesas de chips.
El propósito inicial era asegurarse de que las compañías locales cumplían con la directiva interna de dejar de comprar modelos específicos de Nvidia diseñados para el mercado chino. Estos chips son versiones "capadas" que la compañía de Jensen Huang desarrolló expresamente para intentar esquivar las rigurosas restricciones a la exportación impuestas por Estados Unidos, con el objetivo de mantener una presencia, aunque disminuida, en el gigante asiático.
Siguiendo las indicaciones de las autoridades, los controles aduaneros se han extendido recientemente a prácticamente todos los productos semiconductores avanzados. Fuentes citadas por el diario británico señalan que el objetivo ahora es más amplio: detener de forma efectiva el comercio ilegal de chips de alto rendimiento que violan abiertamente las restricciones estadounidenses. Esta red de control no se limita a los envíos actuales; algunos funcionarios están investigando declaraciones de importación pasadas para detectar posibles falsedades en la clasificación de estos componentes críticos.
Esta ofensiva regulatoria es la contrapartida logística de una presión política que viene de arriba. El mes pasado, la influyente Administración del Ciberespacio de China (CAC) solicitó directamente a gigantes tecnológicos como ByteDance (propietario de TikTok), Alibaba, Baidu y Tencent que detuvieran sus compras de procesadores de IA de Nvidia. El argumento de los reguladores es que los procesadores desarrollados localmente, fruto de una inversión multimillonaria, ya ofrecen un rendimiento comparable a los productos de Nvidia que están autorizados para la venta en China.
Este conjunto de acciones no es un hecho aislado, sino un capítulo más de una estrategia de largo alcance de China para lograr la autosuficiencia tecnológica. La dependencia de los chips occidentales, y especialmente de los diseños de IA de Nvidia, que dominan con un 90% del mercado global, es considerada por Pekín como una vulnerabilidad estratégica inaceptable en el contexto de su creciente rivalidad con Estados Unidos.
Los sucesivos movimientos en las sanciones estadounidenses han dejado claro a las autoridades chinas que no pueden confiar en las cadenas de suministro globales en áreas críticas. La respuesta ha sido una apuesta agresiva por impulsar la industria nacional de semiconductores, con compañías como Huawei y SMIC a la cabeza, aunque todavía hay una distancia significativa en los nodos de fabricación más avanzados. El dilema para los gigantes tecnológicos chinos es profundo. Por un lado, reciben la presión patriótica y regulatoria para utilizar chips nacionales. Por el contrario, la realidad competitiva global les obliga a buscar el máximo rendimiento para sus modelos de IA, donde los procesadores de Nvidia siguen siendo el estándar de la industria.
La decisión del gobierno de actuar también en las aduanas sugiere que algunas de estas compañías podrían haber continuado importando componentes para mantener su ventaja competitiva. En definitiva, el cierre progresivo del acceso a los chips de Nvidia es una señal inequívoca de que China está decidida a forjar su propio camino tecnológico, aunque esto implique una desaceleración temporal en la evolución de su propia inteligencia artificial, en una jugada de alto riesgo donde la soberanía tecnológica se juega la supremacía geopolítica del siglo XXI.